07 mayo, 2020

Califernando y los helicópteros


Los días de Califernando son como los de un gatito común y corriente. Día y noche son para dormir, con algunos momentos de distracciones y pedirle algo de atención a su papá con un suave ¡Miau!.

De la cama al mueble. Del mueble a la cama. De la cama al armario. Del armario a la tina. De la tina al mueble. Del mueble a la mesa. De la mesa a la cocina. De la cocina al fregadero, que si está abierto, da el agua más fresca, fría y exquisita.

Aunque pueden parecer aburridos, su papá le da amor. Juega con él. Lo acuesta entre sus piernas para acariciar su pelo. Lo carga para ver por la ventana y en esos moomentos, cuando Califernando ve el inmenso cielo azul ocurre algo especial que lo pone alerta, lo despierta y lo hace apoyarse de la ventana en sus dos patitas.

A veces pasa un helicóptero y a Califernando le parece un ser increíble. Batiendo sus alas, el ruido que hace, flotando de acá para allá, parece un pájaro gigante.

Califernando siente su energía y corre como un niño por toda la casa: de la ventana del balcón a la ventana del cuarto, se monta en la cama para ver mejor, luego se monta en la pared con sus dos patitas, quiere ver más, casi que le pide a su papá que le compre uno.

Cuando el helicóptero desaparece Califernando queda alerta, sabe que de un momento a otro volverá a pasar para darle más diversión. Y si no regresa, decide quedarse dormido panza arriba mientras le pide a su papá más caricias.