15 diciembre, 2020

Soltar

La memoria funciona como una cicatriz mal cerrada por donde fluyen recuerdos, sensaciones, imágene, tan vívidas, tan reales, que me hacen pensar que me trasladé a un momento en especial.

Por eso no importa cuántas veces lo intente, es imposible no recordar, y aunque todo ello es una carga para mí, me aterraría olvidar parte de mi vida, porque así funciona, como cuando te estás ahogando y encuentras cualquier cosa a la que sujetarte.

Si abandono mis memorias, sería soltar ese salvavidas para hundirme en unas tinieblas profundas, oscuras e inmensas donde no sé quién soy, qué valgo o simplemente no tener una razón de mi existencia. 

Tal vez debería ahogarme, dejar que la corriente me lleve a lo desconocido, pero en este momento, es imposible. Me da más miedo soltar que volver a nacer.

12 diciembre, 2020

El clima


El sol sale entre tus piernas y se oculta en tus ojos, 

La noche nace en tu cabello oscuro, 

Y el día en cada una de tus sonrisas,

Que dan pie a atardeceres apacibles.


Eres invierno, con tus pies fríos, 

La primavera con tu carácter apacible,

El verano con tus deseos de fuego, 

Y el otoño con tus momentos tristes. 



07 diciembre, 2020

Ansiedad



Atardeceres llenos de nostalgia,

Noches sin dormir, sin sentido,

Solo en sueños encuentras la magia,

Intensa, vivaz, deseos prohibidos.


Eres lo que sueñas, lo vivido,

Dejando todo en el camino,

Avanzando, tanto has recorrido,

Desesperado, ansioso por un buen destino.

06 diciembre, 2020

Califernando y la dramaturgia gatuna

Califernando en sus cinco años de vida ha elaborado dos estrategias claras para pedir comida: abriendo y cerrando la boca rápidamente, como si estuviera mordiendo algo inexistente, ese bocadillo perfecto que solo puede materializarse en su mente gatuna. 

Lo hace cerca de mi oído, no sé si para despertarme, o simplemente compartir conmigo ese placer surgido de la comida ideal, esa que solo existe en su imaginación. Solo lo hace de madrugada, tal vez porque es más silenciosa, más precisa, más certera.

La otra forma de exigir la alimentación diaria es mirándome directamente a los ojos, moviendo sus orejas hacia atrás y maullando, pero no es un maullido normal, de esos que se escuchan en la boca de cualquier gato, sino un sonido que raya en la poesía, en una obra teatral dramática y desgarradora, que al ser traducida del gatuno al español, diría algo así:

"Papá, tengo hambre, ven a observar mi plato. Se ve tan vacío, tan triste, tan melancólico. Míralo, refleja la soledad del mundo que nos rodea. Es un plato desolado, un territorio inhóspito que necesita de tu atención. 

Parece un universo sin sus estrellas, un perro sin sus pulgas, un ombligo sin su sucio, unas orejas sin su cera, obsérvalo papá, un plato así no tiene razón de ser. Lo muevo y no suena, carece de esa melodía tan perfecta entre lo tostado y lo suave, las ganas y la saciedad, ¿puedes llenarlo?

Dale vida al plato, por favor. Necesito verlo lleno, hasta el tope. Sentir que cuando acerque mi boca a él, mi nariz quedará sumergida en comida. Solo así podré comer tranquilo, pero solo por unas horas, luego te contaré nuevamente la historia del plato desolado".

Toda esa obra dramática sucede en segundos, mientras Califernando me observa y pienso que tengo al mejor gato del mundo, no solo porque es hermoso, por su compañía, sino porque al parecer, en un futuro cercano será un genio de la dramaturgia gatuna.

07 agosto, 2020

La sombra (y III)


Ella me miraba fijamente, con ese clásico gesto que toman las personas cuando te quieren presionar para que comiences a hablar. 

Pasaban los minutos y yo seguía sin articular palabra, todo lo decía en mi mente que trabajaba a una velocidad ensordecedor que me estaba provocando una jaqueca. 

Opté por quedarme callado, tal vez de esa manera ella hablaría y aclararía mis dudas. Ambos nos quedamos callados, retándonos en silencio y dejando que el ruido de la calma guiara la supuesta conversación.

Tras media hora de estar así, me levanté y abrí la puerta del departamento. Era hora que saliera de mi vida para siempre. Solo en ese momento se dignó a tomar la iniciativa, me besó y se fue. Sabía que ya no volvería a estar en este plano para mí.

04 agosto, 2020

La Sombra (II)


Su voz es completamente distinta, puedo asegurar que no es la misma persona. Sin embargo me parece conocida, evoco el pasado al mirarla a los ojos. Como hipnotizado, sigo sus palabras y la invito a pasar.

Entramos juntos al ascensor, huele a un perfume que no había sentido en años. Ella está en una esquina, yo en la otra. No me habla, pero sabe a dónde va porque marca el número del piso de mi departamento.

En unos segundos estamos frente a la puerta de mi casa. No puedo hablar, pero sé que está conmigo. Entramos y la luz de la ciudad se filtran por toda la ventana de la habitación, sí, aún vivo en el minúsculo espacio que me recibió al llegar al país.

Coloca música, se mueve por el pequeño departamento como si no hubiera olvidado cómo desenvolverse en él. Me ofrece una cerveza, se sienta en la mesa y me mira fijamente:

¡Cuéntame, qué es lo que quieres decirme y no te deja dormir! La miro sigo mudo. Acepto la cerveza porque seguramente el alcohol me hará hablar.

Pasan los minutos, el silencio solo se rompe por uno que otro automóvil que pasa por la calle de enfrente.

¡Entonces, ¿no me vas a decir?! Como embrujado, comencé a hablar.

02 agosto, 2020

La sombra (I)


La ciudad se mantiene oscura, desierta, pocos faroles iluminados. Se nota en las calles la falta de movimiento, solo hay una corriente tensa entre peligro, riesgo y soledad, la receta perfecta para los que buscan emociones fuertes, inolvidables e incluso dolorosas.

No sé por qué pero quise salir a caminarla, necesito este momento en el que el silencio es la chispa adecuada para hacerme pensar más rápido. Mis pasos suenan como un tren, ese ruido característico de golpes incesantes en las vías.

En un momento el sonido de otros pasos se une a mi repiqueteo, volteo y no hay nadie. Eso también ocurre a menudo en los momentos solitarios, comenzamos a colocar cosas donde no las hay. Materializamos deseos y evocamos recuerdos como si fueran de carne y hueso.

El sonido me sigue acompañando pero ya no le presto atención, los fantasmas siempre han existido. Al pasar debajo de un farol noto que mi sombra va acompañada por otra. Sí, la ciudad me está jugando una broma pesada.

Indeciso deciso regresar a casa, no quiero que esa sombra termine siendo una realidad. Doblo en la esquina y ya mis pasos avanzan sin compañía, me siento tranquilo. A unos pocos metros del portal de mi edificio veo una figura femenina.

Dudo, es muy raro que a esa hora una chica se haya atrevido a salir a caminar. A medida que me acerco noto que tiene la misma figura que la sombra que me acompañaba. Lleno de temor apuro mi caminar, quiero volver sobre mis pasos pero sería peor.

Al llegar al portal, confirmo que es ella. Me saluda, me mira desafiante y con una voz deconocida me pregunta si no la quiero invitar a pasar...

29 julio, 2020

Correr


A veces tengo tanto miedo de mi. No sé qué es lo que pienso o que es lo que quiero, en algunas oportunidades mi mente juega con mi cuerpo y lo maneja como si fuera un títere, sin alma, sin sentimientos.

En días en los que quiero correr, en los que no sé quién soy pareciera que no tengo alma, ni sentimientos, solo soy un pedazo de piel recubriendo huesos y órganos vitales. Me siento vacío, como si no hubiera lugar en el mundo que realmente me puede satisfacer.

Es terrible sentirse así, con ganas de correr, de escapar, de querer trasladarse a un nuevo universo, a otro planeta, a otro lugar que me permita encontrarme conmigo mismo.

Porque realmente es trágico no encontrarse, no entender lo que soy sabiendo que muchos esperan algo de mi, incluso yo mismo espero algo que estoy seguro que nunca me podré dar.

24 julio, 2020

Fantasmas


Cuando estoy solo es cuando más tengo miedo. La soledad es una mala consejera y termina proyectando ante mis ojos tantos recuerdos.

Desde que me levanto comienza un desfile de espejismos felices, seductores, dolorosos que se materializan como fantasmas.

Trato de ahuyentarlos pero al final termino abrazándolos, conversando con ellos y tomándome una taza de café con el pasado. Sé que debería dejarlos ir, admitir que ya nada de eso tiene sentido en mi presente, pero quién no se ha quedado atado a cosas inútiles e imposibles.

Lo peor es que mientras más piensas en eso, más fuerte se hace llegando a tener el poder suficiente para hacerte daño, dominarte y lograr que sientas dolor, incluso tan vívido y real como cuando lo experimentaste.

Y lo más increíble, es que por más que tratas de pensar en los momentos de alegría, siempre vendrán los que causaron más tristeza o depresión.

21 julio, 2020

En nueve meses


Al final lo había decidido pero no estaba solo. La vida era demasiado rutinaria, solitaria y algo gris. Ella como siempre, trataba de empujarme para ser un mejor hombre, pero desde hace mucho tiempo no conseguía darle color a mis días.

Busqué el revolver, cargué todo el tambor y me encerré en el estudio. Sin embargo olvidé poner el pasador y cuando ya tenía el acero del arma en mi boca, mi novia entró a la pequeña habitación mirándome fijamente.

Hizo un gesto para que me callara y se quitó el sweater que traía puesto. Su piel solo estaba cubierta por un lingerie azul que realzaba sus formas, la blancura de su cuerpo y unos que otros rollitos, que le daban más naturalidad a su belleza.

Aún mi mano estaba en el gatillo pero había perdido fuerza de voluntad. Mi chica ya había posado su boca pero en la otra arma, que siempre ganaba potencia cuando ella me acariciaba. Comenzó a besarla, lamer y luego de espaldas, se sentó sobre mí.

Arriba, abajo hasta que el disparo sonó. La sangre comenzó a fluir de mi cabeza destrozada al igual que mis fluidos dentro de ella. Sus caderas se seguían moviendo, como si quisiera absorver toda la vida que se estaba escapando de mi cuerpo.

Probablemente su orgasmo fue la chispa que como el big bang estaba destruyendo todo, para darle paso a un nuevo nacimiento.

En nueve meses, parte de mí nacería de su vientre.

12 julio, 2020

Nueva vida


Sentí que lentamente estaba dejando mi cuerpo. Después de unos cuantos intentos de la naturaleza, o tal vez del destino, había muerto.

Mi conciencia se escapaba flotando del mundo. Desde arriba veía mi cama, mi gato que seguía durmiendo tranquilo al lado de mi cuerpo inerte y luego, toda la ciudad con sus luces encendidas, pero sin autos o personas en las calles. 

Después de unos cuantos minutos atravesé el túnel, ese que muchos ven al morir pero que no se atreven a cruzar y por eso vuelven de la muerte. 

Caminé por él y llegué a un pasillo blanco infinito. A medida que iba dando pasos me fijé en las dos paredes que me flanqueaban a izquierda y derecha, eran transparentes, divididas en cajas marcadas con un nombre, dos fechas: año de nacimiento, año de muerte, una ranura y un tablero digital. 

Me acerqué a una y vi cómo era el funcionamiento de todo allí. Cada caja era un futuro ser humano. Su nombre, fecha para llegar al mundo, fecha para regresar a la caja y lo más impresionante: un largo brazo mecánico insertaba por la ranura cápsulas y luego introducía complejas combinaciones numéricas en el tablero digital. 

Tras caminar por unos minutos escuché un gran estruendo. Una caja se abrió, salió una especie de nave espacial con un bebé adentro y vi cómo salía disparada de allí, hacia el túnel y probablemente al mundo. 

No entendía qué debía hacer pero al pasar cerca de una de esas lápidas digitales sentí que un brazo me tomaba, la puerta se abría y me colocaba dentro. Como si me estuviera desnudando, arrancó cada parte de mi cuerpo y solo quedó mi cerebro suspendido en líquido amniótico.

El brazo mecánico comenzó a trabajar rápidamente y supe que me estaban preparando para una nueva vida. 

05 julio, 2020

Reflejos


¿Solo me pasa a mí? Cuando tengo un momento de felicidad extrema, a los pocos minutos de que este finaliza siento que caigo en un pozo sin fondo de tristeza y podría decirse de depresión.

Abro y cierro los ojos como hacen los niños en las películas de terror para eliminar a los fantasmas: tapa tus ojos por cinco segundos y cuando los abras, ya el monstruo no estará ahí. Yo lo hago con un motivo completamente distinto: para volver a recordar todo lo que viví.

Es que aunque la memoria es como un gran almacén gigante de recuerdos, quisiera poder volver a ver todo lo que experimenté en esos momentos de alegría y perfección.

Quisiera que se reflejaran ante mí como si salieran de un proyector, y no, no me gusta grabar o ver videos porque me parece que tienen algo de ficción y artificios poco creíbles, yo quisiera volver a vivir el pasado.

¿Les pasa? A veces antes de irme a dormir siempre pienso con todas mis fuerzas, ¿será que puedo soñar esto una vez más?

27 junio, 2020

Película: "A Single Man" (2009), recuerdos en sepia que duelen para siempre


Año: 2009
Duración: 99 min.
País: Estados Unidos
Dirigida por: Tom Ford

Reparto: Colin Firth, Julianne Moore, Matthew Goode, Ginnifer Goodwin, Nicholas Hoult

Sinópsis: Los Ángeles, 1962, Crisis de los misiles cubanos. George Falconer (Colin Firth), un maduro profesor universitario británico y homosexual, lucha por encontrarle sentido a la vida tras la muerte de Jim (Matthew Goode), su compañero sentimental. Encuentra consuelo junto a su íntima amiga Charley (J. Moore), que también está llena de dudas sobre el futuro. Kenny (Nicholas Hoult), un estudiante que se esfuerza por aceptar su auténtica naturaleza, acecha a George porque ve en él a un espíritu afín. 

Las experiencias durante nuestra vida definen nuestra personalidad. Nos van moldeando, ¿o tal vez golpeando?

Van surgiendo frente a nosotros como las olas, fuertes e indomables, que vienen una y otra vez cuando estamos dentro del mar agitado, obligándonos a tomar aire, hundirnos y esperar en el medio de un rugido ensordecedor. Todo es gris alrededor y luego, cuando podemos salir a la superficie, toma un color vívido, hermoso, resplandeciente. 

Así era la vida de George, el protagonista de "A single man", viviendo en un sepia nostálgico, lleno de remembranzas y solo cuando experimentaba mínimos detalles de felicidad volvía a ver todo a color y normal. Lo entiendo, durante mucho tiempo he vivido así. 

Estoy bajo las olas, dejándome llevar por la corriente y a veces, cuando por ejemplo me detengo a acariciar a Califernando, mi gato, a oler su cuerpo peludo y ese espacio entre sus orejas, allí todo se transforma en algo tan real, tan bonito, a color, tan humano, que me provoca seguir viviendo. Luego como un click, vuelvo al color sepia.

George estaba atormentado por una pérdida amorosa, de esas que cambian tu vida en cuestión de minutos y no entiendes qué ocurrió, sabes que ya nada volverá a ser lo mismo. Son escenas que hemos sentido y experimentado. Como aquella vez en que iba a la universidad y en cada rincón veía a la mujer que me hizo soñar, ver la vida de otra manera y que incluso me acompañaba a escuchar las clases. Era como si las palabras del profesor fueran creando su recuerdo ante mis ojos. 

La decisión de ver en sepia o a color es difícil, complicada, porque quieres evitar caer en una realidad ficticia de esas que son tan perfectas que duelen, que sabes que cuando se acaben te enviarán a lo más profundo de las tristezas. 

Sé que soy una persona una tanto negativa, escondiéndome en lo gris y viviendo pocos momentos en los que sonrío, cometo locuras, pero luego de tantas olas que me han golpeado, es mejor mantenerse bajo la superficie para solo salir cuando sabes que estarás a salvo, experimentando por al menos unos segundos eso que muchos llaman felicidad, efímera, pasajera y dolorosa cuando se recuerda. 

24 junio, 2020

La montaña


Escalé al tope de la montaña. Por primera vez la había visto vestida de novia, con un velo blanco reluciente reflejando rayos del sol como si fuera un espejo.

Siempre me habían seducido sus laderas, escarpadas, indómitas y con caminos salvajes, no sé, pero las comparaba con la vida.

Primero intentando subir, luego encontrando la ruta más cómoda y más tarde, al dar un paso en falso, perder lo avanzado y tener que retomar lo andado.

Sin embargo todo eso quedó atrás cuando desde la cumbre observé la ciudad en todo su esplendor, dormida, quieta y mínima, en calma.

Tomé fotografías, observé y me senté a descansar. Y allí pensé ¿valió la pena llegar a lo más alto?


20 junio, 2020

Un toque de esperanza


Después del accidente solo quería morir.

Era una cosa, un maniquí de piel, huesos mal ajustados en su sitio y muñones casi cicatrizados para tratar de disimular esa unión donde alguna vez hubo extremidades. Solo me quedaba mi mano derecha a la que le dieron un uso muy especial.

Cada día abría mis ojos y alguien proyectaba en el techo escenas paradisíacas: una playa, un amanecer, pasajeros saludando desde un crucero, el lanzamiento de un cohete espacial; imágenes para hacerme creer que aún era humano.

Nada más lejos de la realidad: sentía como a través de las sondas conectadas a mi estómago iba entrando la comida, lentamente, sustancias espesas como una papilla que unos minutos después volvían a salir por una sonda trasera pero con olor nauseabundo, marrón y más espeso aún.

Respiraba gracias a una máquina que subía y bajaba eternamente, inflando mis pulmones como globos y ellos levantando mi pecho como si allí hubiera vida. 

Pero la peor parte se la llevó mi corazón. Durante la cirugía en la que decidieron mantenerme despierto abrieron un pequeño canal por mi traquea por el que introdujeron dos cables -uno azul y uno rojo - que iban por un extremo conectados directamente a la aorta y por el otro, no hay manera de entenderlo sino lo explico como me lo dijeron los doctores:

"El azul es el positivo, va directo a una batería que debe ser cargada manualmente. Y el rojo es el negativo, conectado a la punta de su miembro masculino que funcionará como una bobina: cada día tendrá que conseguir un orgasmo que será la chispa que alimentará la batería y también su corazón, sino lo logra, morirá."

Al escuchar eso, vi que el camino era muy fácil. Al no tocarme, moriría de un infarto y conseguiría el descanso. 

Lo que no esperaba era que al primer día, cuando estaba cayendo el sol y la batería comenzaba a dar señales de morir, una mujer enfundada en lencería sexy entró a mi habitación: sin decir palabra usó mi cuerpo para masturbar su boca, sus curvas y sus cavidades, luego de media hora, la batería estaba cargada y mi corazón despierto nuevamente. 

Así pasaron dos meses, 61 días, día a día la misma enfermera me usaba para calmar sus deseos y avivar mi corazón. A la tarde del día 62 no apareció, me sentí desfallecer, las advertencias de la batería eran cada vez más fuertes y mi pecho comenzaba a agitarse. 

Tal vez aquella mujer no había podido llegar, seguramente al día siguiente volvería, así que usé mi mano derecha y me masturbé frenéticamente. En segundos todo volvió a la normalidad. Sí, no podía perder la fe. 

Pero no sucedió, todas las tardes siguientes esperaba a la enfermera hasta el último respiro de la batería y allí usaba mi mano. Mañana sí, mañana sí, me decía, mañana si volverá. 

Al final entendí para qué habían dejado mi mano derecha: la mujer había sido un entrenamiento para convertirme en una cosa sin alma, sin humanidad pero con algo que en el fondo sabía que era una locura: un toque de esperanza. 

18 junio, 2020

Un sueño


No lo podía describir. Sumergirme en las profundidades del mar era como volar hacia abajo.

A medida que movía mis extremidades no me importaba que el agua estuviera prácticamente congelada o que la luz se extinguiera a cada metro que avanzaba.

Extrañamente no me faltaba el aire, era como si al alcanzar cierto nivel de paz mis pulmones funcionaran mejor que en la tierra.

Me sumergí, más y más hasta que todo estuvo oscuro a mi alrededor. De repente un fino hilo de luz emergió del fondo del mar, como un dedo haciendo señales para que siguiera el camino que indicaba.

Como si fuera una cuerda, lo tomé entre mis manos y recorrí su camino. Cuando toqué la arena, fangosa y apretada por la presión de miles de litros de agua, sucedió un terremoto. Todo a mi alrededor se movía, era como si el mundo se estuviera cayendo a pedazos.

Ante mí se abrió el fondo del mar y comencé a caer, miré hacia arriba y el agua ahora era el cielo. Ambas masas azules estaban unidas como dentro de una burbuja, en una batalla infinita para intentar unirse como agua y aceite.

La velocidad de la caída era como de un meteorito a punto de chocar contra el suelo. No hubo golpes secos, ni explosión. Solo abrí mis ojos ante un nuevo día. Todo había sido un sueño.

16 junio, 2020

Hogar


Caminar a la medianoche por una ciudad vacía puede resultar en una experiencia terrorífica pero a la vez nostálgica. 

La luz amarilla de los faroles que producen sombras tenues, tristes y apagadas a medida que vas avanzando hacia tu destino.

Los semáforos que van cambiando de colores como unos autómatas, dando indicaciones a unos automóviles que pasaron por ese mismo lugar horas atras y de ellos solo queda el recuerdo.

El sonido de tus pasos se hace más fuerte, como si a medida que caminaras fueras colocando un ladrillo para ir enterrando un pedazo de tu memoria.

Miras a una esquina, te acuerdas de la vez que justo allí tomaste un taxi para ir a la primera fiesta con un grupo de amigos. 

Pasas por el almacén ahora abandonado, ese donde muchas veces compraste el licor que borró tu mente por unas horas, ves acostado sobre el asfalto a un ser humano, perdido, ahogado en sus penas y a sus pies unas cuantas latas de cerveza. Te imaginas que ese pudiste haber sido tú si hubieras seguido los pasos del pasado.

A medida que te acercas a tu destino sientes que a tus espaldas se van apagando todas las luces, quieres mirar atrás pero no puedes, te da miedo, temor.

Piensas si mañana será diferente o todas las noches permanecerán estáticas, indiferentes, suspendidas en el tiempo. 

Al llegar a casa te acercas a la ventana y ves la ciudad iluminada, hermosa, distinta, caes en cuenta que la oscuridad la llevas en tu mente, en tu pasado y en la nostalgia que te invade al momento de colocar un pie fuera de esas cuatro paredes que llamas hogar. 

14 junio, 2020

¿Qué es el amor?


En estos días de otoño solo hay dos estados físicos posibles: frío en cada extremidad del cuerpo o un calor tibio que emana de cualquier manta o inclusive del cuerpo de otro ser vivo.

Cada día me divido entre esos dos estados, saliendo del frío para entrar al calor, unos minutos después enfriándome para luego volver a buscar algo tibio, es un ciclo que se repite durante las 24 horas.

Igual trato de repetirlo en Califernando, mi gato, a veces lo veo enrollado como la Tierra, sí sobre su propio eje, en posición fetal y voy en busca de una manta para colocarsela encima. ¿Entenderá esto como un acto de amor?

Lo hago de manera sincera, sin esperar nada a cambio, tan solo para cuidarlo y permitirle unas horas de mayor comodidad, tranquilidad y un sueño reparador.

Algunos pensarán que lo hago de manera automática, sin pensarlo, que haría lo mismo por una persona y que tal vez, él no me devolvería el gesto. Pero creo que sí, en cinco años he entendido que el amor no conoce de especies, de palabras, de caricias o miradas, solo se trata de desear que el otro esté bien.

El amor es...¿Complacer? ¿Entender? ¿Acompañar? Sí todo eso y más. Con una mascota o un gato o perro hijo, se tejen lazos que duran para siempre y que son más fuertes que una relación con una persona.

Por eso alguien me dijo hace poco algo que me demostró que el cariño y amor es un sentimiento que trasciende tiempo, espacio e incluso más allá de lo humano. "Si dejo de estar contigo, creo que no te dejaría de hablar tan solo para saber de Califernando".

Y eso es el amor...una relación que nunca se rompe, que será eterno hasta el final de los días incluso cuando no haya ninguna conexión física, de pensamiento o de piel. Como dice la frase cliché: el amor está en el aire.




11 junio, 2020

Repetidos


La vida es eso que pasa mientras estás sentado en cualquier lugar observando a la gente que está a tu alrededor.

Tantas experiencias, sueños, expresiones, pensamientos, te hacen sentir como si estuvieras orbitando en medio de un universo desconocido.

Lo interesante es observar, saber distinguir a cada quien y aprender a identificarlos, porque al final ellos se convierten en nuestro propio reflejo. Todos somos partes del otro.

Las vivencias se parecen, generalmente los sentimientos también: amor, tristeza, ansiedad, depresión, alegría, desgano; también las expresiones: sonrisas, disgusto, sorpresa; es como si nos repitieramos pero con distintas caras.

Por eso hay que ponerse en los zapatos del otro, esa es la clave de observar, entender y tratar de empatizar con los demás para asi conectar a un nivel más profundo.

09 junio, 2020

Multiplicado por dos


Dicen que el sexo es solo un encuentro carnal, un mete y saca combinado con un intercambio de fluidos que es capaz de formar una nueva vida.

Eso tiene cierto grado de verdad, pero también existe otra posibilidad. Cuando logras conectar la mente justo al momento preciso en que el orgasmo relaja tu cuerpo, sientes como si fueras un astronauta navegando a través de un universo inexplorado.

Estás acostado en la cama, aún sudando, con los músculos pasando de un estado intenso a un adormecimiento anormal, desnudo, con tu chica tocándote el cabello, la cara y comienzas a volar. Sientes que te despegas de la cama, que subes sin parar.

Incluso puedes imaginar el cielo, cada vez las caricias que estás recibiendo se notan más lejanas. De repente escuchas que ella también quiere tocarse, quiere probar el climax junto a ti.

Ahora estás sintiendo el movimiento de su cuerpo, de sus manos, sus gemidos se escuchan entre cortados, apagados, pero te impulsan a volar. Ambos están elevándose a lugares inalcanzables, rincones que solo existen en la intimidad.

Ya tu cuerpo no te pertenece, solo es un bulto de sensaciones y una mente que hace rato está procesando solo imagenes y fantasías. Tu chica gime, su cuerpo se contrae y justo en ese momento ambos alcanzan el máximo placer, ese que multiplicado por dos es eso que llaman amor.


06 junio, 2020

Soledad a futuro


¿Para qué?, ¿Cuál es la necesidad? Sé que a veces hace falta tener compañía, poder transmitir momentos porque como decía Christopher McCandless "la felicidad solo es verdadera cuando es compartida". 

Pero también admito que no me siento preparado, a veces soy tan hermético y egoísta que no creo ser capaz de estar al lado de alguien, brindándole apoyo o cariño, tal vez cuidándolo. 

En otras oportunidades, me recrimino porque me estoy negando un momento clave de la vida, porque veo como soy con Califernando y él mismo dirá: ¿Será que no tiene a más nadie para darle amor?, ¿Por qué no se atreverá?

Pero insisto, ¿Cuál es la necesidad?, ¿Presión social? Admito que la soledad a veces es una amiga que da malos consejos, te seduce, te ama, te acaricia y después cambia de cara, te maldice, te escupe, te dice todo lo malo que tienes dentro y así es un circulo imparable. 

Todo se resume en esa maña que tenemos los humanos de insistir en compararnos con los otros. Si ellos aparentemente son felices, será que yo hago lo mismo a ver si me siento igual.

Sí, me encantaría poder pasar mis gustos, aprendizajes, sueños y otras cosas a alguien más, pero también ya es muy tarde y el mundo ha cambiado demasiado, seguramente la relación duraría poco y esa persona me abandonaría para siempre. 

¿Es amor o es temor a estar solo en el futuro? Y no, seguramente pensaste que durante todo el post hablaba de una pareja, pero simplemente me refería a esa insistencia natural de querer multiplicar la especie, ¿Realmente es necesario tener un hijo? 

03 junio, 2020

Veinte años más joven


La casa había permanecido vacía por muchos años, albergando recuerdos que se paseaban entre los rincones como fantasmas de una vida anterior.

Al acercarme noté que la entrada estaba totalmente oscura, ya no existían los adornos que colgaban del marco en mis mejores años de infancia. Giré lentamente la cerradura, abrí la puerta y al entornar los ojos creí ver luz, todo se iluminó frente a mí.

Había vuelto a mi hogar. Mi papá me saludó desde el mueble, leía el periódico y me pareció extraño verlo sin bastón o silla de ruedas. Mi mamá me salió al paso, llevaba entre sus manos los adornos para hacer sus arreglos. Y aunque la gata de mi hermanita y mi gato eran de otra época más reciente, también estaban presentes correteando por toda la casa.

Seguí entrando y sentí el olor a café, a comida de mi abuela. Me estaba esperando en la cocina preparándome un vaso de té, un sanduche y algo más para merendar. Finalmente ella conocía ese departamento que no llegó a visitar porque unos meses antes de mudarnos allí su salud empeoró.

Fui a mi cuarto y todo estaba intacto. Mi computadora, mis osos de peluche, mis guitarras, mi ropa. Me vi en el espejo del armario y mi juventud, mi infancia se reflejaban frente a mí. Era yo, pero veinte años más joven.

Todo lo que me había pasado hasta ese día era un recuerdo. Tenía una nueva oportunidad.

01 junio, 2020

Una nueva realidad


¿Habrías creído hace un año si te hubieran dicho que el mundo se acababa en 2020?

Y no del modo como nos enseñaron cuando niños: el choque de un meteorito, o Jesús bajando de los cielos para condenar a todos los pecadores, o con un cambio climático que nos dejaría a todos como estatuas de hielo.

Tal vez te habrían contado algo como: "El año que viene el mundo quedará paralizado de polo a polo. Un virus aparecerá en China, luego en Europa, después en Estados Unidos y luego el resto del planeta. 

Tú estarás tranquilo en tu país, tal vez comenzarán algunos casos, al mes unos 800 contagiados y a los dos meses y medio casi 100 mil, parecerá sorprendente, pero nadie hará nada, sino que seguirá su vida encerrado entre cuatro paredes para evitar contagiarse. Los médicos trabajarán sin cesar, pero será como tratar de atrapar una corriente de agua entre los dedos, imparable mientras no exista una vacuna. 

Mientras todos se concentran en la enfermedad, las economías se sumergirán en una océano de dudas, más bien deudas. Miles de desempleados, cero flujo de caja, empresas cerrando, un apocalípsis económico en pleno.

Y cuidado, porque en la mayor potencia del mundo estarán a las puertas de una guerra civil. Sí, es verdad que allá se matan cada año por problemas raciales, pero en 2020 será peor porque todo el mundo lo verá, saldrá a las calles sin importar contagiarse, pidiendo un cambio. 

Al final el mundo quedará girando sobre su propio eje y alrededor del sol, pero con un sutil palpitar del segundero de un reloj. El planeta no se acabará, lo que morirá serán las sociedades que tendrán que reinventarse, renacer y adaptarte a una nueva realidad, ¿crees todo lo que te estoy contando?"

 Después de escuchar toda esa historia hace un año, ¿qué habrías respondido?

30 mayo, 2020

Surreal


Caminar sin rumbo, 
Esperar el final,

Sentir que vas dando tumbos, 
Sin saber dónde vas, 

Encuentras el camino,
El lugar que esperabas, 

Allí eres feliz, hay alegría,
Parece que fuera surreal,

Te quedas, es tu nuevo hogar,
Lo sabes, allí te vas a quedar

28 mayo, 2020

"I can't breathe": el racismo sigue asfixiando a América


Hace seis años un policía blanco mataba a un ciudadano afroamericano, Eric Garner, aplicándole una llave de estrangulamiento por el simple hecho de estar en la calle vendiendo cigarrillos de manera ilegal.

Murió por falta de oxigeno y sus gritos pidiendo ayuda: "I can´t breathe", le dieron la vuelta al mundo y causaron una revuelta social que duró semanas; la ira de la comunidad negra estalló luego que un jurado declarara inocente al funcionario de policía, David Pantaleo.

Pantaleo fue despedido de la Policía de Nueva York en 2019, lo que debió servir de ejemplo para otros policías en la misma situación, pero aparentemente, la vida no es así: en mayo de 2020 se repite un caso similar que vuelve a evidenciar el racismo que existe entre los cuerpos policiales de Estados Unidos.

George Floyd, un afroamericano de unos 40 años residente en Minneapolis, fue puesto bajo custodia por un policía blanco que decidió controlar la situación sujetándolo con su rodilla justo detrás del cuello y presionándolo contra el pavimento. Su único delito: presuntamente intentar pagar en una tienda con un billete falso de 20 dólares, no estaba armado y de acuerdo al material audiovisual, no representaba una amenaza para la policía.

Floyd exigía que lo soltaran, que no podía respirar (I can't breathe), incluso testigos que grabaron el hecho alertaron a los policías que se notaba que algo malo ocurría, pero no hubo ningún tipo de respuesta. Minutos después, Floyd fue trasladado inconsciente al hospital donde falleció.

No hay duda que Estados Unidos es la nación más poderosa del mundo. Tiene potencia militar, invade países a su antojo, controla a través de sus agencias a varios organismos del orbe, hace y deshace a medida que avanza su política tanto interna como externa. 

Son un ejemplo a seguir de constancia y eficacia, no les importa qué deben hacer para cumplir sus objetivos. De cierto modo esto es necesario para ampliar la agenda geopolítica de un Gobierno pero, ¿hace falta también aplicarlo a sus ciudadanos?

Deportistas, actores y personalidades han fustigado la actuación policial. Will Smith comentó algo muy cierto sobre el caso: el racismo no está empeorando, es que ahora se está grabando. Le Bron James, estrella de baloncesto, publicó en su Instagram una foto vistiendo una camiseta con el mensaje "I can't breathe".

¿Hay alguna diferencia entre Eric Garner y George Floyd? Ninguna. Estaban en el lugar equivocado, en el momento equivocado y se tuvieron que enfrentar con la cara más oscura del Tío Sam, esa que tratan de mantener oculta, en las sombras y archivada entre montañas de decisiones judiciales.

Hoy tenemos la ventaja de que todo se puede grabar, compartir y difundir inmediatamente por todo el mundo. Garner y Floyd quedarán como un hito negativo de todo lo que está mal en la sociedad americana.

Cuando escuchas a alguien pedir ayuda, se supone que tienes que ayudar, ¿no debería ser así?

27 mayo, 2020

Nuestras historias


Siempre me he preguntado qué pasaría si te dijera todo lo que hice, lo que he hecho. Si lo supieras, ¿Te atreverías a salir con alguien como yo?

Sé que sería difícil si conocieras mi historia palabra por palabra, detalle a detalle, los secretos más oscuros, ¿En serio te atreverías a estar con alguien como yo? Te daría toda mi historia para que tomaras tu decisión.

Sé que ya no somos tan jóvenes, que estamos cansados de tomar riesgos, por eso te lo digo. Aunque conociéndote, probablemente me dirás que no importa lo que haya pasado, que tú también has escuchado muchas historias de fracasos, de sueños, de tristezas y que eso no llevó a ningún lado.

Probablemente me dirás que nos arriesguemos al menos por un día, un día en el que no nos importe nada ni nadie. Que no nos importen los jóvenes, los viejos, las personas, solo tú y yo para hablar de nosotros, de nuestras historias.

Y no importa lo que hagamos, lo que vayamos a conversar. Porque el miedo está latente cuando llegas a tener cierta conversación, todos se asustan y deciden desaparecer. ¿Harás eso conmigo?

Algunos ya se han ido al conocer todo lo que tengo que decir, pero sé que tú no, que lo que buscas es que hablemos de ti y de mi, de nuestros fracasos, sueños y tristezas. ¿Te atreverías a salir con alguien como yo?

Relato escrito inspirándome en la canción "Young Folks" de Peter, Bjorn and John

26 mayo, 2020

Las preguntas de rigor


Nos conocemos verdaderamente luego de un orgasmo. Cada persona actúa de manera diferente.

Algunos ríen a carcajadas, probablemente maravillados del milagroso efecto de un mete y saca, de las sensaciones producidas por un movimiento de caderas y el roce de pieles lubricadas por el intercambio de fluidos.

Otros se dedican a dormir, descansando plácidamente como si hubieran ejecutado una complicada tarea, extenuante, difícil pero con gratos resultados.

También existen los curiosos, esos que comienzan una encuesta de satisfacción al cliente para probablemente, mejorar el desempeño a futuro. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Quién/Qué?, son las preguntas más comunes para formarse una historia mental: fracaso rotundo o éxito repetible.

Y están los que terminan sintiéndose dueños del mundo. Se levantan aún desnudos, se contonean por la habitación y hacen lo que más les gusta. Tocan guitarra, otros fuman, observan por la ventana y luego con una mirada seductora, hacen la pregunta de rigor: ¿Qué tal?

Ellos saben la respuesta pero quieren que la reafirmen, así alimentan su ego y tienen de nuevo un orgasmo intelectual, personal, silencioso e íntimo.

Al final todos nos movemos hacia eso, una gratificación carnal que nos alimente y nos haga sentirnos únicos, irrepetibles, deseables y perfectos, tanto por fuera como por dentro.

25 mayo, 2020

Película: "París, Texas" (1984); escapar para encontrarnos a nosotros mismos


Año: 1984
Duración: 144 min.
País: Alemania
Dirigida por Wim Wenders
Reparto: Harry Dean Stanton, Nastassja Kinski, Dean Stockwell, Aurore Clément, Hunter Carson, Bernhard Wicki

Sinópsis: Un hombre camina por el desierto de Texas sin recordar quién es. Su hermano lo busca e intenta que recuerde cómo era su vida cuatro años antes, cuando abandonó a su mujer y a su hijo. A medida que va recuperando la memoria y se relaciona con personas de su pasado, se plantea la necesidad de rehacer su vida.

Escapar, esa es la clave. Hay días en los que queremos escapar de nosotros mismos, de nuestras culpas, de nuestros remordimientos, del pasado que nos acecha como unos lobos a su presa. Ese es el motivo que da origen a toda la trama de "París, Texas", con un protagonista que al parecer ha estado caminando sin motivos por mucho tiempo en el desierto.

Esa es la explicación sencilla, la que probablemente muchos encontrarán al inicio de la película. Pero  no luce tan simple, es como la vida, parece fácil pero no lo es. Encerrarnos en nosotros mismos en un viaje sin retorno aparente, parece la opción más acertada.

Como Travis, el personaje principal, muchas veces he comenzado a caminar para intentar que el cansancio apague mi mente. Como aquella vez en que luego de una ruptura amorosa, salí a la calle y caminé casi 10 kilómetros por más de dos horas. Al llegar a mi destino no sabía cómo lo había hecho, mis pies cansados eran lo único que dominaban mi mente.

Travis es un protagonista que pareciera escrito para reflejar a nuestros miedos, inseguridades, esos momentos en los que somos como un niño inocente que no sabe cuál es el final del recorrido. Su relación con un hijo que llega a recuperar, es tan real y fraternal que saca lágrimas.

Una escena en la película y que también estuvo en mi vida, fue cuando padre e hijo caminan, cada uno en una calzada, haciendo pantomimas para reír y ser felices. Cuando tenía unos nueve años, mi papá me buscaba en el colegio y luego me llevaba a su oficina, un mundo que para mí era un universo inexplorado, gigante y que me llenaba de sueños, porque allí todos lo conocían y lo miraban con gracia, simpatía y amabilidad, cada día terminaba conmigo imaginando que en un futuro sería como él.

Nací en 1984, en el mismo año en que Travis estaba hablando sobre su desamor en la gran pantalla, y me pareció increíble que describiera tan perfectamente una relación de pareja que yo mismo tendría 31 años después. Luchando por más de dos años por ganarme el cariño de alguien que en si misma solo quería escapar, desaparecer y dejar todo atrás sin importarle nada.

"París, Texas" de cierto modo es un reflejo de mi existencia, de mi manera de ser callada, reflexiva, a veces muda y otras juguetona como si fuera un niño soñador con metas irrealizables.

Al final, eso es lo que ocurre cuando vemos películas, historias imaginarias tan perfectas que no importa cuando fueron creadas o estrenadas, siempre reflejarán nuestras emociones, errores y sueños a tal punto que terminaremos siendo los protagonistas de la trama.

22 mayo, 2020

Errores, temores, amores



He cargado con mis errores, 
ocultándolos, admitiéndolos,
pesados como equipaje,
que me acompañan en este viaje.

He cargado con mis temores,
odiándolos, abrazándolos, 
salvajes como un animal herido, 
que me han atacado, me han dolido

He cargado con mis amores, 
efímeros, sútiles, 
ligeros como una ilusión,
que me han hecho soñar con el corazón

He cargado con errores, 
con mis temores, con mis amores,
me hacen vivir, me hacen sufrir, 
de eso se trata eso que llaman sentir

19 mayo, 2020

Playa infinita


Abrí los ojos. Pude reconocer al instante el murmullo característico de las olas, una gaviota pasó sobre mí dándome los buenos días. El sol ya se había levantado y lo supe porque noté que mi piel estaba caliente, probablemente tostada.

A pesar que las olas me arrullaban y el clima estaba perfecto para quedarse en cama, la curiosidad fue más fuerte. Necesitaba saber por qué había despertado en esa playa. Me rasqué los ojos, miré al cielo una última vez y me senté.

La playa era infinita, no se veía su final y lo más increíble era que a mi alrededor había miles de camas iguales a la mía. Confundido, curioso, puse los pies en la arena. Sí, la playa era real. A mis espaldas las olas continuaban su danza imparable y no entendí en ese momento, pero unos perros aguardaban en la orilla.

Me levanté. Caminé entre las camas. Sobre cada una de ellas, un detalle de mi vida. El triciclo que me regalaron cuando tenía unos tres años. Mi anillo de graduación de la universidad que perdí quién sabe dónde. El reloj de mi papá. La franelilla que jamás regalé. Un plato de pasta con atún.

La tristeza me invadió. Eran recuerdos dolorosos. Comencé a correr entre las camas. Cada vez habían más y más detalles. Al final caí de rodillas en la arena, llorando, tratando de escapar de esa playa infinita. Miré al agua, ¿podría ahogarme?, pero en ese instante entendí por qué los perros estaban allí: rápidamente se pusieron en guardia, amenazando con sus colmillos afilados.

Volví a mi sitio. Ubiqué una cama vacía y me volví a acostar. Decidí que tenía que quedarme allí para siempre, convivir con los recuerdos dolorosos interminables, pero que si aprendía a tolerar, no me harían daño sino que serían solo un adorno en esa playa infinita.

16 mayo, 2020

Entendimiento y cariño


Cuando veo la inmensidad del horizonte me siento inseguro, perdido e incluso temeroso porque pienso que no he logrado todo lo que imaginaba que iba a obtener cuando vi por primera vez la majestuosidad de la ciudad.

Al estar allí, en la ventana, trato de dejarme llevar pero siempre termino pensando en nostalgia, en miedos y tristezas.

Y sé que por eso, en esos días, mi compañero, mi hijo adoptivo, Califernando, que ha estado a mi lado por casi cinco años, se acerca para darme apoyo.

Se acerca sigilosamente a olfatear, mirarme, casi me habla y luego, él también observa todo lo que nos rodea. Puedo sentir su deseo de descubrir, explorar y también su profundo temor por lo desconocido, por un mundo para el que nació preparado pero en el que no tenía muchas oportunidades.

Él y yo somos uno, a veces somos dos, pero nos compaginamos perfectamente porque en silencio nos entendemos, sabemos lo que nos atemoriza y lo que nos gusta. Porque de eso se trata una amistad, el amor, una familia, una pareja, una relación o cualquier cosa que te llega al corazón: de entendimiento, amistad y cariño sin esperar nada a cambio.

13 mayo, 2020

De a poquito


Nos venden la vida como algo grande, inmenso, provechoso, gigante. Una apoteosis de experiencias que nos llevan a la felicidad, al paraíso, a lo soñado.

Esos "vendedores" son los que van planeando a futuro, imaginando cómo serán de acá a una semana, un mes, un año, una década. Como si lo más importante fuera lo que viene, lo desconocido. 

Pero que distinto es cuando vives de a "poquito". Aprecias el aleteo de una mariposa, el murmullo del viento que pasa entre las ventanas mal cerradas, cuando el gato pestañea adormilado o el pequeño maullido cuando bosteza, la sonrisa que te brinda una visita inesperada, miradas furtivas al conocer a una persona, las notas de una canción o cuando te dicen "tengo miedo" porque no se sabe qué podrá pasar.

De a "poquito" se siente una conexión con una realidad que va más allá de lo que sentimos. Es como cuando escuchas detenidamente el palpitar de un corazón que no es el tuyo, un detalle que vale la pena vivir porque parece que congelara el tiempo.

Quedas suspendido en un placer indescriptible, en un nirvana emocional del que no quieres salir ni escapar, solo quedarte allí gozando de una emoción que deseas que perdure para siempre, eterna e idéntica en todo sentido.

Los "poquitos" son más y nos enseñan a apreciar la belleza de lo humilde, lo sencillo y lo simple que es, puede y debe ser la verdadera felicidad. 

12 mayo, 2020

Película: "The Lobster" (2015), compromisos y ataduras a favor de cada quien




Año: 2015
Duración: 118 min.
País: Grecia
Dirigida por Yorgos Lanthimos
Reparto: Colin Farrell, Rachel Weisz, Jessica Barden, Olivia Colman, Léa Seydoux

Sinópsis: Narra una historia de amor no convencional, ambientada en un mundo distópico, en el que según las reglas establecidas, los solteros son arrestados y enviados a un lugar donde tienen que encontrar pareja en un plazo de 45 días. El tema central es la soledad, el temor a morir solo, a vivir solo, y también al temor a vivir con alguien.

Cuando llegas a un punto de tu vida donde no tienes nada que perder, eres capaz de aceptar lo primero que te ofrecen. Eso es lo interesante del papel que interpreta Colin Farrel en "The Lobster".

Acorralado por la sociedad intenta de una vez por todas encontrar el amor, una compañera, y si no lo logra, permitirá que lo conviertan en un animal.

Y quién no se ha sentido así, siempre me pasa cuando me despierto cada día en mi cama y ya no sé qué más hacer para lograr lo que quiero.

Intento de mil maneras y con distintas artimañas captar el amor de alguien, bien sea haciéndome el malo, el insensible, el osado, el cariñoso, pero cuando la relación o amistad fracasa termino convertido en algo peor que un animal. Lamentandome viendo cómo cambié e intenté mejorar, pero nadie se dió cuenta.

Es lo mismo que le sucede al personaje de Colin, cuando a costa de conseguir una pareja, pierde a un compañero, su hermano, y allí es el punto de partida para que no le importe nada y decida aislarse en una especie de tribu social.

Lo entiendo. Después de tantos fracasos me he sumergido en mi propio espacio donde todos me aceptan, me entienden y bajo ciertas normas, se puede ser feliz. Pero eso también ha sido un error, porque termino formando parte de algo que al final me convierte en algo que no soy.

Entonces vuelvo al punto de partida, donde  la sociedad y los compromisos son ataduras que cada uno interpreta a su favor. Termino aislado, sin nadie, pero a la vez huyendo de todo lo que al final no me da seguridad, ni certezas.

En "The Lobster" se refleja cómo tantas veces lo intenté, casi lo conseguí pero culmino escapando, arrepentido de mis decisiones y dejando atrás lo que quería, porque no es necesario que me conviertan en animal para entender lo que ocurre, que en mi mente está la verdadera causa del por qué no he logrado ser feliz y por ello debo estar solo.

11 mayo, 2020

Muchos días más


Toda la vida estuvo esperando ese momento. Ahora que estaba allí, no lo podía creer. Era una sensación indescriptible.

Dormida sobre la hoja podía ver toda la ciudad. Por primera vez tenía la oportunidad de observar los edificios, las calles, los autos pasar, el cielo, el sol y el paso del viento a través de su cuerpo transparente.

La planta no se movía, no hablaba, pero ella sabía que su presencia allí le gustaba a ese ser viviente de tallos marrones, rincones verdes y un olor penetrante a naturaleza y tierra mojada.

La gota era feliz, sabía que al igual de rápido como había llegado al mundo se iría. Tal vez por un proceso de evaporación o que la mata, sin saberlo, la devoraría lentamente.

Pero allí se quería quedar. Desde que nació, en ese momento en que abrieron el grifo, entendió que la vida sencilla, inesperada y fugaz también puede dejar su huella en el tiempo.

Al evaporarse se despidió del mundo sabiendo que gracias a ella, la planta había crecido mucho más, sana, fuerte y dispuesta a sobrevivir muchos días más.

10 mayo, 2020

El limbo


Desperté sobresaltado. Solo recordaba el sonido del disparo y el fogonazo frente a mis ojos, aparentemente, como había pasado en muchas oportunidades, había soñado que me suicidaba.

Me levanté de la cama con el mismo ritual de siempre. Primero el baño, donde noté que el espejo me devolvía un reflejo pálido y joven, seguramente por el estrés de la pesadilla.

Luego fui a la cocina, tomé un poco de cereal y después me vestí con lo primero que alcancé en el armario. El mundo afuera estaba silencioso, demasiado para mi gusto. Y aunque era temprano, el sol brillaba como un farol blanco gigantesco.

Al salir a la calle entendí por qué no escuchaba movimiento desde mi departamento, todo estaba desierto. Las calles vacías, sin autos, sin gente, sin perros callejeros, la ciudad parecía de otro planeta. Miré a los lados, arriba, abajo y allí pude saber por qué no había nada: estaba aún dentro de la pesadilla, el suelo era agua e iba descalzo.

Caminaba por las avenidas que todos los días recorría, era increíble la paz que sentía. El cielo era más azul, el sol seguía brillando pero no quemaba y en el aire se sentía un aroma a flores, a jazmín.

Seguía andando sobre el agua, me dirigía a mi trabajo, quería ver mi oficina sin ninguna persona. Crucé parques, anduve por los vagones del subterráneo vacío, fui al café donde todos los días descansaba en las mañanas, era perfecto, todo en paz y calma.

A unos 100 metros de la puerta de la torre de oficinas donde había pasado mis últimos cinco años de vida, pude ver la silueta de otra persona. A medida que me acercaba lo reconocí: un poco encorbado, su pelo gris, apoyado de un bastón y con un chal gris desvencijado.

Corrí hacia él. Después de 16 años volvía a encontrarme con mi papá y podía verlo caminando, ya la silla de ruedas no existía. Lo miré, me observó y nos abrazamos. Me habló, no le entendía, no quería entenderle, solo quería sentir su calor paterno.

Finalmente escuché lo que me decía: ¡No quería que fuera así, debiste esperar para estar juntos!, no comprendía lo que me decía pero pude ver que lloraba mientras tomaba mi mano y me llevaba a la puerta de la torre de oficinas.

A medida que caminabamos juntos, todo se iba desvaneciendo a nuestras espaldas. Supuse que ya iba a despertar, pero no quería. Mi papá seguía repitiendo que era muy temprano para estar juntos. Soltó mi mano y me señaló que viera por la puerta de entrada a la torre.

Intenté cruzarla, entrar al edificio pero no pude. Al asomarme recordé de nuevo el disparo, el olor a polvora y el fogonazo ante mis ojos. A través del vidrio pude ver a todos mis conocidos llorando alrededor de un ataúd y sobre él, mi foto.

En ese momento todo desapareció, mi papá ya no estaba y quedé en el limbo. No había sido una pesadilla, estaba muerto y ahora no tenía un lugar dónde descansar.

Post inspirado en esta canción

09 mayo, 2020

Hacia lo infinito


Sobre mi cabeza la bóveda azul. Bajo mis pies la tierra fangosa, espesa, complicada para caminarla. Frente a mí, un camino infinito hacia lo incierto. 

El sol quemaba mi piel, mi corazón latía incesantemente y mi boca ansiaba al menos unas gotas de agua. No sé por qué lo intentaba, sabía que al final de esa lengua de tierra no existía nada, solo lo incierto.

A cada paso me hundía más, pero quería continuar, la esperanza de conseguir un propósito me mantenía en pie. El sol seguía quemando, aunque ahora oculto tras unas nubes suaves, como pintadas por algún ser milagroso que las colocó allí para que el calor no me matara. 

Uno, dos, tres pasos, cada uno que daba eran centímetros más hacia abajo. Ya no me movía, de la cintura para abajo estaba enterrado. Ahora lo intentaba con mis manos, sabía que quedaba vida en mi porque sentía la tierra en los dedos de mis pies. 

Miraba el cielo, lo infinito y sabía que debía insistir. Poco a poco me seguí hundiendo hasta que la tierra entró por mi boca, mi nariz y como un atardecer, mis ojos se fueron cerrando ante un horizonte incierto.

Solo quedó silencio, mis cabellos sobresaliendo de la tierra y mi mente aún encendida, pensé que tal vez ese era mi motivo de vida, quedar allí sembrado, esperando por una lluvia que tal vez me hiciera renacer de mis pies, de mi cuerpo, como un árbol de carne y hueso.

08 mayo, 2020

Dios, la garrapata y Fight Club


Cuando veo el mundo desde mi ventana siento un cúmulo de sensaciones increíbles. Todo depende de mi ánimo, aunque confieso que en los últimos meses no tengo muchas variaciones. Solo tres.

Al estar feliz me invade la soberbia, porque hay que admitirlo, todos somos una mixtura de pecados capitales caminando entre los demás mortales.

Observo las calles, la gente desplazándose como hormigas, los carros que se mueven como si fueran de juguete y me siento como Dios, dueño del mundo mirando hacia abajo: orgulloso, detallista y extasiado por tan maravillosa creación que sucedió en apenas siete días.

Pero esas ganas de ser Dios me pasan muy rápido y son reemplazadas por estrés, por ansiedad y ganas de saltar por la ventana. Los ruidos de las construcciones aledañas, de las ambulancias que pasan aceleradas, sumados a todo lo que procesa mi mente, eso me pone en tensión y me siento como una garrapata luchando entre los pelos del perro para salir airoso y sobrevivir en una selva desconocida.

Luego al llegar la nostalgia, porque también tengo algo de corazón y sentimientos, quisiera ver el mundo arder, que se borrara todo de un zarpazo para resetear mi mente y comenzar de nuevo. Ante mis ojos los edificios arden, estallan, se derrumban, es como una demolición controlada.

Estoy en la ventana observando ese final apocalíptico, como Tyler Durden al término de Fight Club, y me doy cuenta que ella sujeta mi mano. Acompañándome, comprendiendo lo que pasa por mi mente y aunque me apoya, sabe que el mundo debería destruirse, miro sus ojos y están llenos de anhelos, de cariños, de futuro, de incertidumbre y llego a pensar que hay esperanza.

La sujeto más fuerte, la pego hacia mi cuerpo y aunque no hay nada cierto, me digo que tal vez pronto todo podrá estar mejor y el mundo puede nacer de nuevo para volver a empezar.

07 mayo, 2020

Califernando y los helicópteros


Los días de Califernando son como los de un gatito común y corriente. Día y noche son para dormir, con algunos momentos de distracciones y pedirle algo de atención a su papá con un suave ¡Miau!.

De la cama al mueble. Del mueble a la cama. De la cama al armario. Del armario a la tina. De la tina al mueble. Del mueble a la mesa. De la mesa a la cocina. De la cocina al fregadero, que si está abierto, da el agua más fresca, fría y exquisita.

Aunque pueden parecer aburridos, su papá le da amor. Juega con él. Lo acuesta entre sus piernas para acariciar su pelo. Lo carga para ver por la ventana y en esos moomentos, cuando Califernando ve el inmenso cielo azul ocurre algo especial que lo pone alerta, lo despierta y lo hace apoyarse de la ventana en sus dos patitas.

A veces pasa un helicóptero y a Califernando le parece un ser increíble. Batiendo sus alas, el ruido que hace, flotando de acá para allá, parece un pájaro gigante.

Califernando siente su energía y corre como un niño por toda la casa: de la ventana del balcón a la ventana del cuarto, se monta en la cama para ver mejor, luego se monta en la pared con sus dos patitas, quiere ver más, casi que le pide a su papá que le compre uno.

Cuando el helicóptero desaparece Califernando queda alerta, sabe que de un momento a otro volverá a pasar para darle más diversión. Y si no regresa, decide quedarse dormido panza arriba mientras le pide a su papá más caricias.

04 mayo, 2020

Sin decirlo



Te quiero sin decirlo,
Sin expresarlo, sin hablarlo,
Sé que te causa molestia, 
Pero a veces es mejor la modestia,

Te quiero sin decirlo,
Aunque no me cuesta admitirlo,
Te lo expreso con caricias, gestos,
¿Acaso de eso no se trata todo esto?

Te quiero sin decirlo,
Disculpa por repetirlo, 
Te lo digo al besarte con ojos abiertos,
Porque así se disfrutan los momentos,

Te quiero sin decirlo,
No sé a qué atribuirlo,
O tal vez sí, tal vez no, 
Te quiero, sé que debo decirlo


30 abril, 2020

Mis futuros hijos


Quedé agotado. Sin embargo las gotas esparcidas en el piso, que bien usadas hubieran sido mis hijos, me causaron curiosidad.

Notaba que se movían, porque aunque no habían sido sembradas en un cuerpo femenino, aparentemente tenían vida. Me acerqué a verlas detenidamente y sí, dentro de cada gota había un pequeño cuerpecito humano.

Como estaba comenzando la mañana y ellas eran el resultado de mi primera sesión de amor propio del día, decidí dejarlas allí a ver qué pasaba, tal vez, crecieran como si fueran plantas.

Me dediqué a mis cosas, notaba que el sol entraba por la ventana del baño y probablemente "mis futuros hijos" se hubieran secado. Pero sucedió completamente lo contrario. Mientras almorzaba comencé a escuchar conversaciones.

Aterrorizado fui al baño y el milagro sucedió, el sol germinó mi semen. Allí, frente a mí, estaban mis otros yo. Uno sentado en la poceta haciendo sus necesidades, otro afeitándose la barba porque le daba piquiña, otro más pequeño chapoteando en la tina y uno que aparentemente acababa de nacer, correteaba la cola del gato. 

Cerré los ojos, conté hasta cinco y los volví a abrir. No era una alucinación, allí estaban. Desde ese momento todo cambió.

La casa se convirtió en una vecindad de muchos yo, el gato decidió mudarse porque ya no cabíamos todos en la cama y sí, más nunca me volví a masturbar por temor a que se repitiera nuevamente el milagro de la creación.

28 abril, 2020

Película: Submarine (2010), soñar y vivir durante la adolescencia


Año de estreno: 2012
Duración: 1h 47min
Género: Comedia dramática
Dirigida por Richard Ayoade
Reparto: Craig Roberts (Oliver), Sally Hawkins (Jill), Yasmin Paige (Jordana)
País: Estados Unidos, Gran Bretaña

Sinopsis: Oliver Tate (Craig Roberts), es un adolescente de quince años que se ha fijado dos objetivos vitales durante ese año: conseguir perder la virginidad antes de cumplir los dieciséis acostándose con su novia e impedir que su madre abandone a su padre para irse a vivir con un antiguo amor del instituto reconvertido en gurú, que ha regresado para seducirla.

¿En qué se convierte nuestra adolescencia cuando conocemos el amor? Es una época difícil en todo sentido. Momentos de alegría, casi tan vivaces como los fuegos artificiales de una nochebuena. Días grises en los que pensamos que el mundo ya no sirve para nada. Miedos, felicidad, tristezas y todo sumado a una verdad inevitable: nos ensimismamos en nuestros problemas, tratando de resolverlos por nosotros mismos porque pensamos que ya somos adultos.

En algún momento todos hemos sido Oliver, el protagonista de Submarine. Yo fui él. La vida se me torció en ese momento cuando me enamoré de la vecina del piso 1 que me dejaba mudo apenas al verla. O en la oportunidad que intenté entrar en una pelea de escuela sin mucho éxito, solo para quedar renegado al grupo de los que siempre eran acosados.

Y sí, muchos sueños en los que me imaginaba con la chica que me gustaba recorriendo la ciudad en bicicleta, observando el mar, tomándonos fotos, planificando la primera vez que resultó tan caótica como jamás pensé.

Pesadillas, todos las tuvimos en la adolescencia. ¿A qué le tememos más? Hay una escena en la película que marca un antes y un después, cuando Oliver cruza un puente justo por encima de un hoyo que sirve como desagüe de un lago. Se nota su temor, su terror, sus inseguridades, de caer si continuamos. Como él, todos pasamos por eso cuando intentamos seguir a nuestros sentimientos.

¿El final? Es una película, así que ya sabemos qué esperar, una escena que no todos pudimos experimentar, pero es bonito imaginarla en nuestras vidas a través de la piel de Oliver. Porque la adolescencia se trata de eso: imaginar y soñar.

24 abril, 2020

Actividad horizontal


La primera vez que la tuve entre mis brazos fue una sensación sin igual. 

Estaba desnuda frente a mí, con la cara de picardía de una mujer cuando se sabe deseada, sus senos de pezones rosados bailaban al ritmo de su respiración y su vientre, un poco abultado, también saltaba cada vez que sus pulmones se llenaban.

La besaba, la lamía, su cuerpo correspondía a mis caricias. Luego ella tomó el control, se puso sobre mí, dominando, moviendo sus caderas, como si fuera la dueña del mundo. Comenzó a besarme justo allí, sentí que me estaba yendo de este mundo, chupaba toda mi esencia.

Y sí, literalmente me estaba comiendo. Todo mi cuerpo se fue derritiendo con el calor de sus labios, mis manos, mis piernas, mi torso, todo se transformó en un líquido viscoso que ella enguyó con ganas. 

Pasé por su garganta, su tráquea, su estómago hasta que llegué a su útero. Allí conseguí sus ovarios, su fuente de la vida. Pensé que ese sería el paraíso, que tendría nueve meses para meditar sobre mi existencia humana y luego salir por su vagina, transformado en un hombre nuevo.

Pero no, allí comenzó mi martirio. Tuve que ser el protagonista de la selección natural. Al parecer ella tenía mucha actividad horizontal, así que desde ese día, por al menos un mes, tuve que luchar para ser el elegido, el dueño de su cuerpo, de su vientre y covertirme en su futuro hijo, o más bien debería decir, darme la oportunidad para nacer otra vez. 

22 abril, 2020

La Sole

Cada vez que me quedo solo entiendo por qué la soledad tiene nombre de mujer. 

Todo está en silencio, estático, de repente frente a mí se materializa ella, mi amiga fiel que me ha acompañado desde hace mucho tiempo, incluso cuando estoy con otras personas alrededor. 

Me abraza, me seduce, me hace pensar en todo y nada a la vez. La Sole, como la llamo por cariño, se acerca a la ventana junto a mí, me susurra al oído que vea hacia los edificios cercanos.

Con sus manos finas, bien cuidadas, me señala a una pareja en el balcón de enfrente. Ríen, se besan, se acarician. La Sole vuelve a señalar, esta vez a otro departamento, allí está un hombre joven, tocando su guitarra, sonriente, aparentemente cantando como si tuviera al universo entero como público.

Miro fijamente, añoro ser todos ellos. La Sole me abraza, me da un beso y se desvanece. Al final no sé si su compañía es buena o mala, solo quisiera que ella nunca apareciera. 

19 abril, 2020

Levando anclas


Lo interesante de todo es que no esperaba nada de ella. Siempre me dijo que sería algo pasajero, que probablemente al vernos no nos gustaríamos y todo se terminaría, tal cual empezó, fugazmente.

Ahora que la añoro, la pienso y me gusta compartir mi tiempo con ella, es que pienso que las expectativas son las peores consejeras, más cuando estamos en una sociedad que vive solo de apariencias, de inseguridades y de juicios demasiado absurdos.

Que bueno es dejarse llevar, siendo uno mismo, estar abierto a cualquier posibilidad y pensando que el siguiente día será mejor que el anterior. Ahora todo está cambiando, hay paz, hay ternura, hay perversión, y lo más increíble, que lo encontré sin buscarlo.

Estaba como un barco fantasma navegando en busca de su puerto, y ahora que lo conseguí, no quiero levar anclas.

15 abril, 2020

Al revés

Su relación comenzó al revés. Sí, al revés. A los pocos minutos de verse cara a cara por primera vez, ya estaban teniendo sexo desenfrenado. Por un lado ella sorprendida porque le habían mentido en cuanto a tamaños y él encantado de sus besos furtivos.

Ese mismo día salieron a caminar, recorrieron la ciudad tomados de la mano y para culminar la jornada, se dieron cuenta que podían tener cierto futuro; porque si disfrutaban del comer igual que copular en la cama, esa relación estaba asegurada.

Ella estaba desconfiada, probablemente después de esas horas juntos todo se iría a la basura. Pero no, luego hablaron por horas, se descubrieron juntos: sus placeres, sus miedos, sus misterios, sus penas y por qué no, lo que les gustaba de cada uno.

Unos días después se prometieron encontrarse con más calma. Ver películas y series, como un par de amigos en un estado normal. Y sí, lo lograron, no sin antes volverse a comer como si estuvieran descubriendo las bondades carnales después de haber perdido la virginidad.

En esa segunda visita tuvieron miedo, dudas, pero quién no las tiene cuando existe la posibilidad de convivir con un extraño, un compañero, la otra parte del engranaje, la otra mitad, la media naranja, en fin, con alguien con quién compartir cualquier detalle sabiendo que nada está perdido, que hay posibilidad de vivir en felicidad y paz.

13 abril, 2020

No dudes en llamar


No sé por qué me llamó la atención entre toda la gente que nos rodeaba. Tal vez por su cara seria, enfundada en unos lentes redondos, su cabellera negra y nunca, nunca sonreía a pesar de que todos los que estaban con ella parecían estar felices.

Aparentaba tener unos diez años más que yo, pero no me importaba, realmente lucía enigmática. Hubo un momento en que pasó a mi lado y quedé boquiabierto: era de mi tamaño, un poco pasadita de peso pero tenía unos senos que probablemente estaban deseando salir de la blusa para bailar al compás de la música del lugar.

Cuando volvía de regreso, por el mismo camino que me permitió detallarla, cruzamos miradas y por primera vez en toda la noche sonrió. Desde ese momento intercambiabamos señales con la vista, yo la miraba, ella también.

Casi a la medianoche debía irme de allí, retornar a mi vida normal pero no quería perder la posibilidad de verla otra vez. No la veía, probablemente estaba en los baños. Eso me dio la idea de ir a curiosear, justo cuando iba entrando al pasillo de los sanitarios, la vi caminando hacia mí.

Apoyado por la música estridente me propuse a cerrarle el paso, quería saber quién era. Ella entre atrevida y valiente, me tomó por el cuello, dándome un suave beso en los labios. No me pude resistir, puse mis manos en sus caderas, la apoyé en la pared y mordí su cuello, sus labios y me sumergí en sus senos.

Era un olor delicioso, a sexo, a mujer. Ella se dejaba hacer, casi podía escuchar sus gemidos mientras le mordía los pechos por encima de la blusa. Mi mano tomó sus nalgas, la atraje hacia mí. Se separó sin pensarlo, metió algo en mi bolsillo y desapareció.

Un número telefónico en una servilleta, pintura de labios con la silueta de la boca que minutos antes estaba besando y un mensaje simple: - ¡Quiero saber tu nombre! -

08 abril, 2020

Solo el silencio


La ciudad permanecía en cuarentena, nadie salía, nadie caminaba, nadie entraba, todos estaban en sus casas sin moverse.

Las calles desoladas, los autobuses rodando de acá para allá pero vacíos, algunas ambulancías a veces cruzaban chillando por las esquinas alertando a fantasmas de vehículos, la rutina seguía pero sin gente.

Lo único que permanecía igual en el paisaje eran las nubes que flotaban, tranquilas y suaves en el océano azul del cielo. Se dejaban mecer por el aire, corrían de poniente a levante, cuando se cansaban reposaban en la copa de las montañas. 

Para ellas algo raro pasaba a sus pies, las hormigas que día tras día caminaban como un ejército por las lenguas negras de asfalto habían desaparecido.

¿Dónde estarían?, se preguntaron. ¡Nunca obtuvieron respuesta! Solo el silencio.