23 febrero, 2011

...Carro de juguete...

Hoy desperté con ganas de convertirme en un objeto para poder recorrer tu cuerpo. Luego de estar meditando un rato, decidí que me encantaría ser un carro de juguete que me permitiera rodar por tu piel como si de una competencia de Rally se tratara.

Sería un Jeep preparado para una travesía a través de lugares inhóspitos, con grandes ruedas, "mataburros", güinche y luces anti niebla, un tanque lleno de combustible para poder perderme por muchos días en tus rincones menos explorados y aunque te suene extraño, sin mapa porque quisiera descubrir cada cosa que me faltó por conocer.

Mi punto de partida será tu ombligo. Ayudado por mi brújula voy al norte, subiendo por las dunas de tu panza un poco ondulada por la gordura que a veces odias pero que para mí es hermosa, los cauchos y el chasis tiemblan un poco por los obstáculos del recorrido y luego, para darle aventura al viaje, uso mi güinche para subir por uno de tus senos.

Lentamente comienzo el ascenso por la ladera de uno de ellos observando el paisaje de tu cuerpo y al llegar a la punta, me detengo para ver al horizonte tus pies, la llanura de tu pubis y al voltear, ver tu nariz erguida esperando por ser explorada.
Luego de un leve descanso, repostar combustible y limpiar los cauchos, meto tracción 4x4 y desciendo lentamente por la ladera de esas pequeñas montañas, ruedo a paso veloz por tu cuello, tu quijada y con sumo cuidado hago un puente de guerra para no caer en las profundidades de tu boca al pasar por las colinas de tus labios.

Al llegar a tu redonda nariz enciendo las luces anti niebla para entrar despacio sorteando elementos pegajosos, revisando y hurgando cada rincón. Manejando atento recorro tus entrañas palmo a palmo, para salir por el otro lado y luego continuar el paseo hasta tus ojos.

Algunos obstáculos retrasan el recorrido, pestañas, cejas y arrugas en la frente hacen que la carrocería se tambalee, por lo que media hora más tarde decido pasar la noche en la jungla de tus cabellos. Recorro los parajes solitarios y oscuros de ese bosque y así pasó mi primera jornada de exploración.

El sol saliendo del horizonte de tu vientre me indica que ha llegado un nuevo día. Emprendo mi viaje nuevamente, esta vez me quedo en neutro para dejarme caer por la curva de tu espalda, alcanzo cierta velocidad y tras una largo trayecto me freno por las colinas de tu trasero, paso por el valle de tus "nalgas" y desde allí continúo por tus piernas.

En el polo de tus pies, doy media vuelta e inicio el recorrido por la otra ladera de tus muslos, tus batatas y rodillas. Al llegar cerca de tu entrepierna, consigo una cueva pero no me atrevo a pasar, tan solo la observo y ruedo alrededor de su entrada, enciendo nuevamente las luces para ver más allá de lo que puedo ver a simple vista y retomo mi camino.

Subo por tu vientre, el indicador del tanque de gasolina hace la señal que la reserva se está acabando. Busco rápidamente tu ombligo, y allí me estaciono deseando comenzar a viajar de nuevo.

Sin embargo siento que una de tus manos me toma, me saca de tu cuerpo y me coloca en la repisa donde guardas nuestros recuerdos, te vas y me dejas allí, esperando a jugar con tu piel y tu cuerpo cuando se te antoje.