29 junio, 2018

Un mundo mejor


Soñé. Hoy después de mucho tiempo pude soñar otra vez. Caminaba por una avenida infinita bajo un torrencial aguacero, incluso podía escuchar cómo las gotas golpeaban el asfalto como si fueran disparos.

No sabía a dónde iba, solo sé que caminaba gozando de la lluvia, sin pasado, sin presente ni futuro. Miraba a los lados y no se veía ni un alma, al parecer ese sueño era solo para mí.

Caminé, caminé y llegué al final del camino. Frente a mí solo había un enorme precipicio, en el fondo, podía ver un río que fluía hasta unirse con el cielo. Tenía miedo de saltar, de caer hacia un lugar incierto.

Di un paso adelante y sin saber cómo ni por qué, una gota de lluvia me atrapó y me llevó hasta lo más profundo de esa lengua de agua que estaba en el fondo del abismo.

Al salir a la superficie y respirar de nuevo, pude ver todo lo que me rodeaba. La lluvia ya no estaba, un sol resplandeciente iluminaba ambas orillas desde donde todos mis afectos que fallecieron hace mucho me estaban esperando.

Me aplaudían, me saludaban y me hacían señas. Nadé un poco hacia un extremo y allí me aferré a todas esas manos cariñosas. Había vuelto a nacer en un mundo mejor.