La gabardina (II)
Cuatro horas después de robarme su gabardina, recibí la llamada que estaba esperando. Su voz se notaba nerviosa, cansada y un poco desesperada.
Me dijo que saliera en 30 minutos y pasara a buscarla por su oficina. No esperé el tiempo que me pidió y fui al mismo edificio donde había estado unas horas antes.
Arropado por la penumbra la seguí, ahora iba vestida con unos jeans y una franela que parecía de dormir. Me desvié hacia el punto de encuentro y esperé tranquilo. Unos cinco minutos después mi novia tocaba la ventanilla del auto, entró y sin saludarme me dijo que arrancara.
Estaba metida en su mente, probablemente esperando a que yo le preguntara por qué iba vestida así, pero tendría que explicarme todo cuando llegaramos a casa.
Solo me atreví a detallar su pecho, que por el frío de la noche dejaba marcar sus pezones debajo de la franela vieja.
- ¿Tienes frío? - ella soló inclinó su cabeza para afirmar. ¡Tranquila, en casa tendrás calor!, le respondí.