10 septiembre, 2018

Viejos tiempos


Nunca supe su nombre. Incluso no estoy seguro si realmente la conocí o fue una fantasía que mi mente maltrecha recreó para hacerme ese momento más llevadero.


Yo pasaba por una mala racha en todo sentido. La mayoría de mi familia se había ido del país, la ciudad casi siempre se la pasaba en penumbras, las calles estaban desiertas y lo único que hacía para divertirme era trabajar, como si a eso se le pudiera llamar diversión.

Por eso todas las noches, sumido en una constante depresión me sumergía en un bar de mala muerte a consumir cervezas como si fueran refrescos para niños. 1,2,3...6...8, hasta que no tenía conciencia y como por un acto de magia, el barman se duplicaba ante mis ojos.

Mientras conversaba con él en un lenguaje inteligible, alguien me tocó el hombro. Era una chica hermosa, a pesar de su vestuario simplón: vaqueros, una franela con el logo de Metallica estampado y una cola de caballo.

Le brindé un trago, luego ella hizo lo propio conmigo mientras me contaba de las trivialidades de su vida. Como ya estaba tan ebrio no sé cómo su cuerpo desnudo llegó hasta mi cama y yo a estar dentro de ella.

Era un sexo increíble. Incluso me pidió que le hiciera el amor por esos rincones que nadie había probado. Extasiado comencé a botar fluidos como cantidades de cerveza me había tomado. Al final me quedé dormido, abandonado a mi sexo flácido después de tanta actividad y a la chica desnuda entre mis brazos.

Al salir el sol, abrí los ojos y la princesa de los cuentos de hadas ya no estaba. Toda la casa la habían ordenado y sobre la encimera de la entrada una pequeña nota: ¡Sé que no sabes quién soy, solo piensa en los viejos tiempos y te acordarás de mí!