12 abril, 2017

La delgada línea entre el pasado y el futuro

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Siempre me ha inquietado esa combinación extraña que existe entre pasado y futuro, donde el presente es solo una cortina muy delgada que divide nuestras vidas en aquello que pasó y eso que va a pasar. 
Reconozco que ese es uno de mis principales problemas - si es que se le puede llamar así - que el 90% del uso que le doy a mis neuronas es malgastar el tiempo pensando en lo que ocurrió y lo que podría ocurrir a medida que el día avanza.

Es difícil vivir así, pero a la vez resulta enigmático. A veces visito lugares en los que pasé mi infancia o paso cerca de ellos, solo para intentar sentirme como ese niño que en algunas oportunidades se me ha perdido. Trato, infructuosamente, de repetir los mismos cuentos que mi papá contaba y revivir sus anécdotas, solo para garantizar que se guarden en la memoria por un día más.

Cuando estoy más necesitado de esa sensación, me imagino yendo a los antiguos apartamentos donde viví con mi familia y tocando la puerta, tan solo con el firme propósito que me dejen pasar a ver, oler, tocar las paredes que sentí, que rayé, que me protegieron, pero probablemente me impedirían entrar y llamarían a la policía pensando que estoy loco. 

Mi mente también proyecta la misma situación pero a la inversa. Trato de escaparme hacia unos 50 años más adelante, con un yo un poco más viejo, arrugado, destruido por la vida y siendo empujado en su silla de ruedas por su familia. 

Recorrería junto a ellos esa casa pequeña donde fui feliz con un gato que llegó sin ser invitado, al pasar al lado de un carro viejo color arena les contaría - nuevamente - de aquellas colas de seis horas en las que maldecía gracias a un calor penetrante y a la policía que trancaba las vías.

Luego los llevaría a ver las ruinas del edificio donde tuve uno de mis mejores trabajos, una estructura negra, desvencijada y con todos sus vidrios rotos, esperando por una grúa de demolición para destruirlo y levantar en su lugar, una joya arquitectónica más futurista y adaptada a su época.

Iría a esos lugares que me dieron alegría, añoranzas y sueños. Los visitaría queriendo ser joven y recordando que cuando tuve la oportunidad, como ahora, solo deseaba estar en un pasado y un futuro inexistentes, sin vivir el presente y llenándolo de más preguntas que de certezas.