24 agosto, 2018

El infierno


Todo era tan confuso. La habitación estaba oscura, silenciosa, solo escuchaba los latidos de mi corazón empujando mi cuerpo a una velocidad increíble.


Las voces en mi mente comenzaron a hablar. No las quería escuchar, pero allí estaban, aunque estuviera escondido en un rincón de la realidad. Eran como demonios, me asustaban pero yo sabía que debía hacerles caso.

Busqué gasolina e impregné todo el cuarto. Tomé el mechero y lo encendí. Si me quedaba allí sentiría el fuego de mi propio infierno. Me senté en mi escritorio y vi cómo todo comenzaba a arder. De repente lo entendí, las voces en mi mente me habían obligado a hacerlo y me olvidé de ella.

Estaba durmiendo en la cama cuando las llamas empezaron a apoderarse de las cortinas, las paredes. Todo era tan luminoso, caluroso, doloroso, ella despertó. Me miraba, gritaba pero ya era muy tarde. Su piel se estaba derritiendo como la cera de una vela.

Daba vueltas sobre el piso, quería apagarse y yo no me inmutaba, estaba paralizado por mis propias emociones. No la quería escuchar, quería apagar sus gemidos. Fui a socorrerla y los dos empezamos a arder, yo no le tenía miedo a nada, ni a la muerte.

Nuestras pieles comenzaron a formar una masa que olía a chamuscado, nos quedamos pegados sin poder separarnos. La muerte llegó. Primero a ella, luego a mí mientras aguantaba mi respiración. Sintiendo que todo ardía, estábamos en nuestro infierno.

Todo era tan luminoso, tan amarillo, tan perfecto. Al final solo pude escuchar el crujido de la madera ardiendo. Era el fin.

Inspirado en el video de Seafret - Monsters