28 agosto, 2023

Bosques de colores


Las mañanas de Tommy eran muy tranquilas. Despertaba, tenía comida servida en su plato, varias pelotas rojas en el suelo para jugar y su arenero listo para hacer sus cosas. Sin duda alguna, era un gato privilegiado.

Aunque a veces pasaban cosas como la que ocurrió un sábado, cuando despertó asustado por unos ruidos y una extraña sombra que venía de la sala de la casa. Miró fijamente y todo su pelaje se erizó, era una figura con grandes alas, un aguijón y peluda como él. Saltó rápidamente de la cama y fue a buscarla, su instinto cazador lo impulsaba a ser valiente.

Con su cola baja, las orejas levantadas y sus garras saliendo de sus patas fue a buscar a ese monstruo y cuando lo vio, no supo si reirse o dar media vuelta para irse de nuevo a dormir a la cama.

La luz lo había engañado, lo que parecía algo gigante en la sombra solo era una abeja que se había posado en la ventana. Tommy decidió ir a buscarla, mirarla para saber si era tan malvada como parecía. Se puso muy de cerca, casi rozando su nariz con el cuerpo de la abeja y se quedó mirándola, oliéndola. Cuando levantó su pata para tocarla, la abeja pegó un grito pensando que la iban a aplastar.

Tommy pegó un saltó hacia atrás y luego volvió a acercarse, hizo eso varias veces hasta que no aguantaba la risa. Después de varios saltos y gritos, que para su mamá parecían un simple juego, la abeja le habló: - Sé que te diviertes, pero necesito ayuda porque tengo un ala doblada y no puedo volar bien -; Tommy la observó fijamente y era verdad, su ala estaba doblada como su cola cuando dormía.

Decidió ayudarla. Se acercó lo más que pudo y dejó que se montara en su nariz. Primero sintió cosquillas y luego algo que no había conocido jamás. El cuerpo de la abeja tenía muchos aromas y ella le explicó: - Es el olor de todas las flores que he visitado hoy -.

Por el olor Tommy podía imaginar cada una de ellas: amarillas, de pétalos grandes, rojas, pequeñas, muchas, una sola, era increíble poder imaginar un jardín entero solo por el aroma.

La ayudó a salir por la ventana pidiéndole que volviera el otro sábado. Desde ese día, cada fin de semana Tommy recibía a su amiga voladora para sentir el olor de las flores y viajar en sus sueños a bosques infinitos de colores.