20 noviembre, 2019

El bautizo


...Dicen que el agua purifica...

Finalmente estábamos juntos de nuevo. Parecíamos dos chiquillos enamorados por primera vez. Todo el pasado quedaba atrás y ahora reíamos, muchos besos, miles de abrazos, realmente era alegría lo que se respiraba entre nosotros.

De hecho entendimos que tardamos mucho en darnos cuenta de que eramos el uno para el otro. Nuestra piel ya estaba arrugada en algunos lugares, otras cosas se habían caído por el efecto de la gravedad e incluso el color de nuestros ojos cambió.

Ahora vivíamos en esa isla a la que una vez fuimos cuando todavía no teníamos demasiados años juntos y pensamos que era un pequeño paraíso.

A veces corríamos por toda la orilla de la playa chapoteando, jugando desnudos tras los árboles y muchas, demasiadas noches, nos acostamos sobre la arena a observar el cielo infinito, una manta negra agujereada por millones de puntos blancos brillantes.

En esos momentos nos poníamos al corriente. Una separación de más de 30 años significaba muchas experiencias. Podíamos pasar horas conversando, era como si las estrellas fueran las únicas que podían escuchar nuestras confesiones. Al final, todas las historias culminaban con un: ¡Pero te extrañaba tanto!

Luego de mucho hablar, al ver que el cielo se tornaba de un rojizo claro, un amarillo brillante y el sol anunciaba su llegada, la tomaba de la mano y nos sumergíamos desnudos en la playa.

Hacíamos el amor, la recorría como cuando eramos jóvenes, la besaba con pasión, con deseo, con las ganas acumuladas por décadas y así, renacíamos, purificados, bautizados y seguros de algo, que los sentimientos verdaderos son para siempre y duran una eternidad.

12 noviembre, 2019

¿Quieres ir a mi casa?


Parecía que siete años habían sido como siete días o menos, ella estaba igual de hermosa como siempre. Ojos vivaces, cachetes un poco abultados, sus labios muy rosados y una piel pálida, color a la harina para hacer pasteles. 

La abracé, me dejé llevar por el aroma de su cabello y me apreté un poco a su cuerpo, sintiendo su calor. Me gustó que se dejó hacer, también estuvo unos segundos pegada a mí.

Como lo habíamos conversado un año atrás, ella estaba visitando el país donde vivía y cumplió su promesa, al menos teníamos que tomarnos un café. Hablabamos de cosas triviales, pero no podía evitar ver su cabellera negra como la noche y esa boca que nunca me atreví a besar. 

Pasaron unos segundos en que se hizo el silencio para mí, no sé si ella seguía hablando pero me atreví a tomar su mano. Ella no la quitó sino que dio un apretón firme, sentí la suavidad de su piel y mi cuerpo estalló de deseo.

Me acerqué y por primera vez nuestras bocas fueron una, en un baile de lenguas que se había postergado por siete años, 2.555 días, demasiadas horas, mucho tiempo perdido, pero tal vez el universo nos tenía reservado ese preciso momento.

El beso fue exquisito, tierno pero a la vez apasionado, de esos que te dicen que estás con la persona ideal. 

Ambos paramos un momento, nos miramos a los ojos y casi al unisono dijimos lo que debimos haber pronunciado mucho tiempo atrás: ¿Quieres ir a mi casa?

02 noviembre, 2019

El coliseo romano


Decidí que era todo. Debía hacer algo para acallar todo lo que me agobiaba en el pequeño departamento oscuro donde solo se filtraban las luces de un mundo que desde hace días no me atrevía a visitar. 

Dibujé con mis manos cada rincón. Palpé la cómoda donde unos meses atrás estaban sus vestidos, sus zapatos, su ropa interior, sus franelas que primero fueron mías y luego de ella, sus perfumes, en todos los lugares podía ver su recuerdo.

Miré por la ventana, todo era ajeno para mí. Busqué debajo del mueble y allí estaba la solución. Un pequeño revolver calibre .22 que siempre guardé para "una ocasión especial". Verifiqué que todo estuviera en orden, lo coloqué en mi boca y por primera vez se hizo la luz en ese mínimo espacio.

Pero hasta eso me salió mal. En vez de morir, me di cuenta que aún vivía y que estaban naciendo muchos yo a partir de los pedazos de mi cerebro, de mi sangre y los restos del disparo que pegaron contra la pared.

Estaba creciendo a un ritmo vertiginoso y pronto los 22 metros de espacio que eran mi hogar se vieron sobrepoblados por mis clones. Fue el caos, todos comenzaron a reclamarse entre sí.

¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué dejaste que todo llegara hasta este punto? ¿Qué te costaba hacer las cosas diferente? ¿Y si intentas hablarle? ¿Eres estúpido? ¿Tan mal hiciste todo en los últimos años para quedar así? ¿De verdad valía la pena intentarlo más de seis veces?

Fue una pelea infinita que duró pocos minutos, pronto entre ellos mismos comenzaron a golpearse, a hacerse daño, tomaron los cuchillos de la cocina y se cortaban la yugular, una cuchillada directo al corazón, era una microversión del coliseo romano.

Al final todo fue sangre, todo fue silencio y sin embargo, todas las preguntas que se hicieron quedaron flotando en el aire sin respuesta alguna, ¿algún día las habrán? ¡No lo sé!