Como un día fui
El suelo parecía arena movediza. Tal vez la lluvia incesante había contribuido a formar una espesa capa de lodo que cubría prácticamente todos mis pies.
A pesar del frío, la poca luz y la falta de certeza de lo que iba a encontrar, tomé la pala y comencé a excavar, necesitaba saber lo que estaba enterrado en ese lugar.
Sacaba la tierra y entraba agua, fue un ejercicio repetitivo que solo me permitió llegar a metro y medio en tres horas.
Después de tres horas, toqué fondo. El clásico golpe del metal con la madera, me alertó que algo había en ese lugar. Salté a la profundidad oscura y abrí la caja, allí estaban todos mis recuerdos.
Fotos, música, cuerdas y uñas de guitarra, libros, ropa, un pedazo de mi vida estaba encerrado allí.
No quería alejarme del pasado, necesitaba volver a esos momentos que estaban en ese ataúd improvisado. Lentamente me acosté en él y dejé que la lluvia me empapara, rápidamente la arena me enterraba.
Decidí que ese era mi lugar, debía sembrarme allí para renacer nuevamente como un día fui.