05 enero, 2021

"Érase una vez en Venezuela" (Once Upon a Time in Venezuela) cuando se perdía la esperanza


La pérdida de la esperanza es "la enfermedad" más cruel que puede afectar a un ser humano. Es esa sensación de carencia perpetua, que te convierte en una persona que está pero no existe, no te mata, pero te destruye la alegría y el alma, te va debilitando desde adentro hacia afuera.

¿Cuántos venezolanos perdimos la esperanza de un cambio en los últimos 20 años? Tantas oportunidades malgastadas, miles de familias separadas - incluyendo la mía -, tanta sangre derramada en protestas que terminaron en "elecciones libres, gobierno de transición...", una hoja de ruta que después de dos años aún sigue dando pasos de bebé.

Si mis palabras no se entienden, tal vez sea más fácil hacerlo a través de "Once Upon A Time In Venezuela" y el declive que llevó a la desaparición del Congo Mirador, ese pueblo enclavado en el sedimento del Lago de Maracaibo, tratando de mantenerse sobre las aguas y siendo algo más que pisos de madera y botes de barriles de plástico picados por la mitad.

Todo eso se podía - ¿o se puede? - recuperar o trasladar como hicieron muchas familias al montar sus pertenencias en un par de peñeros para mudarse a una zona cercana, porque lo material se recupera lentamente y con esfuerzo, siempre puede volver a todo eso, pero qué pasa con los sentimientos, los recuerdos, las vivencias.

El paso del tiempo, el deterioro y la destrucción del Congo Mirador fueron los actores secundarios del documental. El protagonista, con actuación impecable y sin guión, fue la pérdida de la humanidad en los ojos de cada habitante del pueblo: la resignación, la desesperanza, ser invisibles ante los ojos del poder incluso teniéndolo frente a frente, la llegada inclemente del final que nadie esperaba.

La maestra, el abuelito artista, los niños, todos se fueron extinguiendo a pesar de que en los primeros minutos del metraje estaban llenos de vida, luchando por mantener sus ideales y su posición.

Y si hablamos de ideales, confieso que a medida que avanzaban las imágenes en ese ir y venir de la representante del chavismo, desde su fundo al pueblo buscando recursos, siempre le deseaba lo peor para que viviera en carne propia los fallos del sistema que defendía. Pero al final, también empaticé con ella, en el fondo admiré su inteligencia, su buen hablar y se mantuvo estoica, decente, humana, educada, calmada, aunque con los ojos vidriosos, frente a un gobernador que la obvió como si fuera una más del montón, algo inútil entre la marea roja que inundó y está ahogando al país desde 1998.

"Once Upon a Time in Venezuela" y la muerte de la esperanza, no del Congo Mirador, si no de miles de venezolanos que esa noche de 2015 celebramos en lanchas, en palafitos, en casas, por mensajes de texto, pensamos que venía un cambio y hoy estamos en un lugar ajeno buscando hacer una nueva vida, todos estamos cargando con una casa flotante de recuerdos día a día.

Tal vez por eso dicen que "la esperanza es lo último que se pierde", porque cuando se extingue y muere, ¿qué nos queda?