25 enero, 2014

Cine real: Kon-Tiki

Dirección: Joachim Rønning y Espen Sandberg.
Año: 2012.
Duración: 111 min.
Fotografía: Geir Hartly Andreassen.
Interpretación: Pål Sverre Hagen (Thor Heyerdahl), Anders Baasmo Christiansen (Herman Watzinger), Gustaf Skarsgård (Bengt), Odd Magnus Williamson (Erik), Tobias Santelmann (Knut), Jakob Oftebro, Agnes Kittelsen (Liv).
Países: Noruega, Reino Unido y Dinamarca

Sinopsis: La película “Kon-Tiki” nos sitúa en 1947, cuando el mundo se sorprendió por el entusiasmo del joven antropólogo y aventurero noruego Thor Heyerdahl, quien emprendió una expedición asombrosa y peligrosa: un viaje de 8.000 kilómetros a través del océano Pacífico a bordo de la balsa Kon-Tiki.

¿Qué has logrado en tu vida, qué te ha sucedido? ¿Qué le contarás a tus nietos cuando te pidan un aventón en tus piernas para escuchar grandes historias? Cuando terminé de ver Kon-Tiki; el largometraje noruego de 2012 que estuvo nominado a mejor película de habla no inglesa en la edición de los Óscar de ese año reflexioné sobre esas cuestiones. 

Thor Heyerdahl (encarnado por Pål Sverre Valheim Hagen), se encamina en una aventura expedicionaria para comprobar una tesis que para los años 40 parecía realmente descabellada; cruzar ocho mil kilómetros entre la costa del Perú y la Polinesia a través del Océano Pacífico y así confirmar que los incas fueron quienes poblaron esos territorios inhóspitos. 

Thor, con su grandilocuente nombre de Dios de la cultura nórdica, junto a cuatro compañeros de navegación, construye una balsa basándose solamente en su fe y afirmando que si “Tiki” (palabra para delimitar lugares sagrados de la cultura de Polinesia Central) logró viajar a través del océano guiándose por el sol, él también podría hacerlo. 

Su aventura de más de 100 días es una sucesión de desventuras, logros y temores, que constantemente son aplastados por las ganas de Thor de hacer algo grande, de lograr un solo momento que le permita desmontar la falsa creencia de muchos que lo tildaron como un demente o simplemente, inexperto en las lides de la historia. 

La emoción del protagonista al alcanzar su cometido es contagiosa. Su risa y sus lágrimas luego de haber cumplido con su sueño son hermosas, hasta el punto que quieres entrar en la pantalla y decirle a Thor, ¡lo lograste! 

Ese tipo de experiencias, de sueños concretados son los que realmente llenan esos años que vives sobre la Tierra. Esos deseos ciegos, alimentados por una fe inalienable son el caldo de cultivo para que marques tu vida con momentos imborrables que seguramente serán el mejor cuento de la vida de la prole de tus hijos.

El cine real, al que he decidido llamar así porque se basa en personas que pisaron este mundo, de carne y hueso como tú y yo, que no fueron sacados de la mente de algún escritor un poco demente, tiene esa magia de contagiarnos de experiencias que sin duda son como un toque en el hombro, un empujón que te dice: ¿qué quieres lograr?

06 enero, 2014

...1,2,3,4...

La guitarra sonaba como nunca antes. La única luz en la habitación era la del cigarro que desprendía líneas naranja por todo el lugar. La madera estaba fría sobre mis piernas, mientras sentía la vibración de cada cuerda en mis músculos, era como el palpitar de mi corazón que para ese momento se había ido a galopar por un espacio desconocido y que tenía años sin visitar. 

Mientras la llama consumía poco a poco el cigarrillo para convertirlo solo en cenizas, trataba de jugar con la poca claridad del cuarto e imaginar que los fantasmas llegaban para aplaudirme como ese público inexistente al que he estado esperando toda la vida y que, generalmente, se escapa de mis manos como el agua cuando se intenta atrapar firmemente. 

A medida que las notas chocaban contra las paredes acompañando a la luz de la llama que había muerto unos minutos atrás pero aún resplandecía en mi recuerdo, dejé que la guitarra sonará por si misma dominada por la vida propia de la música y me levanté del sofá. Con mis dedos acaricié el aire y con mis ojos besé esa oscuridad casi absoluta, comencé a sentir la presencia del pasado. 

De repente la nevera se abrió e incendió de claridad todo el ambiente. Allí hurgando en la gaveta de verduras estaba la número uno, completamente desnuda de espaldas a mí con sus nalgas respingadas y su vulva chorreando de placer. Me quedé absorto en su culo y cuando se volteó sus grandes tetas parecieron desafiarme, aunque nuevamente todo fue oscuridad para volver al presente recordando el momento en que con ella dejé de ser niño para convertirme en un hombre animal. 

La guitarra seguía sonando mientras el olor del tabaco me tenía drogado, caminé al sofá y allí me recibió la número dos. Casi blanca café con leche, hablando hasta por los codos casi mareándome. En un arranque de placer me quitó los pantalones, se sacó sus pequeñas tetas color carne y comenzó a hacerme sexo oral, mientras me veía con cara de chica de mala vida hasta que me hizo tocar el cielo que rápidamente se hizo oscuridad. Mi mano había hecho el trabajo para recordarme a la segunda y ahora, mis potenciales hijos estaban deshaciéndose en la pared. 

Extenuado por el orgasmo me tiré en el piso. Cojí la guitarra y toqué de nuevo para renovar las notas del ambiente. Encendí otro cigarro y la llama me llevó a una cocina que no había visitado en años. Allí la número tres me contaba un sueño, en el que se masturbaba con las esquinas del gabinete y que luego al despertar, su mente le había jugado sucio y la obligó a desnudarse y terminar el sueño en la cama de sus padres, jugando con sus manos y el cepillo eléctrico que era su juguete casero para momentos de soledad íntima. 

El olor de aquel desayuno me revolvió el estómago, en medio del apartamento vacío y abrumado por los recuerdos, comencé a vomitar todo mi ser. Me bañé en vomito, me revolqué sobre él y llené las paredes, la guitarra, mi cabello y hasta mis ojos. Trataba de respirar, pero solo salían restos de comida. Corrí a la ducha en medio de la oscuridad, me desnudé y me metí bajo el agua. Mientras me limpiaba lo cochino de mi cuerpo y pensamientos, la número cuatro me saludó. 

Tenía cara de niña pero sus ojos tenían una mujer perversa escondida. En lugar de la esponja para quitarme el vomito, usó sus tetas y sus nalgas, su boca y sus manos. Me puso pegado contra la pared y usó mi pene como un destapador para abrir todas sus tuberías corporales, sí todas. Sus caderas se movían y nuevamente, me hizo llegar. 

Abrí los ojos y nuevamente estaba solo, el resto de mi contenido estomacal había desaparecido en el agua y solo me quedaba el recuerdo de la cuarta. Comencé a escuchar risas, la guitarra sonaba de manera loca y salí corriendo a la sala. Allí estaba el cuarteto de mi vida, señalándome y gritándome obscenidades de todo lo que habían hecho por mí. Me apuntaban como al culpable de todo lo que ocurría en mi vida, sus manos tomaron vida para empujarme, apretarme las bolas hasta hacerme chillar, pellizcarme las nalgas, morderme las tetillas y, como en una venganza, torturarme. 

La uno fue a la cocina nuevamente para abrir todas las hornillas de la cocina; pude presentir sus intenciones. La dos y la tres me veían con furia, mientras se besaban entre ellas y se daban placer, lamiéndose y tratando de invitarme a una fiesta que ya estaba pérdida en mi vida. La cuatro solo observaba mientras hacía las maletas, seguramente no quería hacerme daño.

La tetona salió de la cocina para buscar la guitarra. La tomó entre sus manos reventándola contra el piso; las astillas se clavaron en mi piel, todo era real y me hacía sangrar. Un extraño olor me sumergió en un sueño pesado. Mientras trataba de buscar a la cuatro, que continuaba ordenando nuestra vida, pensé en el cigarrillo encendido y en las hornillas abiertas. Con un clic, la habitación estalló en un gran resplandor que acalló las risas de esas cuatro mujeres, que no eran más que mi propia risa y mis propios delirios, mis recuerdos que llegaron una noche para cobrarme mis pecados.

02 enero, 2014

...La autoayuda: El opio de las nuevas generaciones...

Para muchos es difícil asumir la realidad que actualmente impacta a varios países, sobre todo a Venezuela. Tengo que admitir que al probar un poco de ella, es inevitable quedarse con un mal sabor de boca que definitivamente (como algunos piensan, entre los que me incluyo) sabe un poquito a mierda.

Más de 20 muertos diarios, tráfico infernal, política en cada esquina, medios de comunicación que se creen un partido más, robos que terminan en ejecuciones sumariales, bajo poder adquisitivo y una situación económica que es difícil de comprender y entender. Ese es el día a día de los que transitamos las calles venezolanas y chocamos con el entorno que termina siendo agobiante.

Todas estas cosas negativas indudablemente influyen en los pensamientos y acciones que cada uno toma para afrontar los obstáculos y superarse día a día. El libre albedrío está entre elegir echarle bolas sorteando toda la mierda que te cae encima o meterte dentro de una burbuja para sumergirte en un mundo de perfección y supuesto positivismo.

Existen individuos que en los últimos años se han unido a la falsa creencia en torno a los libros de autoayuda, una especie de "biblia" o manual para cambiar tu vida y encontrar mediante el "milagroso" poder de la mente la utopía de la perfección a través de tus acciones.

A juicio de esta nueva generación de "evangelizadores del positivismo", si la gente es pobre es porque quiere y su meta en lugar de ganar dinero como debe ser es la de "forever" pela bola para toda la vida, a diferencia de trabajar para convertirse en unos Bill Gates, Jeff Bezos, Carlos Slim o el fallecido Steve Jobs; genios que sin duda aparte de su gran visión tuvieron oportunidad y un toque de suerte para lograr amasar grandes fortunas.

Para los profetas de la autoayuda la realidad no tiene nada que ver, no importa si tu país tiene una inflación galopante mes a mes, o si el poder adquisitivo ha quedado mermado 100 veces en los últimos cinco años; en el caso de Venezuela, si piensas como Paulo Coelho o te "comes" una biblioteca de sus libros, podrás ser millonario fácilmente e ir a una entrevista de trabajo para que te ofrezcan el sueldo más alto.

Ellos creen que actualmente los trabajadores informales son eso porque quieren, o los que ganan un sueldo promedio es porque simplemente se dejan influenciar por lo negativo del entorno.

Creo que la idea es afrontar la realidad por más dura que sea, adaptarse a ella y como depredadores del asfalto aprender a subsistir ante los obstáculos porque sino cuando explote la cápsula donde te metiste con la idea del positivismo el golpe será más duro, como en el caso de España por ejemplo, donde matrimonios se quitan la vida o se tiran por la ventana de la casa cuando llegan unos fiscales a quitarles el piso porque el pago del crédito se venció.

O acaso a los españoles le han quitado su techo simplemente porque se antojaron de aceptar la realidad, de leer periódicos y dejarse agobiar por las noticias de la crisis. La realidad es una hija de puta que en cualquier momento te atrapará, así te escondas de por vida debajo de la cama para evitar su impacto negativo.