11 septiembre, 2014

30 meses: Gracias a ti

♥ Tinita y yo ♥
Este miércoles desperté pensándote, decidido a llegar al trabajo y simplemente decirte por el chat, que es la vía por la que mejor nos comunicamos que ¡Mañana cumplimos dos años y medio! Por eso te escribo este jueves. 

Lo pensé bastante y creo que pueden parecer mucho 30 meses, pero es poco para todo lo que nos falta por recorrer y todo lo que hemos vivido juntos. 

Gracias a ti he descubierto nuevas cosas en mi vida, en mi personalidad y también creo que te sucede lo mismo. Me encanta como sacas en los momentos menos esperados una parte de ti que a veces desconozco, esa niña tierna que me mira y me pide que saque mis ojos pestañetudos y de mirada grosera, la misma con la que creo que te conquisté hace 30 meses y un poquito más. 

He descubierto en tu cuerpo algunos detalles que creía olvidados, que a veces prefiero una cama para dormir y otras la prefiero para practicar una nueva etapa en la evolución de la familia. 

Gracias a ti puedo decir que las mujeres existen para amarlas, quererlas y comprenderlas a pesar de todo, a pesar que a veces por ínfimos detalles decidan hacerse las incomprendidas y las mal amadas, pero son cosas que está en su genética y no pueden ser evitadas. 

Sin embargo, creo que después de 30 meses puedo decir que quiero pasar muchos más días contigo, junto a ti y descubrir a dónde nos llevan nuestros proyectos, nuestras ideas y principalmente, todo el cúmulo de afectos que hemos cultivado. 

Espero que los dos años y medio se dupliquen, tripliquen y lleguen al infinito, y que al final añoremos volver a aquellos días en el hatillo donde tu te asustabas con mi mirada y yo me propuse conquistarte. 

Ojalá que cuando seamos viejos, queramos nuevamente repetir este camino porque es único, bonito y realmente tierno. Siempre tuyo.

04 septiembre, 2014

El lado oculto de sus ojos

Sus ojos siempre me han parecido peligrosos, retadores y cargados de ironía, siento que me ve como una amenaza a su ritmo, como una piedra en el zapato a la que hay que quitar del camino. 

Por eso he preferido adelantarme a sus intenciones, he decidido que debo borrarla de mi vida como se quita a una cosa insignificante. Le hablo, la confundo y así he logrado que baje la guardia, está sin protección, con un trapo entre la nariz y la boca le quito el aliento, se ha desmayado. 

No sé dónde puedo jugar con su cuerpo. Tal vez en un rincón oscuro, en un sótano donde conviven ratas, cucarachas y otras alimañas. Allí estoy, me divierto con su humanidad, pero no me mal interpreten, no pienso en esa diversión que lleva al orgasmo. Pienso en algo más metódico, en un trabajo con saña y con fuerza, para demostrarle que no soy tan inútil como piensa. 

Ya sobre la mesa de ese hueco nauseabundo, le he quitado la ropa, como lo imaginé no es bella, es una mujer común y corriente. Ato sus manos, sus pies y su cintura, ahora sí es tan inservible como siempre he pensado que es cuando la veo frente a mi. Con un martillo aplasto cada dedo y con una pinza arranco cada uña. Con unos clavos he abierto sus pezones, con aguja y alambre le cerré para siempre la posibilidad de tener hijos y su fuente de deseo. Aún está dormida por el sedante.

Abro sus párpados, sus ojos están aparentemente sin vida. Los dejo abiertos un rato, dejo caer un poco de azúcar, sangre y carne podrida, unos minutos después veo como los roedores acuden al festín, mastican sus ojos y tragan esos puntos profundos que tanto daño me han causado. Media hora después las ahuyento y compruebo que ya no hay nada en su cara que me pueda dañar. 

Las ratas han hecho un buen trabajo. Pego nuevamente la tapa de sus ojos. La visto y la dejo sobre la mesa. Quisiera esperar para disfrutar de la sorpresa que se llevará al despertar, volverá a la vida sabiendo que ya no me podrá destruir, que sus ojos nunca más mirarán con desdén a la humanidad.

02 septiembre, 2014

¡El que se murió ¿se jodió?!

Mi padre siempre fue un hombre de bien. Trataba a todos por igual, casi nunca se molestaba o dejaba que la rabia lo dominara, caminaba de un lado para otro porque decía que así todo era más rápido, se la llevaba bien con toda su familia y jamás le dijo que no a alguien necesitado. 

Como podemos ver, mi papa durante toda su vida actuó parecido a un santo, a un buen hombre católico salvo por un gran detalle, él no creía en la religión. Por motivos de crianza y después en base a sus propias experiencias, lectura y enseñanzas se consideraba un no creyente de lo que predican los sacerdotes y la Iglesia. Él insistía en repetir la frase que titula este texto y por ello trataba de vivir la vida a plenitud. 

A su juicio la vida más allá de la muerte era inexistente, para él cuando al cuerpo lo metían en una caja los gusanos se lo comían y allí se acababa todo, como una especie de botón: Encendido/Apagado (Naces/Mueres). 

Ahora a 10 años de su muerte tengo, por primera vez, que cuestionar la manera de pensar de mi progenitor. Creo que en su infinita sabiduría, que trató de prodigarme durante los 20 años que estuvo a mi lado y de la que no tomé casi nada, por no decir nada, cayó en un único gran error al pensar que quien muere se jode.

Debo contradecirte viejo, creo que al tú morir nos jodimos los que quedamos acá. Solo hablaré por mi parte, porque no sé cómo piensen los demás de la familia. Creo que tú moriste y yo me jodí de cierta forma, porque llevo 10 años extrañándote y pensando en que tal vez las cosas pudieron ser diferentes. 

Me jodí con tu muerte porque los 20 años que compartí contigo fueron muy poco comparados a todos los años que tengo que esperar para verte de nuevo, para contarte de toda la vida que viví sin ti, de las cosas que he tenido que hacer sin ti. Tú no te jodiste al morir porque seguramente pasaste a un mejor plano, te encontraste con mis abuelos o tal vez, ya volviste a nacer al reencarnar en alguien más, aunque espero que eso no haya pasado porque de verdad que este puto mundo cada día está peor. 

Al morir volviste a nacer y los que quedamos acá extrañándote, comenzamos a morir desde el mismo instante en que diste tu último suspiro. Nunca debiste morir, pero por si acaso, no pienses que te jodiste al dejarnos acá. Probablemente si leyeras esto pensarías que debiste quedarte un poco más, pero tranquilo, no fuiste tú el que jodió todo sino la vida. 

Por ahora solo espero que pase el tiempo y que llegue el día en que nos volvamos a encontrar, allí tú y yo decidiremos quien tenía razón y te preguntaré: ¿me jodí al morir?