20 junio, 2012

...Un bien a la sociedad... (III-III)

Para el momento en que ella despertó, yo también estaba desnudo. El olor característico a oxido de la sangre, los trozos de los cuerpos que previamente había desmembrado y la chica literalmente servida para mi, me excitaban. 

Al observarla me di cuenta que era tan atractiva como cualquier otra mujer, su cuerpo tenía unas curvas preciosas que le inyectaban a mi organismo energía y deseo; finalmente me di cuenta que el error estaba en aquel cerebro femenino, sino habría sido hasta una buena compañía. Comencé a oler cada uno de sus rincones, ella se retorcía para evitar que me le acercara. 

Me fascinaba ese perfume de hormonas que emanaban de esa piel; su olor a miedo me hizo sentir escalofríos. Le lamí las orejas, el cuello, la frente, la cara y le mordí los labios hasta que chilló de dolor; la sangre que manaba de sus labios me satisfizo tanto como los flujos de una feminidad virginal. Busqué entre mis utensilios y tomé una ampolla de droga para mantenerla despierta durante la sesión de tortura. 

Ya drogada, aquella joven estaba completamente extasiada, así que tomé un bisturí para hacer un cambio en sus senos. Poco a poco fui quitando cada uno de los pezones para poder chupar el líquido que emanaba de los cortes. Su pecho se veía extraño, pero me resultaba excitante. Continué cortando hasta su ombligo y luego hasta el símbolo de su cuerpo virginal. Introduje mis dedos, primero uno, luego dos, tres y hasta cuatro, para sentir en lo más profundo aquel cuerpo que estaba a punto de tomar. 

Mi miembro había despertado y por eso me coloqué encima de ella, mientras tenía sexo con ese trozo de carne lo fui golpeando. Primero pequeñas cachetadas y más tarde con mis puños, que fueron quebrando costillas, dientes, tabique y creando morados en su vientre. Después de disfrutar a mi manera, la chica se mantenía despierta gracias a la sustancia que le había colocado en las venas. 

Tomé dos falos de madera, la llené con ellos para que saciara ese deseo sexual que seguramente siempre había sentido y seguí con mi bisturí. Me enfoqué en sus manos, unas extremidades que debían ser símbolo de feminidad pero aquella mujer había profanado con uñas postizas. Por esa razón fui quitando una por una, hasta que sus dedos se convirtieron en una masa sangrante. 

También le quité un poco de grasa que tenía a los lados del vientre, pensé en hacerle ese favor que todas las mujeres de esta sociedad perdida quieren obtener, poder ser flacas gracias a una cirugía. Ya para ese momento mi obra estaba casi completa. Mis perros se alimentaban con la carne que le había quitado a la chica, y ese cuerpo se estaba tornando perfecto. Le desamarré los brazos para poder voltearla y observar su espalda. Dejé mis cuchillos a un lado y la observé. 

Sin embargo, algo salió mal. Olvidé que ella estaba drogada y cuando me di cuenta, sentí una puñalada en uno de mis costados. La chica a pesar de estar totalmente maniatada, había sacado fuerzas para vengarse de la tortura y herirme. Saqué el cuchillo de mi cuerpo y lo clavé en el ojo de la mujer, inmediatamente cayó muerta sobre la mesa. 

Miré a mi alrededor; todo había terminado para aquellas escorias sociales y por un golpe del destino, al parecer también para mi. Poco a poco sentía como la sangre salía de mi cuerpo, mientras mis perros, mis mascotas se me acercaban para comenzar a comer de mi. Sí, todo había terminado...