19 mayo, 2019

Magnetismo


Fue inevitable. Apenas me tocó, estallé. Pero no como cualquiera esperaría, derramando a mis futuros hijos sobre su cuerpo.

Sí, estallé. Pero en miles de pedazos de mi ser que quedaron esparcidos en el suelo. Ella estaba sorprendida, gritaba, pedía auxilio, pero lo que sucedió a continuación la dejó muda.

Aún había vida. Una mano comenzó a moverse. La otra también. Mi cabeza rodaba por el piso. Una pierna saltaba, mientras la otra se doblaba casi en U. 

Pero el magnetismo de su cuerpo pudo más. Cada parte de mi ser fueron hacia sus lugares prohibidos. Una mano a sus senos, la otra a sus nalgas y mi cabeza rodó hasta que la boca quedó sobre su vulva.

Era un baile de locura. Luego hubo un cambio perfectamente sincronizado. Mi pene saltaba, entrando y saliendo de su boca. Las manos pasaron a masturbarla y mi cabeza rebotaba entre sus senos.

Ella gemía. Se hacía el amor con mis órganos desmembrados. Uno, dos, tres orgasmos. La energía de su excitación hizo el milagro, mi cuerpo volvió a ser uno solo.

Desperté sudoroso, desnudo y desorientado. Ella solo sonreía, húmeda, inquieta y misteriosa.