07 agosto, 2020

La sombra (y III)


Ella me miraba fijamente, con ese clásico gesto que toman las personas cuando te quieren presionar para que comiences a hablar. 

Pasaban los minutos y yo seguía sin articular palabra, todo lo decía en mi mente que trabajaba a una velocidad ensordecedor que me estaba provocando una jaqueca. 

Opté por quedarme callado, tal vez de esa manera ella hablaría y aclararía mis dudas. Ambos nos quedamos callados, retándonos en silencio y dejando que el ruido de la calma guiara la supuesta conversación.

Tras media hora de estar así, me levanté y abrí la puerta del departamento. Era hora que saliera de mi vida para siempre. Solo en ese momento se dignó a tomar la iniciativa, me besó y se fue. Sabía que ya no volvería a estar en este plano para mí.

04 agosto, 2020

La Sombra (II)


Su voz es completamente distinta, puedo asegurar que no es la misma persona. Sin embargo me parece conocida, evoco el pasado al mirarla a los ojos. Como hipnotizado, sigo sus palabras y la invito a pasar.

Entramos juntos al ascensor, huele a un perfume que no había sentido en años. Ella está en una esquina, yo en la otra. No me habla, pero sabe a dónde va porque marca el número del piso de mi departamento.

En unos segundos estamos frente a la puerta de mi casa. No puedo hablar, pero sé que está conmigo. Entramos y la luz de la ciudad se filtran por toda la ventana de la habitación, sí, aún vivo en el minúsculo espacio que me recibió al llegar al país.

Coloca música, se mueve por el pequeño departamento como si no hubiera olvidado cómo desenvolverse en él. Me ofrece una cerveza, se sienta en la mesa y me mira fijamente:

¡Cuéntame, qué es lo que quieres decirme y no te deja dormir! La miro sigo mudo. Acepto la cerveza porque seguramente el alcohol me hará hablar.

Pasan los minutos, el silencio solo se rompe por uno que otro automóvil que pasa por la calle de enfrente.

¡Entonces, ¿no me vas a decir?! Como embrujado, comencé a hablar.

02 agosto, 2020

La sombra (I)


La ciudad se mantiene oscura, desierta, pocos faroles iluminados. Se nota en las calles la falta de movimiento, solo hay una corriente tensa entre peligro, riesgo y soledad, la receta perfecta para los que buscan emociones fuertes, inolvidables e incluso dolorosas.

No sé por qué pero quise salir a caminarla, necesito este momento en el que el silencio es la chispa adecuada para hacerme pensar más rápido. Mis pasos suenan como un tren, ese ruido característico de golpes incesantes en las vías.

En un momento el sonido de otros pasos se une a mi repiqueteo, volteo y no hay nadie. Eso también ocurre a menudo en los momentos solitarios, comenzamos a colocar cosas donde no las hay. Materializamos deseos y evocamos recuerdos como si fueran de carne y hueso.

El sonido me sigue acompañando pero ya no le presto atención, los fantasmas siempre han existido. Al pasar debajo de un farol noto que mi sombra va acompañada por otra. Sí, la ciudad me está jugando una broma pesada.

Indeciso deciso regresar a casa, no quiero que esa sombra termine siendo una realidad. Doblo en la esquina y ya mis pasos avanzan sin compañía, me siento tranquilo. A unos pocos metros del portal de mi edificio veo una figura femenina.

Dudo, es muy raro que a esa hora una chica se haya atrevido a salir a caminar. A medida que me acerco noto que tiene la misma figura que la sombra que me acompañaba. Lleno de temor apuro mi caminar, quiero volver sobre mis pasos pero sería peor.

Al llegar al portal, confirmo que es ella. Me saluda, me mira desafiante y con una voz deconocida me pregunta si no la quiero invitar a pasar...