La noche helaba como un cuchillo. A medida que caminabamos entre las calles oscuras, dejabamos un halo de vapor que rapidamente se extinguía a nuestras espaldas.
Yo caminaba dubitativo, como siempre, con la mirada perdida en el horizonte, cavilando tantas cosas en mi mente que no me detenía a detallarte.
A pesar del frío, tú ibas demasiado descubierta. Una blusa, dos tallas más grandes para que se deslizara y dejara tus hombros al aire libre, una falda negra y medias tipo liguero con pequeñas calaveras por todos lados, el toque final: converse oscuros.
Aún así, no reparaba en ti y yo seguía petrificado por el frío, tratando de mantener mis neuronas trabajando a medida de la velocidad de mis pensamientos.
Tú, al darte cuenta que ya casí no podía caminar, tomaste mi mano y la pusiste sobre tus hombros.
- Vamos para allá -, señalaste el lugar y comenzamos a caminar, sintiendo un ligero calor que iba iniciando.
...Continuará...