02 abril, 2009

...Asesinandola...

Allí estaba él, sentado en la oscuridad, tan solo escuchando los sonidos del silencio y recordando ciertas cosas de su vida, mientras que en sus piernas yacía una pistola humeante que manaba ese olor característico a la pólvora que se quema al disparar, y en el piso con el rostro deforme por la potencia del disparo, estaba el cuerpo ensangrentado e inerte de un viejo conocido.

Para ese momento la luz de la luna llena entraba por la pequeña ventanilla de la habitación, iluminando todo el espacio y dándole al ambiente una atmósfera bastante tétrica. Las sabanas estaban completamente desordenadas sobre la cama, algunos objetos estaban rotos en el piso a consecuencia de la discusión de hace poco y algunas gotas de sangre estaban desparramadas en las paredes. 

Aún no podía creer que la había asesinado, estaba pensativo y tratando de ordenar sus pensamientos, para así tratar de resolver porque había tomado la trágica decisión de ponerle fin a la vida de aquella mujer de su pasado, aquel pasado feliz y hermoso que vivió en algún momento al lado de su primer amor. Luego de más de una hora junto al cadáver, se dio cuenta de que esa era la única opción, y alcanzo a murmurar en voz baja:
¿Por qué tenias que interponerte entre nosotros? -, las palabras apenas fueron un susurro en la habitación oscura y nadie, como era de esperarse, pudo responder a la pregunta. Al no obtener respuesta, y presa de la desesperación que generalmente se produce después de un momento de shock, gritó de nuevo, - ¿Por qué lo hiciste?-, mientras las lagrimas caían de su rostro y su mirada se clavaba en los ojos inmóviles del cadáver de la vieja mujer.

La rabia lo había invadido, así que se levantó de la silla para rebuscar en sus gavetas, y las fue vaciando una a una, buscando uno de sus tesoros más preciados que tenia escondidos desde hace un tiempo atrás. Mientras la ropa caía y quedaba dispersa en el suelo, sus ojos se iban tornando cada vez más rabiosos, hasta que encontró lo que necesitaba, una vieja bolsa transparente que albergaba su “polvo de ángel”. Derribó todo lo que estaba en una pequeña mesita, y la preparó para su banquete, sacó de su vieja cartera una tarjeta de crédito dorada que estaba toda desgastada, y que por supuesto desde hacia años no tenía ningún tipo de soporte bancario y vació la bolsa en la mesa.

Mientras ordenaba 4 líneas y el golpeteo de la tarjeta hacia ecos en las paredes, pensó: - no querías que probara esta porquería de nuevo, pero mírame, estoy ante ella otra vez -, y sin mas, aspiró unos cuantos gramos de la droga y sintió como la piel de su cara se dormía, su cuerpo se despegaba del suelo, las paredes del cuarto se movían en diferentes direcciones, la sangre de sus venas recorría rápidamente sus venas y su mente divagaba en otras dimensiones para llevarlo a sentirse en una paz extraña; a fin de cuentas, tenía mas de 6 años sin probar droga alguna, pero la sensación de una buena dosis lo había rejuvenecido y sentirse como en sus años mozos, queriendo de nuevo comerse al mundo y dejar atrás el asesinato que había cometido…