31 diciembre, 2018

Cinco sentidos

Alegoría de la vista | Brueghel
La última vez que esperé fue el mejor día de mi vida. Ella llegó, me tomó de la mano y me dijo que todo iba a estar bien.


Me abrazó, su aroma era perfecto como siempre. Dejé que se fuera introduciendo por cada uno de mis sentidos. Se apoderó de mis ojos con sus formas perfectas, atractivas y delineadas al compás de los rayos de luz.

Luego escuché su voz, irritante pero a la vez melodiosa. A través de mis oídos llegó a mi cerebro para seducirme de formas inimaginables, ya me tenía en sus manos.

Como un autómata me dejé guiar para tocarla, acariciar su suave piel y sus rincones más oscuros. Era tal cual lo recordaba, no había lugar a dudas que eso era lo que quería tocar.

Estaba embelasado cuando sentí el olor de su cabello, me recordaba a un bosque inhabitado donde podían ocurrir cosas maravillosas, era como un paraíso en el que me quería quedar.

Al final le hablé, le grité pero no me respondió. Yo estaba allí solo recordando con mis cinco sentidos y ella ya se había ido.