30 abril, 2020

Mis futuros hijos


Quedé agotado. Sin embargo las gotas esparcidas en el piso, que bien usadas hubieran sido mis hijos, me causaron curiosidad.

Notaba que se movían, porque aunque no habían sido sembradas en un cuerpo femenino, aparentemente tenían vida. Me acerqué a verlas detenidamente y sí, dentro de cada gota había un pequeño cuerpecito humano.

Como estaba comenzando la mañana y ellas eran el resultado de mi primera sesión de amor propio del día, decidí dejarlas allí a ver qué pasaba, tal vez, crecieran como si fueran plantas.

Me dediqué a mis cosas, notaba que el sol entraba por la ventana del baño y probablemente "mis futuros hijos" se hubieran secado. Pero sucedió completamente lo contrario. Mientras almorzaba comencé a escuchar conversaciones.

Aterrorizado fui al baño y el milagro sucedió, el sol germinó mi semen. Allí, frente a mí, estaban mis otros yo. Uno sentado en la poceta haciendo sus necesidades, otro afeitándose la barba porque le daba piquiña, otro más pequeño chapoteando en la tina y uno que aparentemente acababa de nacer, correteaba la cola del gato. 

Cerré los ojos, conté hasta cinco y los volví a abrir. No era una alucinación, allí estaban. Desde ese momento todo cambió.

La casa se convirtió en una vecindad de muchos yo, el gato decidió mudarse porque ya no cabíamos todos en la cama y sí, más nunca me volví a masturbar por temor a que se repitiera nuevamente el milagro de la creación.

28 abril, 2020

Película: Submarine (2010), soñar y vivir durante la adolescencia


Año de estreno: 2012
Duración: 1h 47min
Género: Comedia dramática
Dirigida por Richard Ayoade
Reparto: Craig Roberts (Oliver), Sally Hawkins (Jill), Yasmin Paige (Jordana)
País: Estados Unidos, Gran Bretaña

Sinopsis: Oliver Tate (Craig Roberts), es un adolescente de quince años que se ha fijado dos objetivos vitales durante ese año: conseguir perder la virginidad antes de cumplir los dieciséis acostándose con su novia e impedir que su madre abandone a su padre para irse a vivir con un antiguo amor del instituto reconvertido en gurú, que ha regresado para seducirla.

¿En qué se convierte nuestra adolescencia cuando conocemos el amor? Es una época difícil en todo sentido. Momentos de alegría, casi tan vivaces como los fuegos artificiales de una nochebuena. Días grises en los que pensamos que el mundo ya no sirve para nada. Miedos, felicidad, tristezas y todo sumado a una verdad inevitable: nos ensimismamos en nuestros problemas, tratando de resolverlos por nosotros mismos porque pensamos que ya somos adultos.

En algún momento todos hemos sido Oliver, el protagonista de Submarine. Yo fui él. La vida se me torció en ese momento cuando me enamoré de la vecina del piso 1 que me dejaba mudo apenas al verla. O en la oportunidad que intenté entrar en una pelea de escuela sin mucho éxito, solo para quedar renegado al grupo de los que siempre eran acosados.

Y sí, muchos sueños en los que me imaginaba con la chica que me gustaba recorriendo la ciudad en bicicleta, observando el mar, tomándonos fotos, planificando la primera vez que resultó tan caótica como jamás pensé.

Pesadillas, todos las tuvimos en la adolescencia. ¿A qué le tememos más? Hay una escena en la película que marca un antes y un después, cuando Oliver cruza un puente justo por encima de un hoyo que sirve como desagüe de un lago. Se nota su temor, su terror, sus inseguridades, de caer si continuamos. Como él, todos pasamos por eso cuando intentamos seguir a nuestros sentimientos.

¿El final? Es una película, así que ya sabemos qué esperar, una escena que no todos pudimos experimentar, pero es bonito imaginarla en nuestras vidas a través de la piel de Oliver. Porque la adolescencia se trata de eso: imaginar y soñar.

24 abril, 2020

Actividad horizontal


La primera vez que la tuve entre mis brazos fue una sensación sin igual. 

Estaba desnuda frente a mí, con la cara de picardía de una mujer cuando se sabe deseada, sus senos de pezones rosados bailaban al ritmo de su respiración y su vientre, un poco abultado, también saltaba cada vez que sus pulmones se llenaban.

La besaba, la lamía, su cuerpo correspondía a mis caricias. Luego ella tomó el control, se puso sobre mí, dominando, moviendo sus caderas, como si fuera la dueña del mundo. Comenzó a besarme justo allí, sentí que me estaba yendo de este mundo, chupaba toda mi esencia.

Y sí, literalmente me estaba comiendo. Todo mi cuerpo se fue derritiendo con el calor de sus labios, mis manos, mis piernas, mi torso, todo se transformó en un líquido viscoso que ella enguyó con ganas. 

Pasé por su garganta, su tráquea, su estómago hasta que llegué a su útero. Allí conseguí sus ovarios, su fuente de la vida. Pensé que ese sería el paraíso, que tendría nueve meses para meditar sobre mi existencia humana y luego salir por su vagina, transformado en un hombre nuevo.

Pero no, allí comenzó mi martirio. Tuve que ser el protagonista de la selección natural. Al parecer ella tenía mucha actividad horizontal, así que desde ese día, por al menos un mes, tuve que luchar para ser el elegido, el dueño de su cuerpo, de su vientre y covertirme en su futuro hijo, o más bien debería decir, darme la oportunidad para nacer otra vez. 

22 abril, 2020

La Sole

Cada vez que me quedo solo entiendo por qué la soledad tiene nombre de mujer. 

Todo está en silencio, estático, de repente frente a mí se materializa ella, mi amiga fiel que me ha acompañado desde hace mucho tiempo, incluso cuando estoy con otras personas alrededor. 

Me abraza, me seduce, me hace pensar en todo y nada a la vez. La Sole, como la llamo por cariño, se acerca a la ventana junto a mí, me susurra al oído que vea hacia los edificios cercanos.

Con sus manos finas, bien cuidadas, me señala a una pareja en el balcón de enfrente. Ríen, se besan, se acarician. La Sole vuelve a señalar, esta vez a otro departamento, allí está un hombre joven, tocando su guitarra, sonriente, aparentemente cantando como si tuviera al universo entero como público.

Miro fijamente, añoro ser todos ellos. La Sole me abraza, me da un beso y se desvanece. Al final no sé si su compañía es buena o mala, solo quisiera que ella nunca apareciera. 

19 abril, 2020

Levando anclas


Lo interesante de todo es que no esperaba nada de ella. Siempre me dijo que sería algo pasajero, que probablemente al vernos no nos gustaríamos y todo se terminaría, tal cual empezó, fugazmente.

Ahora que la añoro, la pienso y me gusta compartir mi tiempo con ella, es que pienso que las expectativas son las peores consejeras, más cuando estamos en una sociedad que vive solo de apariencias, de inseguridades y de juicios demasiado absurdos.

Que bueno es dejarse llevar, siendo uno mismo, estar abierto a cualquier posibilidad y pensando que el siguiente día será mejor que el anterior. Ahora todo está cambiando, hay paz, hay ternura, hay perversión, y lo más increíble, que lo encontré sin buscarlo.

Estaba como un barco fantasma navegando en busca de su puerto, y ahora que lo conseguí, no quiero levar anclas.

15 abril, 2020

Al revés

Su relación comenzó al revés. Sí, al revés. A los pocos minutos de verse cara a cara por primera vez, ya estaban teniendo sexo desenfrenado. Por un lado ella sorprendida porque le habían mentido en cuanto a tamaños y él encantado de sus besos furtivos.

Ese mismo día salieron a caminar, recorrieron la ciudad tomados de la mano y para culminar la jornada, se dieron cuenta que podían tener cierto futuro; porque si disfrutaban del comer igual que copular en la cama, esa relación estaba asegurada.

Ella estaba desconfiada, probablemente después de esas horas juntos todo se iría a la basura. Pero no, luego hablaron por horas, se descubrieron juntos: sus placeres, sus miedos, sus misterios, sus penas y por qué no, lo que les gustaba de cada uno.

Unos días después se prometieron encontrarse con más calma. Ver películas y series, como un par de amigos en un estado normal. Y sí, lo lograron, no sin antes volverse a comer como si estuvieran descubriendo las bondades carnales después de haber perdido la virginidad.

En esa segunda visita tuvieron miedo, dudas, pero quién no las tiene cuando existe la posibilidad de convivir con un extraño, un compañero, la otra parte del engranaje, la otra mitad, la media naranja, en fin, con alguien con quién compartir cualquier detalle sabiendo que nada está perdido, que hay posibilidad de vivir en felicidad y paz.

13 abril, 2020

No dudes en llamar


No sé por qué me llamó la atención entre toda la gente que nos rodeaba. Tal vez por su cara seria, enfundada en unos lentes redondos, su cabellera negra y nunca, nunca sonreía a pesar de que todos los que estaban con ella parecían estar felices.

Aparentaba tener unos diez años más que yo, pero no me importaba, realmente lucía enigmática. Hubo un momento en que pasó a mi lado y quedé boquiabierto: era de mi tamaño, un poco pasadita de peso pero tenía unos senos que probablemente estaban deseando salir de la blusa para bailar al compás de la música del lugar.

Cuando volvía de regreso, por el mismo camino que me permitió detallarla, cruzamos miradas y por primera vez en toda la noche sonrió. Desde ese momento intercambiabamos señales con la vista, yo la miraba, ella también.

Casi a la medianoche debía irme de allí, retornar a mi vida normal pero no quería perder la posibilidad de verla otra vez. No la veía, probablemente estaba en los baños. Eso me dio la idea de ir a curiosear, justo cuando iba entrando al pasillo de los sanitarios, la vi caminando hacia mí.

Apoyado por la música estridente me propuse a cerrarle el paso, quería saber quién era. Ella entre atrevida y valiente, me tomó por el cuello, dándome un suave beso en los labios. No me pude resistir, puse mis manos en sus caderas, la apoyé en la pared y mordí su cuello, sus labios y me sumergí en sus senos.

Era un olor delicioso, a sexo, a mujer. Ella se dejaba hacer, casi podía escuchar sus gemidos mientras le mordía los pechos por encima de la blusa. Mi mano tomó sus nalgas, la atraje hacia mí. Se separó sin pensarlo, metió algo en mi bolsillo y desapareció.

Un número telefónico en una servilleta, pintura de labios con la silueta de la boca que minutos antes estaba besando y un mensaje simple: - ¡Quiero saber tu nombre! -

08 abril, 2020

Solo el silencio


La ciudad permanecía en cuarentena, nadie salía, nadie caminaba, nadie entraba, todos estaban en sus casas sin moverse.

Las calles desoladas, los autobuses rodando de acá para allá pero vacíos, algunas ambulancías a veces cruzaban chillando por las esquinas alertando a fantasmas de vehículos, la rutina seguía pero sin gente.

Lo único que permanecía igual en el paisaje eran las nubes que flotaban, tranquilas y suaves en el océano azul del cielo. Se dejaban mecer por el aire, corrían de poniente a levante, cuando se cansaban reposaban en la copa de las montañas. 

Para ellas algo raro pasaba a sus pies, las hormigas que día tras día caminaban como un ejército por las lenguas negras de asfalto habían desaparecido.

¿Dónde estarían?, se preguntaron. ¡Nunca obtuvieron respuesta! Solo el silencio.

06 abril, 2020

Consumo inconforme


Una mujer entra a un mall, va a la primera tienda del vestido de sus sueños.

Se lo prueba, lo modela por cinco minutos frente al espejo.

Lo detalla, no se decide pero igual le encanta, lo va a pagar pero no se decide.

Quiere ir a otra tienda.

Así recorre al menos 10 tiendas más por cuatro horas, repitiendo todos los pasos anteriores hasta que hastiada, malhumorada, cae en cuenta que el vestido de la primera tienda es el que quería.

Va, lo modela nuevamente frente al espejo y lo paga.

Sale feliz con su bolsa en la mano, pero en la micro piensa: ¿Y si el vestido de la cuarta tienda me gustaba más?