10 mayo, 2020

El limbo


Desperté sobresaltado. Solo recordaba el sonido del disparo y el fogonazo frente a mis ojos, aparentemente, como había pasado en muchas oportunidades, había soñado que me suicidaba.

Me levanté de la cama con el mismo ritual de siempre. Primero el baño, donde noté que el espejo me devolvía un reflejo pálido y joven, seguramente por el estrés de la pesadilla.

Luego fui a la cocina, tomé un poco de cereal y después me vestí con lo primero que alcancé en el armario. El mundo afuera estaba silencioso, demasiado para mi gusto. Y aunque era temprano, el sol brillaba como un farol blanco gigantesco.

Al salir a la calle entendí por qué no escuchaba movimiento desde mi departamento, todo estaba desierto. Las calles vacías, sin autos, sin gente, sin perros callejeros, la ciudad parecía de otro planeta. Miré a los lados, arriba, abajo y allí pude saber por qué no había nada: estaba aún dentro de la pesadilla, el suelo era agua e iba descalzo.

Caminaba por las avenidas que todos los días recorría, era increíble la paz que sentía. El cielo era más azul, el sol seguía brillando pero no quemaba y en el aire se sentía un aroma a flores, a jazmín.

Seguía andando sobre el agua, me dirigía a mi trabajo, quería ver mi oficina sin ninguna persona. Crucé parques, anduve por los vagones del subterráneo vacío, fui al café donde todos los días descansaba en las mañanas, era perfecto, todo en paz y calma.

A unos 100 metros de la puerta de la torre de oficinas donde había pasado mis últimos cinco años de vida, pude ver la silueta de otra persona. A medida que me acercaba lo reconocí: un poco encorbado, su pelo gris, apoyado de un bastón y con un chal gris desvencijado.

Corrí hacia él. Después de 16 años volvía a encontrarme con mi papá y podía verlo caminando, ya la silla de ruedas no existía. Lo miré, me observó y nos abrazamos. Me habló, no le entendía, no quería entenderle, solo quería sentir su calor paterno.

Finalmente escuché lo que me decía: ¡No quería que fuera así, debiste esperar para estar juntos!, no comprendía lo que me decía pero pude ver que lloraba mientras tomaba mi mano y me llevaba a la puerta de la torre de oficinas.

A medida que caminabamos juntos, todo se iba desvaneciendo a nuestras espaldas. Supuse que ya iba a despertar, pero no quería. Mi papá seguía repitiendo que era muy temprano para estar juntos. Soltó mi mano y me señaló que viera por la puerta de entrada a la torre.

Intenté cruzarla, entrar al edificio pero no pude. Al asomarme recordé de nuevo el disparo, el olor a polvora y el fogonazo ante mis ojos. A través del vidrio pude ver a todos mis conocidos llorando alrededor de un ataúd y sobre él, mi foto.

En ese momento todo desapareció, mi papá ya no estaba y quedé en el limbo. No había sido una pesadilla, estaba muerto y ahora no tenía un lugar dónde descansar.

Post inspirado en esta canción