21 marzo, 2018

La muerte


La pared parecía infinita cuando se miraba hacia arriba. Por cada dos zancadas que daba hacia arriba, caía tres. Estaba en una especie de loop que me mantenía suspendido en el mismo lugar. 

Las gotas de sudor hacían que me resbalara. Poco a poco avanzaba, aunque el final de ese muro aún se veía inalcanzable. Rocas, sangre en mis manos y pies, rasgaduras en mi piel, el dolor me inyectaba energía para continuar. 

Al llegar arriba, al tope me conseguí con algo inesperado. Ella estaba en la orilla del abismo, esperándome. Pero no con los brazos abiertos, sino con una pistola lista para escupir una bala.

Apenas pude fijar mis ojos en los suyos, cuando sonó el disparo. El brillo de la bala y su sonrisa, cortaron el ambiente. Sentí el acero del proyectil atravesando mi frente y elevando mi cuerpo unos centímetros.

Estaba cayendo nuevamente, hasta el fondo, esta vez no habría segunda oportunidad. Ese era mi premio por haberlo intentado. La muerte.