¡Un trozo de miel no
basta!
La mesa estaba perfectamente servida. Un juego de platería,
tazas y cucharas mínimas para tres personas. Ella se sentó a esperar, hurgando
en la penumbra para descifrar quién sería su acompañante y el misterio de esa
invitación anónima.
Minutos después, a su lado, estaba el hombre con el que
había pasado cuatro años de su vida, viéndola directamente a los ojos con una
mirada fría, sin expresiones y totalmente sereno, sorbiendo lentamente una taza
de té humeante.
En la otra silla, el gato que había sido como el hijo entre
ellos dos. Vestido con un corbatín, que se mojaba cada vez que se inclinaba
para dar suaves lametones al té y que vibraba con cada ¡Miau! que pronunciaba, como
queriendo participar en ese breve encuentro de un romance perdido.
Ella, no sabía si tomar ese té para tres o hablar para
romper el silencio, se decidió por lo segundo y por primera vez en muchos años
abrió su corazón para hablar sinceramente:
“Sé que ambos
cometimos errores. Que el orgullo fue el peor consejero para mí, que no estaba
preparada para admitir que fuiste bueno conmigo, que con tu ayuda levanté un
hogar en medio del torbellino de inestabilidad en que se convirtió el país para
ese entonces. Acepto que debimos seguir adelante, y como un tatuador encima de
una cicatriz, sacar lo mejor de nosotros para dibujar un mejor destino sobre
los restos del pasado. Trataste de ayudar, te convertiste en la piedra que
soportó obstáculos, se mantuvo indómita para intentar seguir adelante pero al
final no lo vi.
Preferí tener un
momento efímero de dulzura, a tratar de sincerarme y abrirme por primera vez
con alguien que quiso dármelo todo pero que me pareció insuficiente. Hoy me doy
cuenta que un trozo de miel no basta, que simplemente, entre dos es más fácil
que luchar solo contra el mundo y que no hay nada mejor que casa, juntos”.
El maullido del gato rompió el monologo, las tazas estaban
vacías y el hombre solo veía a su amante, inerte, mudo y con los ojos bien
abiertos. Lamentablemente, ya todo se había dicho y ella se había dado cuenta
muy tarde que él solo quería lo mejor para todos.