18 octubre, 2012

¿Por qué no?

Al ver las manifestaciones de un grupo de jóvenes quejándose por los pasados resultados electorales, argumentando que estamos en dictadura y pidiéndole a los venezolanos que desconocieran la Constitución; no pude evitar pensar en mi abuelo y en sus ideales. 

Él era un verdadero comunista; nunca le celebró a mi padre un cumpleaños, visitó la antigua URSS (Unión Soviética) y en su casa reposaba una figurilla de Lenin que aún conservo. No disponía de placeres mundanos para sus hijos y se dice, entre comentarios de familia, que le dio hospedaje en su momento al mentado Che Guevara. 

Esa era su vida y en ella involucró a todos; mi abuela era la gestora de una posada improvisada para líderes de la izquierda de la época que buscaban refugio y a cambio, le enseñaban parte de su intelectualidad a los niños. Uno de ellos; mi tío, formó parte de la guerrilla estudiantil del estado Mérida y mi padre, él se encargaba en algunas oportunidades de hacerle promoción al Partido Comunista Venezolano (PCV) y de darle “algunas ayudas” a mi abuelo. 

Humberto, como se llamaba mi progenitor, cuando era niño se montaba en un camión por las calles de su pueblo natal y megáfono en mano vitoreaba: ¡Por los camiones vecinales, vota rojo!; aún era muy pequeño para saber leer algunas palabras y realmente quería decir ¡Por los caminos vecinales, vota rojo!, instando a votar por el PCV y la izquierda venezolana. 

Otra de sus actividades de infancia era ayudar a sus familiares cuando estaban detenidos en la cárcel de la ciudad por sus actividades de izquierda; en ese momento la dictadura perseguía a todos los disidentes con su Seguridad Nacional y los sometía a todo tipo de torturas. Por ello mi padre iba con sus primos a las casas contiguas a las celdas, donde echaban veneno para las hormigas en los hormigueros; insectos que eran llamados por la policía al colocar azúcar en los testículos de sus torturados que eran obligados a sentarse desnudos en la tierra. 

Mi abuelo muchas veces tuvo un caucho de camión sobre su pecho, su primo murió de neumonía porque varias veces lo acostaron sobre una panela de hielo y así varios sufrieron de la dictadura tan solo por pensar diferente, desear algo mejor para el país y, aunque fueron torturados, seguían con sus actividades disidentes. 

Por eso, al ver a los jóvenes que protestaban por los resultados electorales calificando al gobierno como una dictadura, quisiera escuchar a mi abuelo. Seguramente pediría que les echaran planazos para enseñarles la verdadera represión..., sí, tal vez eso haría falta en Venezuela otra vez; ¿por qué no?