12 julio, 2020

Nueva vida


Sentí que lentamente estaba dejando mi cuerpo. Después de unos cuantos intentos de la naturaleza, o tal vez del destino, había muerto.

Mi conciencia se escapaba flotando del mundo. Desde arriba veía mi cama, mi gato que seguía durmiendo tranquilo al lado de mi cuerpo inerte y luego, toda la ciudad con sus luces encendidas, pero sin autos o personas en las calles. 

Después de unos cuantos minutos atravesé el túnel, ese que muchos ven al morir pero que no se atreven a cruzar y por eso vuelven de la muerte. 

Caminé por él y llegué a un pasillo blanco infinito. A medida que iba dando pasos me fijé en las dos paredes que me flanqueaban a izquierda y derecha, eran transparentes, divididas en cajas marcadas con un nombre, dos fechas: año de nacimiento, año de muerte, una ranura y un tablero digital. 

Me acerqué a una y vi cómo era el funcionamiento de todo allí. Cada caja era un futuro ser humano. Su nombre, fecha para llegar al mundo, fecha para regresar a la caja y lo más impresionante: un largo brazo mecánico insertaba por la ranura cápsulas y luego introducía complejas combinaciones numéricas en el tablero digital. 

Tras caminar por unos minutos escuché un gran estruendo. Una caja se abrió, salió una especie de nave espacial con un bebé adentro y vi cómo salía disparada de allí, hacia el túnel y probablemente al mundo. 

No entendía qué debía hacer pero al pasar cerca de una de esas lápidas digitales sentí que un brazo me tomaba, la puerta se abría y me colocaba dentro. Como si me estuviera desnudando, arrancó cada parte de mi cuerpo y solo quedó mi cerebro suspendido en líquido amniótico.

El brazo mecánico comenzó a trabajar rápidamente y supe que me estaban preparando para una nueva vida.