Hay un asunto que ha sido muy
discutido entre los hombres desde el inicio de su existencia. Es esa pregunta
que me he hecho repetidas veces; la que estuvo rondando en mi cabeza el día en
que mi abuela murió, luego me la repetí cuando vi a mi hermanita arrojar una
rosa sobre el féretro de mi padre y también me la hice aquel día en que muchas
cosas cambiaron.
Es indudable que esa suplica
clave de dos palabras convertidas en pregunta, solo aparece cuando algo
terrible nos sucede. Pedimos al cielo, al viento, al sol, a quien sea, una
señal de respuesta; o en el caso más fantasioso ansiamos que una mano gigante rompa esa bóveda
azul que nos cubre y nos dé una palmadita en la espalda como lo hace un amigo
mientras nos dice: ¡Todo va a estar bien!
Creo que en algunas oportunidades
hemos tenido pruebas que responden a esa pregunta, pero como los seres humanos
que somos —ciegos, tontos, egoístas, indecisos e incluso malvados en contra de
nuestra misma especie—no nos hemos detenido a observarlas.
Concuerdo con una
afirmación que hace Natalie Portman en la película “V de Vendetta”, donde en
otras palabras dice que hay algo en la
lluvia, algo único, gigante, indetenible y que reconforta. Sé que
ella tiene razón porque pude experimentar esa sensación en los brazos de una
persona, en ese momento tuve la gran respuesta a la siguiente pregunta.
¿Dios existe?, sí. Está dentro de
esa persona especial, en su mirar llena de contradicciones escondidas por dos profundos ojos
negros—tierna pero temerosa en algunas oportunidades—. En sus brazos me sentía
protegido y capaz de atravesar paredes, nadar los siete mares y volver, volar entre
las estrellas y bajar hasta el centro de la tierra, era un súper hombre.
En su pecho cada vez que podía, escuchaba el milagro de la creación, el ritmo indetenible de su corazón que me
parecía el sonido más lindo que pudiera existir. Y su voz, esa que hasta el día
de hoy me parece tierna, dulce y amable. A través de cada una de sus palabras
podía entender lo que pasaba a mí alrededor, experimentaba la calma que me daba
y sentía un amor indescriptible.
Lamentablemente tuve la
oportunidad de estar cerca de Dios, lo tuve cuando estaba contigo y hasta ahora
no lo he vuelto a encontrar. Por ahora creo que todo lo que sentí dentro de ti
está allí, suspendido en el aire, esperando que el viento lo mueva hacia otro
lugar y se vaya a otra dimensión, otro plano u otra vida donde, sin duda,
volveremos a estar juntos.