22 octubre, 2009

...Al filo de la noche... (I)


Se movía sigiloso por las calles oscuras de aquella ciudad que era una de las mas peligrosas de América latina, y como todas las noches, había salido a cazar a una nueva víctima para su vitrina de trofeos.

Caminaba como si nada mas existiera él en el planeta, observaba todo a su alrededor detallando cada az de luz que destellaba de los faros de los carros que se movían a una velocidad considerable, escuchando cada sonido que era producido por cada una de las cosas que estaban a su alrededor en esa noche oscura, como si estuviera sintiendo todo por primera vez, como un recién nacido que ese día había sido dado a luz para ver un millar de cosas nuevas.

Continuó sin sentido hasta que lo vio, había escogido ya a su nueva víctima. Era un hombre de una estatura considerablemente mayor a la de él, bastante corpulento, de unos 45 años y de aspecto descuidado, por lo que le pareció perfecto debido a que por su tamaño era un reto y por su aspecto nadie lo extrañaría al dejar este mundo.

Aquel hombre había salido de un bar de aquellos que albergan a esos seres que se sumerjen en un par de copas para ahogar sus penas mientras hablan con un cantinero ya acostumbrado a escuchar los pesares del borracho de ocasión.
El bar en cuestión tenía en su entrada un letrero gigante que al encenderse rechinaba, al parecer, por la cantidad de corriente que consumía y que informaba: Open bar-Sexy dance.

Él cazador había pasado muchas veces por allí, pero esa noche en particular se sintió atraído por aquel hombre que al salir del bar, volteó temeroso hacia la calle que dejaba atrás para comprobar que nadie lo siguiera y se echó a andar hacia la negra lengua de asfalto.

Así que él lo siguió a una distancia lo suficientemente cercana para percibir aquel olor que tanto odiaba de licor y cigarrillo fermentado, y observar que su futura presa al parecer no estaba completamente sobria porque caminaba con un ritmo peculiar y a cada tres o cuatro pasos se desplazaba a los lados.

La calle estaba desierta, tan solo habitada por una futura víctima y un cruel victimario.

Mientras lo seguía, el cazador pensaba en todos esos detalles cotidianos, cuál era el nombre de su presa, qué edad tenía, cuántos hijos, y muchas otras cosas que lo hacían disfrutar mientras caminaba y de las cuales jamás se enteraría porque dentro de poco ya aquel hombre pasado de tragos sería historia....