15 diciembre, 2020

Soltar

La memoria funciona como una cicatriz mal cerrada por donde fluyen recuerdos, sensaciones, imágene, tan vívidas, tan reales, que me hacen pensar que me trasladé a un momento en especial.

Por eso no importa cuántas veces lo intente, es imposible no recordar, y aunque todo ello es una carga para mí, me aterraría olvidar parte de mi vida, porque así funciona, como cuando te estás ahogando y encuentras cualquier cosa a la que sujetarte.

Si abandono mis memorias, sería soltar ese salvavidas para hundirme en unas tinieblas profundas, oscuras e inmensas donde no sé quién soy, qué valgo o simplemente no tener una razón de mi existencia. 

Tal vez debería ahogarme, dejar que la corriente me lleve a lo desconocido, pero en este momento, es imposible. Me da más miedo soltar que volver a nacer.

12 diciembre, 2020

El clima


El sol sale entre tus piernas y se oculta en tus ojos, 

La noche nace en tu cabello oscuro, 

Y el día en cada una de tus sonrisas,

Que dan pie a atardeceres apacibles.


Eres invierno, con tus pies fríos, 

La primavera con tu carácter apacible,

El verano con tus deseos de fuego, 

Y el otoño con tus momentos tristes. 



07 diciembre, 2020

Ansiedad



Atardeceres llenos de nostalgia,

Noches sin dormir, sin sentido,

Solo en sueños encuentras la magia,

Intensa, vivaz, deseos prohibidos.


Eres lo que sueñas, lo vivido,

Dejando todo en el camino,

Avanzando, tanto has recorrido,

Desesperado, ansioso por un buen destino.

06 diciembre, 2020

Califernando y la dramaturgia gatuna

Califernando en sus cinco años de vida ha elaborado dos estrategias claras para pedir comida: abriendo y cerrando la boca rápidamente, como si estuviera mordiendo algo inexistente, ese bocadillo perfecto que solo puede materializarse en su mente gatuna. 

Lo hace cerca de mi oído, no sé si para despertarme, o simplemente compartir conmigo ese placer surgido de la comida ideal, esa que solo existe en su imaginación. Solo lo hace de madrugada, tal vez porque es más silenciosa, más precisa, más certera.

La otra forma de exigir la alimentación diaria es mirándome directamente a los ojos, moviendo sus orejas hacia atrás y maullando, pero no es un maullido normal, de esos que se escuchan en la boca de cualquier gato, sino un sonido que raya en la poesía, en una obra teatral dramática y desgarradora, que al ser traducida del gatuno al español, diría algo así:

"Papá, tengo hambre, ven a observar mi plato. Se ve tan vacío, tan triste, tan melancólico. Míralo, refleja la soledad del mundo que nos rodea. Es un plato desolado, un territorio inhóspito que necesita de tu atención. 

Parece un universo sin sus estrellas, un perro sin sus pulgas, un ombligo sin su sucio, unas orejas sin su cera, obsérvalo papá, un plato así no tiene razón de ser. Lo muevo y no suena, carece de esa melodía tan perfecta entre lo tostado y lo suave, las ganas y la saciedad, ¿puedes llenarlo?

Dale vida al plato, por favor. Necesito verlo lleno, hasta el tope. Sentir que cuando acerque mi boca a él, mi nariz quedará sumergida en comida. Solo así podré comer tranquilo, pero solo por unas horas, luego te contaré nuevamente la historia del plato desolado".

Toda esa obra dramática sucede en segundos, mientras Califernando me observa y pienso que tengo al mejor gato del mundo, no solo porque es hermoso, por su compañía, sino porque al parecer, en un futuro cercano será un genio de la dramaturgia gatuna.