02 junio, 2021

Don gato


Por las calles de mi pueblo habitaba un perro inusual, se decía que además de sus orígenes inciertos tenía malas costumbres. 

Una mañana apareció de la nada en medio de la plaza de armas, todo lleno de hollín, cansado y hambriento. Durmió por tres días seguidos, solo levantando la cabeza para recibir lo que las abuelitas del pueblo le llevaban para calmar su sonoro estómago y luego se volvía a acostar panza arriba.

Pronto fue agarrando energías, junto a las campanas de la primera misa del día, él ladraba. Luego se divertía correteando motocicletas y luego, como un mafioso, se sentaba debajo de la estatua olvidada del precursor del país a "cobrar vacunas" en forma de almuerzos que los habitantes del pueblo le llevaban. 

Un año después de su llegada y por casualidades de la vida mientras comía un cruzado de pollo y res, una de las tantas abuelas sentadas a su alrededor notó que cuando le pegaba el sol en la boca, los dientes le brillaban. Tal fue la sorpresa de todos cuando el veterinario de turno lo revisó y vio que sus molares e incisivos, estaban bañados en oro. 

Así se descubrió su origen. Nadie había asociado su llegada al pueblo con el derrumbe de una mina cercana. Allí este perro desconocido fue adoptado desde cachorro y como un regalo de amor y cariño por los trabajadores, le habían colocado dientes de oro para que fuera un perro único. 
 
Desde ese día y por su aspecto de mafioso, cobranza de vacunas y su fiero odio a las motos, un gracioso decidió llamarlo: Don Gato.