29 julio, 2022

La fuente


La última noche de cada mes tenían la tradición de experimentar cosas nuevas, una manera de darle chispa a la relación que había comenzado un año atrás y que hasta ese momento no había caído en el aburrimiento.

El mes de julio no iba a ser la excepción. Compró tickets de bus para el último fin de semana y le mandó un mensaje a su chica: "Reserva el fin del 29 porque nos vamos de viaje, lleva solo lo necesario".

Llegado el momento se encontraron en el terminal y, extrañamente, ella solo llevaba un bolso de mano, algo inusual porque siempre viajaba con un par de maletas como si fuera a pasar un mes en una ciudad. Él se alegró al verla tan cómoda: sandalias, unos shorts que realzaban sus piernas y una blusa semitransparente que dejaba ver una ropita interior negra.

El recorrido en bus era relativamente corto. Dos horas y media para arribar a un pueblo de montaña, donde el clima otoñal y veraniego se unían formando un espacio perfecto para una pequeña plaza principal, custodiada por una gran fuente, un campanario de la iglesia y alrededor, muchos café, locales de comida y calles entretejidas como si fuera un telar.

La primera noche la pasaron caminando el pueblo, tomando fotos, mirando el menú de los restaurantes y escuchando la conversación de los viejitos de la plaza.

Al otro día, fueron un poco más allá, a hacer treking, conectarse con la naturaleza y bañarse en el río cercano. Era un plan de desconexión, donde ambos podían sentirse más relajados y tranquilos.

- Tengo una reserva para cenar en la noche - le dijo mientras regresaban al pueblo. Efectivamente, a las 10 pm llegaron a un bar tranquilo, solo iluminado por la luz de las velas y aparentemente, era el único que se mantenía trabajando un domingo. Ella, nuevamente, tenía unos shorts, una blusa corta y unas sandalias.

Comieron, tomaron al menos dos botellas de vino y se estaban devorando con los ojos, otra cosa que no se había perdido en la relación: la pasión.

Al salir del bar, el pueblo estaba completamente desierto. Solo se escuchaba el agua que caía suavemente en la fuente de la plaza y a lo lejos, alguno que otro auto circulando en las afueras. No supo si fue el vino o las piernas de su chica pero se le ocurrió proponer algo inesperado: - Vamos a meternos en la fuente - dijo él, recordando a los niños que habían visto hacer lo propio el día anterior.

Ella lo miró, primero escéptica y luego completamente avergonzada cuando él ya estaba en el agua chapoteando, pero se dejó llevar por el alcohol que tenía en las venas y el recuerdo del deseo con el que hace unas horas la estaban mirando.

Primero metió los pies para comprobar que el agua estaba tibia. Eso la relajó, en pocos minutos ya sentía su ropa mojada, su cabello ondulado por el efecto de la humedad y su piel, erizada por el frío nocturno.

Ninguno de los dos supo por qué o cuándo, pero en un momento estaban entrelazando sus lenguas en un beso caluroso, mientras sus cuerpos se rozaban apoyados en el pilar de la fuente. Habían perdido la cordura, pero les encantaba. Él comenzó a morderle el cuello, las orejas, bajó por su vientre y le abrió la blusa. Lamió su ombligo, sacó sus senos por encima de su ropita negra y mordió sus pezones, primero suave y luego los lamió como la primera vez que los conoció: primero por toda la aréola y luego en la punta.

Mientras seguía comiéndose sus pechos, le desabrochó los shorts para bajarlos con todo y ropa interior. Descubrió que el centro de la intimidad de su chica estaba erizado, así que lo atrapó entre sus labios pasando la lengua suavemente, ella abría con sus dedos para darle de beber de su humedad.

- Quiero que me lo hagas acá -, le dijo entre gemidos. Él se levantó, la besó nuevamente en la boca recorriendo sus lunares y la volteó, para besar su cuello mientras con sus manos la tocaba justo allí. Bajó, para besar entre sus nalgas, recorrer todo ese canalillo que iba desde justo un poco más abajo de esos hoyuelos en su espalda que a él lo volvían loco de placer hasta llegar donde se ocultaba la fuente de tanto deseo y el centro de su intimidad.

Ella sabía que sus nalgas lo volvían loco, así que las abrió con sus dos manos, para que su lengua pudiera llegar hasta lo más recóndito de su cuerpo. Las movía y gemía, él sabía que era el momento. Se levantó y lentamente la fue penetrando, hasta que fueron uno y allí aumentó el ritmo, tomando sus senos fuertemente y comenzando un mete y saca que se opacaba por el ruido de la fuente.

Esa fue la primera de las noches en que tuvieron sexo en público, solo con el cielo y las estrellas de testigo, aunque hubo una luz en los edificios de la plaza que se apagó justo cuando salieron de la fuente para vestirse.

20 julio, 2022

Big bang


Siempre se encontraba ocupada. A pesar de estar abarrotada de trabajo, qué haceres de la vida y estudios, como si tuviera un TOC, si le aparecía una nueva tarea la tomaba y luego decidía cómo estirar el tiempo. Esa era su manera de meterse en una burbuja para no pensar demasiado, mantenerse con los pies pegados a la tierra y matar un poco la imaginación, esa que a veces peligrosamente le aparecía en sus sueños para intentar destruir su cordura.

Solo allí, en ese mundo que se disipaba al momento de abrir sus ojos, se dejaba llevar para sentir cosas nuevas. En ese universo conoció a un chico que era un misterio, algo juguetón y que no obedecía a reglas. En uno de esos encuentros furtivos mientras dormía, ese amigo la tomó de la mano y la invitó a flanquear una puerta completamente blanca, sin detalles y sin cerradura.

Como extrañamente sabía que era un sueño, caminó hacia ella. Al atravesarla, mágicamente quedó flotando en un espacio de nubes, colores, planetas orbitando a su alrededor y sin esperarlo, estaba como Dios la trajo al mundo, completamente desnuda.

Su piel brillaba como las estrellas en la noche. La punta de sus senos estaba erizado, su ombligo albergaba una galaxia y entre sus piernas, brillaba un sol. Ahora lo entendía todo, ella era el Universo entero. Tras unos minutos de tratar de entender lo que estaba pasando, vio que su amigo se acercaba a ella, también desnudo.

Como un Big Bang chocaron entre sí. En medio de una explosión atómica, sus cuerpo se transformaron en pequeñas partículas que comenzaron una danza de caricias, besos y a reproducirse unas con otras, formando un nueva galaxia que a medida que se expandía, generaba un ruido sordo, como un gemido infinito.

Al abrir los ojos. Se encontró en su cama, sudada, con el corazón palpitando rápidamente y entre sus dedos, la prueba cremosa y blanquecina de que efectivamente, su amigo que a veces le parecía regañón y poco amistoso, había ido a sus sueños a hacerle el amor.

18 julio, 2022

Cielo de amor


Todo lo que un día tuvimos,
fue el cariño que nos unió,
entre palabras nos descubrimos,
esa mañana en que todo comenzó

Tus ojos brillaban a la luz del sol,
mi corazón latía fuerte por ti,
nuestras manos se tomaron por fin,
para encontrarnos en un profundo amor,

Tu corazón latía junto al mío,
mientras cantaba esta canción,
me miraste y cantamos unidos,
comenzando nuestra historia de amor

12 julio, 2022

La pluma


Siempre se preguntaba cómo sería dejarse llevar, tal vez por eso una de sus películas favoritas era Forrest Gump, sobre todo por su principio y final.

La pluma siempre fue un gran enigma para ella, por una parte le provocaba ser así y flotar en el aire sin control, y por el otro, la sacaba de sus cabales que a alguien se le hubiera ocurrido que ese pedazo de materia flotante no tuviera un plan, un manual de uso, un camino dictado por el tiempo sobre el lugar donde descansar.

Ese era su eterno debate, el azar o el control férreo sobre su destino, porque al final, sus decisiones no podían quedar en manos de un ser invisible o el poder que la Luna ejerce sobre las mareas. ¿Qué pasaría si dejara todo a un lado y se dedicaba solo a sentir?

Una vez conoció a un chico así, un tanto desordenado, rebelde y con ideas alocadas en la cabeza, pero que le buscaba conversaciones interesantes, sabía detalles inútiles pero a la vez divertidos para recordar, y que de vez en cuando la tentaba, como la serpiente a la mujer primigenia. Parecía que él a veces quería hacerla explorarse, aunque nunca se habían visto y apenas se conocían.

Por un lado, se exasperaba y omitía todo aquello, porque ella no podía ser como la pluma, su plan estaba trazado sin tropiezos, sin desvíos y mucho menos curiosidades alocadas que la podían meter... ¿En problemas? Esa fue la pregunta que se hizo una noche mientras discutían sobre personajes una serie que veían: ella adoraba al controlador, él amaba al rebelde que solo se preocupaba por los demás, aunque a veces les hiciera daño.

Así que en medio de la discusión decidió darle un giro a todo al asunto, sabiendo que el chico no se negaría: ¡Haz tu magia, quiero ver qué puedes lograr antes de que nos durmamos!, Seguido de un emoticón con cara tentadora.

Él, sabiendo que a ella le gustaba tener el control y seguir instrucciones le dijo de manera socarrona: - Te apuesto que en cinco pasos podemos lograr que llegues al clímax -.

Ella se rio y casi dio por finalizada la conversación, pero unos minutos después estaba recibiendo un escrito llamado: "El sutil arte de conocerse a si misma". Los detalles no se conocen, pero cuentan que alcanzó sensaciones tan placenteras que al final, cada noche decidió ser como la pluma y dejarse llevar.

07 julio, 2022

¿Quieres ver el amanecer?

Apenas había caído la noche cuando llegó a su casa. Todo estaba a oscuras, en silencio y las habitaciones desiertas, tan solo llenas por el arrullo de las olas que se filtraba a través de la ventana. A ella le pareció extraño, porque su pareja le había dicho que saldría temprano del trabajo. 

Tal vez se detuvo a comprar la cena, pensó. Fue a la cocina, tomó agua, se descalzó y fue directo al baño. Su ritual era siempre ducharse con agua tibia, porque le parecía sentir que cada poro se abría a medida que pasaba el tiempo.

Al salir y buscar su ropa en la cama, notó que en la almohada había un sobre sencillo con apenas un mensaje con un corazón dibujado: te espero en la playa, sigue el punto amarillo.

Esa era la razón por la que su chico no estaba en casa, tal vez le había preparado una especie de picnic nocturno bajo el cielo estrellado y con la arena de mantel. Esas eran las ventajas de vivir en la costa.

Se vistió lo más sencillo que pudo: una coleta, un pareo y sandalias. Al salir de casa, se fijó que al extremo de la bahía estaba el punto amarillo, una fogata, tal vez. 

Después de 15 minutos llegó al lugar, desolado y uno de sus favoritos cuando necesitaba hablar de cosas importantes sobre su vida en pareja, trabajo, o simplemente tomar algo para relajarse. 

Su chico estaba sentado sobre la arena, con una sonrisa pícara, una botella de champaña, un par de sandwiches y una bandeja de frutas. ¿Qué celebramos?, le preguntó extrañada. Él le contestó que nada, solo le había provocado. Eso le encantaba, su espontaneidad y la manera en la que se ponía creativo sin necesidad, nunca se lo había confesado, pero le generaba un cosquilleo en algún punto remoto de su feminidad. 

Apenas se sentó sobre la arena, aceptó de buen gusto una copa de champaña y un par de uvas que su chico le daba en la boca como si fuera una reina. Luego le dijo: ¡Voy a taparte los ojos y tomar tu mano, tú solo debes seguirme! Primero sintió temor, pero confiaba en él. 

A ciegas sintió cómo quitaban el nudo de su pareo para quedar en ropa interior. La mano que conocía de memoria la invitaba a caminar, así que dio unos cuantos pasos hasta que sus pies tocaron el agua. Era tibia y calma, tal cual como el océano caribeño después de una tarde soleada. 

Siguió caminando, ahora con un brazo rodeando su cintura hasta que sintió el agua hasta el cuello. Le quitaron la venda de los ojos y pudo ver a su pareja, que poco a poco comenzaba a besar los lunares que parecían una galaxia que custodiaba el el planeta principal, sus labios. 

Para sentirse más segura, lo rodeó con sus piernas y también lo besó. Le lamió las orejas, le mordió el cuello y los labios, de una manera suave. Así con sus piernas alrededor de su cintura, comenzó a sentir la dureza de su masculinidad y eso le erizó la piel, lo que hizo que le diera un poco de pena y agradeció por la oscuridad del mar nocturno: su cuerpo siempre reaccionaba así cuando él la besaba, era como si siempre fuera una primera vez.

Él también correspondía a sus besos hasta que supo que no había marcha atrás, nuevamente le pidió que cerrara los ojos y sintió como volvían a la orilla. Con suavidad se dejó llevar hasta que quedó acostada sobre la arena. 

Sintió que unas gotas de champaña caían sobre su ombligo y luego, la lengua juguetona de su chico que la recorría de arriba a abajo, marcando la línea que comenzaba entre sus senos y se perdía justo en la frontera de la fina tela que cubría su pubis. 

La champaña seguía corriendo, su corpiño ya estaba bajado y sus pezones recibían mordiscos suaves, pellizcos y lamidas, mientras él le decía al oído: la punta de tus senos siempre me han parecido tan dulces y duros como una ciruela.

Ella ya lo guiaba con sus manos y poco a poco lo fue bajando, quería sentirlo allí. Él entendió, le quitó suavemente el calzón para descubrirla húmeda y emanando calor. Primero besó la fuente de su placer, luego bebió de sus fluidos, y la recorrió desde su pubis hasta la entrada de su trasero. 

Repitió esto muchas veces, alternando con dos dedos hasta que supo que ella llegaría al clímax. En ese momento se detuvo, esperó uno, dos, tres segundos, quería hacerla sufrir de una manera tierna. Ella no entendía, se quitó la venda y esa fue la señal, apenas descubrió sus ojos sintió como el miembro de su chico la penetraba con intensidad, una y otra vez, salía y entraba mientras la besaba en el cuello. 

Ambos llegaron en un orgasmo increíble que se multiplicó varias veces para ella, cuando le colocaron unas uvas en su ombligo y leche condensada en los pezones, a medida que la comían, su feminidad palpitaba apretando el miembro duro de su chico. 

Así estuvieron unos minutos hasta que el cantar de las gaviotas los sacó de su ensueño, ¿Quieres ver el amanecer?, le preguntó mientras la besaba tiernamente en los labios.