15 agosto, 2018

Jesse Pinkman y Walter White: Amor destructivo


El amor es energía, causa y efecto, una reacción en cadena. Generalmente cuando hay amor, también existe odio. El amor es el yin y el yang de nuestra vidas.

Por amor podemos crear cosas hermosas, pero también por amor podemos matar. El amor en sí es una contrariedad porque no sabemos cómo surge, de dónde viene, si crece o disminuye, el amor es una duda eterna que cuando llega a nuestro corazón empieza a envenenarnos como un virus. 

El mejor ejemplo del amor son Jesse Pinkman y Walter White, esos dos personajes de ficción que cambiaron para siempre la historia de las series de TV. Nos enseñaron tanto del poder que puede tener una relación afectiva: puede construir cosas buenas, pero también puede arrazar con el mundo entero. 

Walter White fue víctima del amor que sentía por su familia y también fue victimario, al moverse por su amor propio. Walter sentía amor paternal por Jesse, pero a la vez llegó a destruir a ese hijo pródigo al pensar solo en sí mismo. 

Walter demostró que amando se puede destruir, se puede envenenar y se puede mover a las personas como si fueran títeres. 

Jesse Pinkman por su parte sufrió por amar a su mentor, por admirarlo y por querer seguirlo como un hijo sigue a un padre. Jesse también fue victimario al entrar en la oscuridad de la muerte y dejarse llevar por sus demonios. 

Jesse amaba a Walter hasta tal punto, que terminó odiándolo, lo odió tanto que no pudo matarlo. Porque matar también puede ser amor, al darle la posibilidad a alguien de terminar con su sufrimiento. Jesse, no pudo, terminó amando más su libertad.

La mayor víctima que dejó ese amor entre Walter y Jesse fuimos nosotros, los que disfrutamos la serie viendo como un personaje pasó de ser inocente a un demonio y como el otro pasó de ser un simple adolescente a un atormentado por su pasado.

Eso es el amor, nos convierte en víctimas y victimarios. Pasado y futuro, presente y pasado. El amor está en todos lados.