21 septiembre, 2016

…Té para tres…

¡Un trozo de miel no basta!

La mesa estaba perfectamente servida. Un juego de platería, tazas y cucharas mínimas para tres personas. Ella se sentó a esperar, hurgando en la penumbra para descifrar quién sería su acompañante y el misterio de esa invitación anónima.

Minutos después, a su lado, estaba el hombre con el que había pasado cuatro años de su vida, viéndola directamente a los ojos con una mirada fría, sin expresiones y totalmente sereno, sorbiendo lentamente una taza de té humeante.

En la otra silla, el gato que había sido como el hijo entre ellos dos. Vestido con un corbatín, que se mojaba cada vez que se inclinaba para dar suaves lametones al té y que vibraba con cada ¡Miau! que pronunciaba, como queriendo participar en ese breve encuentro de un romance perdido.

Ella, no sabía si tomar ese té para tres o hablar para romper el silencio, se decidió por lo segundo y por primera vez en muchos años abrió su corazón para hablar sinceramente:

Sé que ambos cometimos errores. Que el orgullo fue el peor consejero para mí, que no estaba preparada para admitir que fuiste bueno conmigo, que con tu ayuda levanté un hogar en medio del torbellino de inestabilidad en que se convirtió el país para ese entonces. Acepto que debimos seguir adelante, y como un tatuador encima de una cicatriz, sacar lo mejor de nosotros para dibujar un mejor destino sobre los restos del pasado. Trataste de ayudar, te convertiste en la piedra que soportó obstáculos, se mantuvo indómita para intentar seguir adelante pero al final no lo vi.

Preferí tener un momento efímero de dulzura, a tratar de sincerarme y abrirme por primera vez con alguien que quiso dármelo todo pero que me pareció insuficiente. Hoy me doy cuenta que un trozo de miel no basta, que simplemente, entre dos es más fácil que luchar solo contra el mundo y que no hay nada mejor que casa, juntos”.

El maullido del gato rompió el monologo, las tazas estaban vacías y el hombre solo veía a su amante, inerte, mudo y con los ojos bien abiertos. Lamentablemente, ya todo se había dicho y ella se había dado cuenta muy tarde que él solo quería lo mejor para todos.