16 febrero, 2024

Blanco



Califernando es todo lo que está bien en la vida. Tiene algo especial que me llama la atención: su color blanco. Es un pelaje tan impoluto, perfecto, es como si en su piel existiera el blanco original. 

No en vano el nombre de los gatos que llevan parte de sus genes es "zapatos de nieve". El pecho, la panza, manos y pies de Califernando son tan blancos como la nieve, tal vez por eso cuando lo veo me imagino en pleno invierno, rodeado de una nevada abundante y refrescante. 

Su blanco es como la espuma del mar, pulcra y esponjosa, que al tocarla es suave pero a la vez se deshace entre tus dedos, eso mismo sucede con los pelos de Califernando. 

En fin, Califernando es paz, es pulcritud, es todo lo que transmite ese blanco que aunque intentes de imitarlo, no se conseguirá en cualquier lugar, solo en su cuerpo. 

08 febrero, 2024

Uñas delatoras

La noche cae sobre la ciudad. Solo la luz de la luna y unas cuantas ventanas de los edificios cercanos iluminan el departamento. A lo lejos se escucha el ruido de los autos y la sirena de un carro de bomberos o tal vez una ambulancia rompen la paz con malos augurios. 

Así son todos los días después de ocultarse el sol, una tensa calma que se puede romper con el más mínimo detalle. 

Él mientras tanto está acostado en el sofá, bañándose cada rincón de su cuerpo, mirando algunas sombras que deambulan por la casa, es el único que las ve pero ya está acostumbrado, sabe que sus ojos son mágicos, como una puerta para ver a criaturas de otros planos. 

Su lengua recorre sus dedos, sus uñas, su pecho, sus piernas. Trata de hacer todo en silencio, tranquilo, en calma para que no se note que está allí, observando y atento como el cazador que espera a su presa. 

De repente algo pasa, siente que su vientre empieza a sonar, algo muy dentro detona las alarmas en su cuerpo y presiente que ya es hora de comer. Así que se levanta, se estira y salta directo a la alfombra en busca de su plato. Sabe que como una vez le dijeron: el que come callado, come dos veces. No quiere hacer ruido. 

Pero sucede lo impensable. Cuando sale de la alfombra y comienza a caminar hacia su plato su papá se levanta de la cama y lo mira. Él se queda paralizado, lo han descubierto. 

Ya entiende lo que pasó y aunque no le gusta la idea, piensa: ¡Es hora de que me corten estas uñas delatoras! 

01 febrero, 2024

Tomar las riendas



¿Qué se hace cuando se pierde la magia? Tu mente actúa como un tigre enjaulado dándole vueltas a esa idea, buscando soluciones que sean factibles y que, como regla clave para un impaciente, lleven a resultados en el menor tiempo posible. 

Así me ocurre, me enfrasco en un cúmulo de teorías y posibilidades que van inundando mi cabeza como si se llenara un contenedor con todas las piezas de un puzzle. Lo que considero peligroso en ese caso es que cada posibilidad es más desquiciada que la otra, cada día voy rompiendo ese fino hilo que divide la realidad posible de la locura irreal. 

¿Y si hago esto? ¿Y si pruebo así? ¿Qué pasa si más bien intento aquello? He pasado mi vida así, sin tener certezas de que efectivamente estoy tomando la decisión correcta. Voy al azar, en un juego de lotería que me ha llevado a la orilla de este mar que va y viene salvaje. 

No niego que esa incertidumbre me ha dado algunos resultados positivos, pero que bueno sería llegar a un punto en que admita una decisión, la tome y acepte el lugar dónde me ponga. Porque creo que de eso se trata estar a las puertas de la mitad de mi vida, terminar de tomar las riendas, ¿no?