21 julio, 2020

En nueve meses


Al final lo había decidido pero no estaba solo. La vida era demasiado rutinaria, solitaria y algo gris. Ella como siempre, trataba de empujarme para ser un mejor hombre, pero desde hace mucho tiempo no conseguía darle color a mis días.

Busqué el revolver, cargué todo el tambor y me encerré en el estudio. Sin embargo olvidé poner el pasador y cuando ya tenía el acero del arma en mi boca, mi novia entró a la pequeña habitación mirándome fijamente.

Hizo un gesto para que me callara y se quitó el sweater que traía puesto. Su piel solo estaba cubierta por un lingerie azul que realzaba sus formas, la blancura de su cuerpo y unos que otros rollitos, que le daban más naturalidad a su belleza.

Aún mi mano estaba en el gatillo pero había perdido fuerza de voluntad. Mi chica ya había posado su boca pero en la otra arma, que siempre ganaba potencia cuando ella me acariciaba. Comenzó a besarla, lamer y luego de espaldas, se sentó sobre mí.

Arriba, abajo hasta que el disparo sonó. La sangre comenzó a fluir de mi cabeza destrozada al igual que mis fluidos dentro de ella. Sus caderas se seguían moviendo, como si quisiera absorver toda la vida que se estaba escapando de mi cuerpo.

Probablemente su orgasmo fue la chispa que como el big bang estaba destruyendo todo, para darle paso a un nuevo nacimiento.

En nueve meses, parte de mí nacería de su vientre.