30 junio, 2019

Recuerdos


Sé que estaba a mi lado, lo juro. Veía su teléfono, se dio cuenta que ya estaba despierto, me miró y saludó con una sonrisa hermosa.

A pesar de que su cuerpo ya no lucía como aquellos días de primeros amores, me cautivó sobre manera tenerla tan cerca y perfecta. Toda ella me invitaba a la perversión.

Su cabello corto marrón y liso, su cuello, sus labios finos, sus senos redondos cubiertos por una fina franelilla negra, su vientre un poco abultado que se movía al ritmo de su respiración y unas piernas que parecían modeladas por Dios.

Comencé a tocarla, me encantaba la temperatura de su piel. A medida que pasaba mis dedos por su curvas, mi cuerpo se erizaba. Me sentía como si fuera a morir de amor, mis latidos se aceleraban y me perdí.

Me dejé llevar por ella. Entré al paraíso y allí me quedé. Al final la cama quedó vacía. Morí junto a su recuerdo.