25 julio, 2018

La invitación (y III)


Se abrazaron para descansar, estaban llegando a ese momento en el que las caricias expresaban más que las palabras. El calor del cuerpo de su chica le transmitía un sin fin de sensaciones, le encantaba tenerla pegada a su pecho, y aunque estaba de espaldas, podía divisar su figura.

La piel le brillaba por una fina capa de sudor, la luz parecía como un aguacero que caía deslizándose por las curvas de sus caderas y su pecho bailaba al son de su respiración, ahora más calmada y quieta.

Sin decir nada comenzó a dibujar su contorno en la oscuridad. Fue pasando los dedos por sus piernas, por sus nalgas, por esa depresión entre sus caderas y su cintura, su espalda, hasta llegar a su cuello. Juguetón tomó la punta de sus senos y los acarició, ella solo soltó una risita y se apretó más contra él. 

Le mordió las orejas y ella se volteó para mirarlo, se besaron, disfrutando de sus labios y sonrieron. Tomando la iniciativa, la acostó boca arriba y le hizo señas para que hiciera silencio.

Comenzó besándole uno por uno los deditos de los pies, luego subió lamiendo la cara oculta de sus piernas hasta llegar al centro de su feminidad. Ella, en un acto reflejo flexionó sus rodillas para darle más espacio a su amante.

Se erizó al sentir su lengua allí, fueron los mejores cinco minutos y luego él siguió subiendo. Le lamió el ombligo, los senos y finalmente la besó, quería comerle la boca. Ella se separó un poco, lo tomó de la mano y le pidió que se sentara, cerrara los ojos y se dejara llevar.

Fue una sensación indescriptible cuando sintió que la chica tomaba entre sus manos su masculinidad para llevarlo al centro de su cuerpo. Poco a poco se fue sentando sobre él hasta que fueron uno solo. Ella de espaldas y él con sus manos abrazándola por las caderas.

Era una danza mágica, ella se movía para obtener el mayor placer y hacer disfrutar a su chico. Jadeaba, le decía lo mucho que disfrutaba y le pedía que aún no terminara. Que quería darle una última sorpresa.

Unos minutos después, se separó de él y lo besó completo. Lo acostó y le dio todo tipo de masajes. Con sus senos, con sus manos, con su feminidad. Quería tocarlo con cada parte de su cuerpo. Al final con su boca logró obtener todo lo que un hombre podía darle: felicidad, placer, éxtasis, fantasías, de todo. 

Se besaron y durmieron hasta el amanecer, hasta un nuevo día, otras experiencias y sueños irrepetibles.