07 febrero, 2017

El mito de la igualdad


La mayoría de las crisis que han golpeado profundamente al mundo se han generado por problemas de igualdad. Casi siempre, un grupo minoritario alza su voz para que sus derechos sean reconocidos por el "opresor", que extrañamente, tiene todo el poder en sus puños.


Y en esta era de modernidad, globalización acelerada y en la que todos estamos conectados de una manera u otra, no hemos escapado a esa lucha incesante por aquellos que quieren ser iguales a otros.

Prácticamente la especie humana ha evolucionado a individuos que nacen con un género y mueren con otro, las familias ya no son necesariamente como lo dice el cuento de la Biblia y las mujeres, cada día se enfrascan más en una batalla por salir del mal llamado grupo del sexo débil y ser iguales a los hombres (incluso mejores).

Toco el tema de las damas, porque en los últimos años el feminismo ha tocado a la puerta para enquistarse dentro de la sociedad de una manera bastante radical. Aparentemente, ciertas mujeres quieren ser hombres.

No entiendo qué les pasa a algunas féminas que, amparadas bajo una supuesta lucha por la igualdad, incluso llegan a tratar mal a sus compañeros masculinos.

Quieren ser iguales, pero se llevan por delante lo que por muchos años se ha construido socialmente. Las mujeres ahora quieren ser más fuertes, quieren ser independientes y no le importa a qué costo.

Sí deben existir ciertos convenios que contribuyan a mejorar la calidad de vida cuando se habla de género, sobre todo en el ámbito laboral, profesional y familiar, pero sobre los cimientos de qué.

Las mujeres no deberían perder su esencia. Ellas son la bandera de la belleza, la delicadeza y de esa energía que irradian para que nosotros nos enamoremos de algo que mueve al mundo.
No se justifica que, al querer ser iguales, caigan en el libertinaje para tratar a los hombres como una cosa que pueden usar y luego desechar, golpeándolos en la moral y humillándolos de cierta forma, jugando a ser Diosas de unos esclavos que solo están para servirles.

No basta con querer ser mejores, se trata de comprender y entender a unos seres que pueden ser sus complementos para apoyarlas y estar allí para ellas.

Cuando los hombres son heridos, o lastimados (porque sí, también tenemos sentimientos) podemos querer defendernos y en ese caso, las mujeres se olvidan del feminismo, de lo que hicieron amparadas en una mentalidad de libertad plena y allí sí deciden convertirse en las víctimas, las débiles que son golpeadas por los machistas trogloditas.