Hay preguntas que siempre han estado en mi mente, cuestiones que van
al contrario de todo juicio moral, social e incluso natural de las
cosas. No es por ser rebelde, anormal o simplemente ir contra la
corriente, sino que expreso lo que muchos de ustedes también han
pensado pero no se atreven a aceptar.
Una dictadura o dictador son vistos en pleno siglo XXI, época plagada
de socialismo, izquierda y libertades que rayan en el libertinaje,
como una representación anacrónica de un pasado que debe quedar en
eso, en el pasado. Muchas sociedades rechazan las dictaduras, sistemas
de Gobierno (por decirlo así) manejadas al antojo de un individuo, porque
aplica la mano de hierro para callar a los que se le oponen,
torturándolos, desapareciéndolos y asesinándolos. El dictador, es una
encarnación del mal sobre la tierra.
En algunas oportunidades puede parecer una locura apoyar a un
dictador, un ser que aplica disciplina ferrea en todos los aspectos de
la sociedad. Ese individuo no duda en golpear los puntos débiles de
una nación, eliminarlos para cerrar todos los posibles resquicios que
puedan causar el desmoronamiento y funcionamiento óptimo de la
población.
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Realmente un dictador puede ser una piedra en el zapato para el
bienestar de algunos ciudadanos, pero, desde el punto de vista global
he llegado a comprender sus intenciones. Solo quiere un bien mayor
para todos, que se logre la funcionalidad de cada parte de la
totalidad de un país.
Es cierto que el dictador tortura, mata, malversa fondos, pero en la
actualidad quién no lo hace. Un dictador también logra beneficios que,
en nuestro continente, escasamente se repiten en democracia.
Por ejemplo en Venezuela se lograron avances increíbles durante la
dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Se construyeron autopistas,
puentes, complejos empresariales de los más modernos del continente
para la época y el país era pieza clave del desarrollo modernista de
América Latina. Claro, Pérez Jiménez también ordenó hacer daño, matar,
torturar y callar las voces de la disidencia, decidió que una minoría
debía ser sacrificada en pro del progreso que se estaba adelantando.
En China también hay pruebas que una dictadura es buena. Allí
aplicaron la pena de muerte para reducir la inseguridad, decidieron
que quien violara la ley no tenía derecho a vivir, en cierto modo,
tienen razón y así dieron un ejemplo que disciplinó al resto, llevando
a sus ciudadanos al cauce del bienestar pleno.
Una dictadura silencia, destruye y sobre las cenizas de esa destrucción crea. Tiene la visión de disciplinar, de guiar al rebaño desbocado y ponerlo a trabajar en un objetivo. Eso es lo que necesitamos en nuestros días, una dictadura seria que asuma las riendas y erradique el libertinaje en todos los estratos sociales, ese libertinaje que muchos llaman libertad y que al final ha quedado convertida en nada, en desorden, en atraso, en...