01 febrero, 2018

Gotas de recuerdos


Cerré la cortina de la ducha,  abrí la llave, primero la caliente y luego la fría para regular la temperatura.

Me di cuenta que lo que me cubría no era agua, sino gotas de recuerdos que comenzaban a fluir por mi piel.

Cada día me sucede lo mismo, mientras tomo un baño es como si entrara en una dimensión paralela donde no hay ruido, no hay temor, solo recuerdos que a veces son rotos por los movimientos del gato (Califernando), que con sus grandes ojos amenaza con entrar a ese universo pero tal vez teme enfrentarse a toda esa lluvia de memorias que él no entiende.

Voces, imágenes, sensaciones, todo cae como una avalancha. Reprocho cada instante, incluso esos que deberían causarme rabia pero solo inciden en mi placer. Trato de rechazarlos, los quito de mi e intento pensar en otra cosa. No lo logro.

Luego de esa limpieza donde me conecto con mi pasado, salgo y vuelvo a pisar mi mundo normal, el oscuro. Toda la realidad me arropa, es fría, seca y agresiva.

No hay nada, solo rutina y palabras mecánicas. A veces los recuerdos son más acogedores que lo que está detrás de la cortina de la ducha.

Por eso prefiero la humedad de los recuerdos, allí es donde debo permanecer.