05 agosto, 2018

Clones


Fue un orgasmo placentero. Luego de unos cuantos minutos en un subibaja en mi entrepierna, le di descanso a mi mano izquierda, me tendí desnudo sobre la cama y observé la gran mancha que habían dejado mis futuros hijos en la pared.


Entre dormido y despierto sentí que algo extraño estaba pasando con el semen derramado, como en Terminator 2 comenzó a unirse en una gran masa que rápidamente formó una copia exacta de mi cuerpo. 

Allí estaba, desnudo frente a mí, con su instrumento levantado y mirándome fijamente. Ahora eramos dos en la habitación. Sin emitir palabra alguna se metió en la cama. Mi copia me estaba besando, me tocaba y aparentemente quería tener sexo. 

No lo niego era una sensación interesante. Sabía exactamente qué hacerme, dónde tocarme y cómo excitarme. Lamió, succionó e hizo lo que le provocaba. Fue una experiencia extraña pero placentera que dio como resultado dos "manchas" viscosas sobre la cama. 

Atemorizado vi como ambos líquidos repetían el proceso de creación y se convertían en otros dos yo. Fue inevitable no impresionarme cuando también se metieron en la cama y comenzaron a besarse con el que anteriormente me había "hecho el amor". 

Luego los tres me miraron y de nuevo me hicieron suyo, de mil maneras, distintas posiciones y distintas caricias. Ahora eran cuatro eyaculaciones que rápidamente pasaron a convertirse en otros cuatro.

Eramos ocho. Al parecer mi amor propio estaba produciendo copias mías sin parar. Exhausto de esa orgía de autosexo, de haber recibido a muchos yo dentro de mí, quise detener esa sobrepoblación de mis copias. 

Busqué en la gaveta de la mesa de noche, tomé el arma y disparé en mi boca. El destello iluminó la habitación y mientras moría, vi cómo el cerebro de todos los que habían nacido a partir de mi semen se deshacía en miles de pedazos. 

No sé si la solución funcionó, presiento que mientras escribo esto muchos yo están amándose sin parar, deseosos, ávidos de sexo y con ganas de más.