21 febrero, 2023
15 febrero, 2023
La mirada de Califernando
Era una mañana cualquiera, como todas las mañanas de mis últimos cuatro años. Califernando ronroneando sobre mi pecho mientras lo acariciaba por el pecho, el lomo y esa pequeña curvatura entre su nariz y el medio de sus cejas.
Me sentía hipnotizado por sus grandes ojos azules, parecían como la puerta hacia un océano infinito. Él sabía el control que ejercía sobre mí porque empezó a entrecerrar los parpados, eran como tiernos aleteos para terminar de controlar mi mente.
De un momento a otro comencé a sentir que mi cuerpo se despegaba de la cama, estaba siendo abducido hacia lo más profundo de su mirada. Un extraño poder me convirtió en un ente mínimo, que como una nave espacial, estaba entrando a la atmósfera de sus ojos.
La fina capa azul que me separaba entre mi realidad y su mundo era un gas suave, de burbujas que empezaron a frenar mi caída hasta que unos minutos después, aterricé lentamente en una gigantesca superficie también azul, todo era azul allí. Apenas recobré la conciencia, vi a mi alrededor y esa fue la mayor sorpresa de mi vida.
Miles de Califernandos me miraban fijamente mientras ese planeta entero vibraba, era un ronroneo perpetuo y mágico. Cada uno inició un acercamiento tímido pero sigiloso, me olían, me miraban hasta que hacían contacto, al parecer buscaban ser acicalados.
Uno a uno fueron recibiendo mis caricias, jugueteaban conmigo y me hicieron sentir en casa. Allí el tiempo no corría, simplemente era un planeta para recibir y dar amor, tal cual como hacen los gatos cuando estamos junto a ellos, ese universo de Califernando era la razón de su mirada: un mundo que reflejaba lo que buscaban los gatos, ser amados.
10 febrero, 2023
Arenas movedizas
No tenía razón de ser. Hay relaciones que empiezan sin buscarlas, sin pensarlas y ningún plan a la vista.
Solo te dejas llevar por la corriente, la atracción del momento y unos días después estás metido en un cúmulo de sentimientos, palabras melosas y miradas furtivas que dicen mucho en la superficie pero muy poco en el alma.
Comienzas a esperar caricias, reacciones y sentimientos que no llegan. Y justo allí entiendes que estás en unas arenas movedizas: si pides y no recibes lo que esperas, sientes que te hundes un poco en la soledad, en el desprecio por ti mismo y tu autoestima se va al foso.
Si te quedas callado para no hundirte en esa masa que te traga, te conviertes en una piedra con la que todos chocan, sin sonrisas, sin empatía, prácticamente te deshumanizas.
Estás allí. Tratas de buscar ayuda pero no llega nadie. Al final te hundes, las arenas te tragan y aunque suene cruel, tienes que morir para volver a renacer, dejar todo atrás y comenzar de nuevo. Sino las sobras del pasado, las cicatrices de tanto intentar, no te dejarán vivir.