13 mayo, 2019

¡Crack!


Era de esperarse. Salté por la ventana y todo fue tan rápido. 1. 2. 3. 4. 5 segundos. ¡Crack!

Mi cuerpo se quebró como un vaso de vidrio. Mi cráneo en pedazos. Tres fracturas en mi pierna. Dos en mis brazos. Mis costillas atravesaron mis pulmones como gelatina. Todos los huesos de mis brazos desaparecieron.

Pero hubo dolor y al instante paz. Mi alma fluía en la sangre que se derramaba por mis fracturas abiertas. Allí en ese líquido viscoso estaba yo. Como un río comencé a buscar un lugar por donde fluir. Una paramédico que socorría mi cuerpo muerto fue mi objetivo.

Entré por el espacio entre su piel y sus uñas. Recorrí sus venas, llegué a su corazón para ligarme con su sangre. La fecundación fue rápida. Me adueñé de su sistema inmunológico, luego del nervioso. No sé si ella sabía qué pasaba, pero pronto sus ojos fueron míos, sus manos también.

Lo había logrado. Tal como lo había planeado pude cambiar de cuerpo. La paramédico, ahora yo, se levantó diciendo que no había nada qué hacer. Me alejé del lugar, iba a disfrutar de una nueva vida, pero siendo mujer.