Las llamas
La frialdad de sus palabras erizó mi piel.
Nunca habría pensado que aquella chica, que diez años atrás parecía tan tierna y amorosa, ahora albergara tanta rabia como para querer incendiar el mundo que la rodeaba.
A medida que la escuchaba, entendí que las personas cambian y algunas deciden refugiarse solo en los lugares donde creen tener razón, donde siempre recibirán apoyo y nunca obtendrán una palabra contraria a sus ideales.
Jamás lo creí así, pero ella era así. Los años la habían endurecido y decidió guardarse detrás de la pared de la comodidad, lo políticamente correcto y con el fiero razonamiento de que el pasado tenía que quedar reducido por las llamas.
Al final lo entendí, ella ya no era la misma, su corazón ya estaba reducido a cenizas.