18 septiembre, 2018

Rayuela


Cuando eramos niños no sabíamos que ese juego en el que saltabamos entre cuadros de tizas iba a reflejar nuestra vida de adultos, tratando de sortear los obstáculos para caer sanos y salvos en territorio seguro. 
Cada día que vamos avanzando se trata de eso, esquivar lo malo para permanecer tranquilos. Lo complicado es que a medida que el camino se torna más difícil, hay menos espacios donde encontrar la paz, son pequeños, ínfimos y casi invisibles.

Sin embargo hay que saltar, avanzar y como esos niños que jugaban, dar un paso sin esperar nada.