20 septiembre, 2016

…The Falling Man…

“Siempre he querido ser como ¡The Falling Man!”

Esa mañana todo parecía estar tranquilo. Como todos los días el gato le estaba mordiendo el cabello, ensortijado como los rizos de esa niña de los cuentos infantiles. El sol comenzaba a meterse entre los pliegues de la cortina, indicando que un nuevo día había iniciado con el mismo ritmo, las mismas preocupaciones y el mismo estrés.

Miró hacia el cuarto vecino y vio la cama vacía. Seguramente su compañero, había decidido ir al baño a meditar, barrer la casa antes de salir o hacerle la comida al minino, aunque como ella misma decía, ese alimento progresivamente se estaba convirtiendo en algo que no parecía ser comestible.

Los maullidos del gato ya se estaban haciendo ensordecedores, y apenas iniciando la jornada le sonaban como el llanto desgarrador de un bebe. Se levantó, fue al cuarto donde se suponía que dormía su compañero y solo pudo abrir los ojos llena de espanto y, como le diría muchos años después a su familia, con un profundo alivio en el corazón.

Su compañero yacía lívido con una soga al cuello, perfectamente vestido para ir al trabajo y un papel entre sus manos que comenzaba así:

“Siempre he querido ser como The Falling Man, ese hombre que saltó al vacío desde las torres gemelas para evitar ser consumido por las llamas y morir de una forma dolorosa. Para mí, él es un valiente, dio un paso hacia adelante para sellar definitivamente su destino y terminar con algo que probablemente unos minutos después lo mataría.

The Falling Man se convirtió en una imagen inmortal, conocida por todo el mundo y en ícono de uno de los momentos más tristes del siglo XXI, pero por una contradicción bastante cómica del destino, nadie hasta ahora conoce la verdadera identidad de ese individuo.

Yo, como él, he decidido dar un paso hacia adelante y saltar al vacío para darle sentido a mi vida como un anónimo, un John Doe sin identidad. Estoy seguro, que cuando mi corazón deje de latir, cuando ya todo quede en total oscuridad, abriré los ojos sabiendo que volví a nacer y tuve una nueva oportunidad. Sé que aquel septiembre, The Falling Man murió pero minutos después volvió a este mundo como si nada hubiera pasado.

Espero que se me dé la oportunidad, que pueda volver a nacer y que cuando tú estés vieja y por casualidades del destino nos topemos frente a frente, pueda decirte: ¡Gracias!”