29 julio, 2020

Correr


A veces tengo tanto miedo de mi. No sé qué es lo que pienso o que es lo que quiero, en algunas oportunidades mi mente juega con mi cuerpo y lo maneja como si fuera un títere, sin alma, sin sentimientos.

En días en los que quiero correr, en los que no sé quién soy pareciera que no tengo alma, ni sentimientos, solo soy un pedazo de piel recubriendo huesos y órganos vitales. Me siento vacío, como si no hubiera lugar en el mundo que realmente me puede satisfacer.

Es terrible sentirse así, con ganas de correr, de escapar, de querer trasladarse a un nuevo universo, a otro planeta, a otro lugar que me permita encontrarme conmigo mismo.

Porque realmente es trágico no encontrarse, no entender lo que soy sabiendo que muchos esperan algo de mi, incluso yo mismo espero algo que estoy seguro que nunca me podré dar.

24 julio, 2020

Fantasmas


Cuando estoy solo es cuando más tengo miedo. La soledad es una mala consejera y termina proyectando ante mis ojos tantos recuerdos.

Desde que me levanto comienza un desfile de espejismos felices, seductores, dolorosos que se materializan como fantasmas.

Trato de ahuyentarlos pero al final termino abrazándolos, conversando con ellos y tomándome una taza de café con el pasado. Sé que debería dejarlos ir, admitir que ya nada de eso tiene sentido en mi presente, pero quién no se ha quedado atado a cosas inútiles e imposibles.

Lo peor es que mientras más piensas en eso, más fuerte se hace llegando a tener el poder suficiente para hacerte daño, dominarte y lograr que sientas dolor, incluso tan vívido y real como cuando lo experimentaste.

Y lo más increíble, es que por más que tratas de pensar en los momentos de alegría, siempre vendrán los que causaron más tristeza o depresión.

21 julio, 2020

En nueve meses


Al final lo había decidido pero no estaba solo. La vida era demasiado rutinaria, solitaria y algo gris. Ella como siempre, trataba de empujarme para ser un mejor hombre, pero desde hace mucho tiempo no conseguía darle color a mis días.

Busqué el revolver, cargué todo el tambor y me encerré en el estudio. Sin embargo olvidé poner el pasador y cuando ya tenía el acero del arma en mi boca, mi novia entró a la pequeña habitación mirándome fijamente.

Hizo un gesto para que me callara y se quitó el sweater que traía puesto. Su piel solo estaba cubierta por un lingerie azul que realzaba sus formas, la blancura de su cuerpo y unos que otros rollitos, que le daban más naturalidad a su belleza.

Aún mi mano estaba en el gatillo pero había perdido fuerza de voluntad. Mi chica ya había posado su boca pero en la otra arma, que siempre ganaba potencia cuando ella me acariciaba. Comenzó a besarla, lamer y luego de espaldas, se sentó sobre mí.

Arriba, abajo hasta que el disparo sonó. La sangre comenzó a fluir de mi cabeza destrozada al igual que mis fluidos dentro de ella. Sus caderas se seguían moviendo, como si quisiera absorver toda la vida que se estaba escapando de mi cuerpo.

Probablemente su orgasmo fue la chispa que como el big bang estaba destruyendo todo, para darle paso a un nuevo nacimiento.

En nueve meses, parte de mí nacería de su vientre.

12 julio, 2020

Nueva vida


Sentí que lentamente estaba dejando mi cuerpo. Después de unos cuantos intentos de la naturaleza, o tal vez del destino, había muerto.

Mi conciencia se escapaba flotando del mundo. Desde arriba veía mi cama, mi gato que seguía durmiendo tranquilo al lado de mi cuerpo inerte y luego, toda la ciudad con sus luces encendidas, pero sin autos o personas en las calles. 

Después de unos cuantos minutos atravesé el túnel, ese que muchos ven al morir pero que no se atreven a cruzar y por eso vuelven de la muerte. 

Caminé por él y llegué a un pasillo blanco infinito. A medida que iba dando pasos me fijé en las dos paredes que me flanqueaban a izquierda y derecha, eran transparentes, divididas en cajas marcadas con un nombre, dos fechas: año de nacimiento, año de muerte, una ranura y un tablero digital. 

Me acerqué a una y vi cómo era el funcionamiento de todo allí. Cada caja era un futuro ser humano. Su nombre, fecha para llegar al mundo, fecha para regresar a la caja y lo más impresionante: un largo brazo mecánico insertaba por la ranura cápsulas y luego introducía complejas combinaciones numéricas en el tablero digital. 

Tras caminar por unos minutos escuché un gran estruendo. Una caja se abrió, salió una especie de nave espacial con un bebé adentro y vi cómo salía disparada de allí, hacia el túnel y probablemente al mundo. 

No entendía qué debía hacer pero al pasar cerca de una de esas lápidas digitales sentí que un brazo me tomaba, la puerta se abría y me colocaba dentro. Como si me estuviera desnudando, arrancó cada parte de mi cuerpo y solo quedó mi cerebro suspendido en líquido amniótico.

El brazo mecánico comenzó a trabajar rápidamente y supe que me estaban preparando para una nueva vida. 

05 julio, 2020

Reflejos


¿Solo me pasa a mí? Cuando tengo un momento de felicidad extrema, a los pocos minutos de que este finaliza siento que caigo en un pozo sin fondo de tristeza y podría decirse de depresión.

Abro y cierro los ojos como hacen los niños en las películas de terror para eliminar a los fantasmas: tapa tus ojos por cinco segundos y cuando los abras, ya el monstruo no estará ahí. Yo lo hago con un motivo completamente distinto: para volver a recordar todo lo que viví.

Es que aunque la memoria es como un gran almacén gigante de recuerdos, quisiera poder volver a ver todo lo que experimenté en esos momentos de alegría y perfección.

Quisiera que se reflejaran ante mí como si salieran de un proyector, y no, no me gusta grabar o ver videos porque me parece que tienen algo de ficción y artificios poco creíbles, yo quisiera volver a vivir el pasado.

¿Les pasa? A veces antes de irme a dormir siempre pienso con todas mis fuerzas, ¿será que puedo soñar esto una vez más?