17 enero, 2016

El Principito: Cuando ser adulto te lleva a pensar que todo está perdido


Dirección: Mark Osborne
Guion: Irena Brignull, Bob Persichetti
País: Francia
Año: 2015
Música: Hans Zimmer, Richard Harvey
Basada en "El Principito" de Antoine de Saint-Exupéry

Para que todo salga bien en la prestigiosa Academia Werth, la pequeña y su mamá se mudan a una casa nueva. La pequeña es muy seria y madura para su edad y planea estudiar durante las vacaciones siguiendo un estricto programa organizado por su madre, pero sus planes son perturbados por un vecino excéntrico y generoso. Él le enseña un mundo extraordinario en donde todo es posible. Un mundo en el que el Aviador se topó alguna vez con el misterioso Principito.

Uno de los errores que cometen muchos padres cuando piensan en el futuro de sus hijos pequeños, es el de tratar de definir sus vidas de acuerdo a un plan o agenda que se debe seguir a cabalidad. Una serie de reglas que terminan destruyendo la identidad propia del niño, causándoles problemas de estrés, de ansiedad y todas esas presiones a las que estamos sometidos cada día los adultos olvidándonos que la vida es para disfrutarla con alegría, con tranquilidad y sintiéndonos, de vez en cuando, como si estuviéramos de nuevo en la infancia. 

De eso se trata El Principito, una obra maestra de la animación francesa que en una adaptación libre del libro de Antoine de Saint-Exupéry, nos enseña que no está mal crecer sin dejar atrás eso de ser niños. En esta película que cuenta con las voces de estrellas como Marion Cotillard, Jeff Bridges y Benicio del Toro, descubrimos que a veces el miedo nos lleva a encasillarnos en un lugar por temor al fracaso, a ser juzgados por otros y a olvidar nuestras raíces. 

Con el Principito aprendemos que nuestro niño interno tiene que ser alimentado cada día, como esa rosa que deslumbró al personaje de Saint-Exupéry y que finalmente es la esencia de todo: no podemos quedarnos atados a un recuerdo, debemos seguir adelante pensando siempre en esas cosas bonitas que vivimos que siempre estarán allí guiándonos y haciéndonos viajar como ese aviador que sobrevivió en el desierto, acompañando por un fiel amigo que le hizo descubrir la esencia de la vida y de la felicidad: seamos niños cada día para encontrarnos con nosotros en los momentos de mayor preocupación o temor.