21 julio, 2018

Curiosidades de la infancia


Desde pequeño he sido muy curioso. Cuando tenía unos 7 años mi abuela hablaba por teléfono y había dejado un cigarro en un cenicero a su lado. Aprovechando que estaba distraída, tomé entre mis flacuchos dedos ese cilindro que escupía humo, lo llevé a mi boca y aspiré.

El ahogo y el sabor a papel quemado me acompañaron por unos minutos, al verme que no podía respirar mi abuela me prohibió que volviera a tocar eso y realmente no tenía que pedírmelo, no me quedaron ganas de absorver humo hasta muchos años después.

En esa misma época, mi abuela tenía una vecina muy amiga que bajaba todas las tardes a la casa con su nieta contemporánea conmigo. Corríamos por toda la casa, gritábamos, jugábamos a las damas chinas y de vez en cuando nos encerrábamos en el baño solo a observarnos.

Producto o no de la inocencia infantil, jugábamos a hacer todo lo que el otro hiciera. Yo me bajaba mis pantaloncitos, ella también. Yo me quitaba mi franelita, ella también. Así descubrí que las niñas tenían el cuerpo distinto a los varoncitos.

De esos encuentros con la vecinita recuerdo muchas cosas, mis papás decían que ella era mi noviecita pero realmente lo que yo sentía era pura y absoluta curiosidad de descubrir un cuerpo distinto al mío, un deseo que me ha acompañado por el resto de mi vida.

También por esos años conocí la muerte y el poder destructivo de un arma. Mi abuelo murió de un ACV, me explicaron que se había ido al cielo y yo les creí, tan solo imaginaba que él podía sacar la mano a través de ese manto azul para saludarme y decirme que estaba bien. Luego más adelante, cuando crecí, entendí que realmente no pasaba nada si pedía con todas mis fuerzas que viniera, no iba a venir.

Una noche, cuando saltaba en la cama de mis padres, descubrí que en la encimera del closet había algo negro, de metal y que se parecía mucho a las pistolas de las películas. Mis papás estaban consternados, salieron a tomar con un amigo y este dejó su pistola en su carro. Mi papá al verme tan curioso, saltan sobre la cama solo para ver el arma, me explicó que no tratara de tocar eso, que era una pistola y que podía hacer mucho daño.

Así sacié las curiosidades de mi infancia. Vicio, sexo y muerte, tres cosas que nos acompañan a todos durante toda la vida y que pueden marcarnos para siempre, aunque intentemos alejarnos de ellas, van a estar allí para tormento o satisfacción.