16 junio, 2022

Un nuevo mundo

¿Qué es un incordio?, preguntó el niño a gritos desde la mesa de centro de la sala. Allí, como todos los días en la tarde, se sentaba a hacer las tareas que le mandaban desde la escuela. 

El papá, rápidamente y como lo hizo el autor de este escrito, buscó en Google el significado de la palabra y en su mente elaboró el mejor ejemplo que se le ocurrió para que el chico de la casa lo pudiera entender. 

- A ver, un incordio es cuando tu mamá te dice cuatro veces en la mañana que tienes que cepillarte los dientes y luego, te pide que le muestres la boca a ver si lo hiciste bien -, le dijo el papá un poco temeroso de que no lo fuera a entender. 

- Un incordio es una molestia, insistencia, es como cuando tienes ganas de ir al baño y no puedes, ese dolor es un incordio para la panza -, dijo entre carcajadas. 

El niño sonriendo le agradeció a su papá y rápidamente lo anotó en su cuaderno de notas. 

Muchas décadas después, el abuelo estaba rodeado por sus nietos que le preguntaban por las más variopintas anécdotas de su vida. Él les contaba de aquellos años de su época musical, en las que una guitarra y un ukelele no salían de sus manos, produciendo notas y melodías al ser acariciados tan delicadamente como el cuerpo de una mujer. 

Mientras rememoraba todo aquello, no pudo evitar sentir nuevamente la nostalgia de ser joven, de vivir el día a día sin motivo alguno, sin preocupaciones y lleno de sueños, muchos de los que se convirtieron en el combustible que incendiaron su vida de una manera salvaje, incontrolable pero gratificante, guiándolo justo a ese momento de una tarde en la que sus nietos le buscaban conversación sobre su pasado. 

El más chico de ellos era el más curioso, hurgaba en toda la casa y se acercó al regazo de su abuelo con un cuaderno amarillento, arrugado y muy sucio en su tapa. Él anciano lo abrió y casi al final, con la letra de cuando era un niño, pudo leer el significado textual de lo que le había dicho su papá sobre el incordio. 

No pudo evitar sentir una ola de pesar, de necesidad de volver a aquel día en que su papá se reía de lo más alegre por su creatividad y él feliz, lo veía orgulloso por tener a un padre tan inteligente. 

El abuelo abrazó a sus nietos, le dio un beso a cada uno y les dijo que necesitaba descansar. En su cama, rodeado por al menos 20 fotos de su familia y momentos de su vida, cerró los ojos y despertó en una pradera infinita, soleada, de un cielo azul profundo y a su lado, estaba su papá con la misma sonrisa de esa tarde, dándole la bienvenida a ese nuevo mundo.