Aunque cargaban equipaje, no existía espacio suficiente para guardar toda una vida entera que quedaba minimizada a cientos de fotos, cartas, ropa y amasijos de recuerdos, muchos recuerdos.
Era duro caminar, porque a cada paso sentían que debían olvidar todo lo que eran. Sus lágrimas regaban las calles, las carreteras, los aviones, los autobuses, esas lágrimas iban a convertirse en un río y luego en un océano.
Todo un continente se iba a inundar de un sentimiento que no se iba a borrar tan fácil, que perduraría por generaciones contadas en todo tipo de historias.
Historias de alegría, de superación, de riquezas, de tristezas, pero en su mayoría, de dolor.